❄︎𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 14❄︎

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El corazón de Elenor se había disparado viendo cómo la larga melena de aquella mujer se alejaba de ella.

Un suspiro salió de dentro de la habitación y el hombre que había metido su mano en el bolsillo saco lo que tenía dentro. Un extraño reloj de bolsillo con un par de alas a sus dos lados apareció en su mano. Lo observo unos segundos y desvió su mirada un tanto decepcionado por la opinión de su amiga.

–...no tienes ni idea –una pícara sonrisa apareció en su rostro.

Elenor no había mirado por la puerta por miedo a ser descubierta pero había dado por hecho que esa sonrisa estaría presente.

A continuación oyó unos pasos alejarse y abandonar el primer y gran salón.

La chica se paró a pensar antes de precipitarse. Tal vez era mejor irse. O tal vez era mejor entrar y averiguar más cosas.

Ese hombre estaba diciendo algo de magia, la respuesta de aquella mujer había dejado en bandeja ese dato pero... ¿De quien hablaban? ¿Es que podría ser que fuese el padre de Luke? Al fin y al cabo él también llevaba desaparecido demasiado tiempo.

Elenor sabía que las respuestas no solo giraban entorno a eso. Si había investigado sobre el tema tal vez si había descubierto algo.

Así llegó a una conclusión. Se apartó de la estrecha porción de la casa que la ocultaba y se coló en el gran comedor cerrando la puerta detrás de ella. Sin embargo, nada salió como ella esperaba, empezando por el gran estruendo que sonó tras cerrar la puerta.

La chica giró asustada, ahora tenía a ese hombre detrás de ella, con su preciado reloj en una de las mano, mostrándolo como si fuese un arma, algo que lo fuera a defender.

-Mira quién tenemos aquí -el hilo de voz del hombre asustó a Elenor-. Pensé que tendría que ir a buscarte, no que aparecerias en mi misma puerta...

Elenor se giró asustada. El corazón la comenzó a latir con fuerza. ¿La estaba esperando? ¿Que quería decir?

La oscuridad se había vuelto a adueñar del lugar donde ella acababa de posar sus pies

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La oscuridad se había vuelto a adueñar del lugar donde ella acababa de posar sus pies. Estaba igual de desierto que siempre, con la misma cantidad de nieve de siempre.

Parecía que nada había cambiado. Que todo seguía como la primera vez que visitó aquel lugar. Sin embargo, conocía muy bien que no era así. Por mucho que lo pareciera todo era distinto y ella lo sabía mejor que nadie.

Aún no entendía muy bien si conseguiría algo. Al principio lo tenía todo bajo control, pero esa no era más que una de las diferencias entre el presente y lo ya ocurrido tiempo atrás.

Se agachó en medio de la nieve, si había calculado bien, debería estar ahí, justo en ese punto.

Al principio había pensado que ya estaba todo hecho pero sus planes no había seguido el curso esperado. Nunca había esperado necesitar algo más, pero por primera vez en demasiados años, había perdido la seguridad de que todo iba bien y sin dudas ella no se podía permitir dejar su destino colgado de un hilo. Tenía que saber, averiguar más cosas. Conocía el lugar a la perfección pero había preguntas que ni ella podía responder. La cuestión hiba mucho más hallá de el otro lado de Clerek, mucho más lejos del bucle que, por suerte, aún seguía intacto.

Ya había logrado apartar un montón de nieve a un lado pero no tenía duda de que aún quedaba mucho trabajo por delante. Podría haber usado su magia para conseguirlo pero ella mejor que nadie sabía que los atajos siempre causaban problemas. No podía arriesgarse a que el trozo de papel por el que tanto había buscado se dañase.

Al principio, su cara estaba repleta de impaciencia pero, poco a poco, los finos labios de la chica se fueron curvando dando lugar a una sonrisa de satisfacción.

Unos minutos después por fin tenía la libreta entre las manos. No sabía con certeza si podía fiarse, ir tan confiado podía ser peligroso pero su instinto la decía que debía hacerlo. Había investigado, pensado y buscado demasiado. Conocía y había estudiado sus fuentes más que cualquier otro en la tierra. No podía cambiar ahora de opinión.

Entonces, quitó la nieve que cubría el libro y comenzó a leer. Ya no había otra opción.

"Erase una vez un planeta oscuro en medio de una desconocida y peligrosa galaxia al que ahora conocemos como el planeta tierra. En ese tiempo no había vida, no había humanos. La tierra no era más que una roca deshabitada.

No había humanos pero en algunos lugares de aquella galaxia existía lo más parecido a una persona... Eran unos lugares en medio del universo donde corría la brisa, una brisa muy especial que como un suave, veloz y potente silbido con vida propia, comunicaba lo que veía a sus iguales.

Unos seres misteriosos, desconocidos.

Eran los protectores de la galaxia entera, de lo conocido y de lo que no habían visto u oido nunca.

Un día en uno de aquellos lugares apareció un brillante y colorido remolino que no dejaba de girar y girar creando un fuerte viento que lo absorbía todo. Una brisa avisó de aquel extraño y desconocido peligro antes de ser consumida por tal ventisca.

Tal viento no tardó nada en crecer y llevarse todas las rocas, todas las estrellas y todas las brisas que encontraba por su camino. Ahí fue cuando la última que quedaba se dio cuenta de que no podía desaparecer el único "ser" a cargo de todo así que antes de desaparecer agarró el primer trozo de roca que encontró y le traspaso las tres cualidades que hacían posible que cada brisa pudiera ser, la naturaleza, el equilibrio y el más hallá.

La brisa contemplaba a ver que cambiaba en el planeta mientras que sus fuerzas se agotaban. Por más que miraba no cambiaba ni el negro color de aquella roca y empezó a preocuparse ya que a lo mejor no funcionaba y tal vez estaba más devil que nunca por nada.

Entonces el viento la travesó de lleno dividiéndo aquella brisa en pequeños fragmentos que sin vida, fueron absorbidos por aquella cosa, un agujero negro. En aquel momento la roca se volvió colorida y habitable. Al morir la última brisa la roca había adquirido lo necesario para ser habitable, la cualidad que faltaba..."

Maldijo para sus adentros después de leerlo. Incluso para ella, que había visto demasiadas cosas extrañas, eso la resultaba realmente increíble.

Su desconfianza había aumentado. Podría ser cualquier cosa. Todo el que supiera lo suficiente sobre magia sabía que La corte polimata llevaba más que nadie investigando sobre el origen, sabía que los ancianos que formaban parte de ellos eran demasiado listos y no solían contar cosas sin haberlas demostrado de no estar completamente seguros. Sin embargo, aquella historia la sonaba más a cuento para dormir antes que algo cierto.

Tal vez fuese una leyenda, tal vez solo un cuento. De todas formas, solo podía tener una cosa segura, una de la que no dudaba:

La corte había tenido un buen motivo para escribirlo en esa libreta.

꧁𝑳𝑨 𝑪𝑯𝑰𝑪𝑨 𝑫𝑬 𝑳𝑨 𝑴𝑰𝑹𝑨𝑫𝑨 𝑬𝑺𝑴𝑬𝑹𝑨𝑳𝑫𝑨꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora