CAPITULO XXXII

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Si tuviera alas, él volaría lejos .Y algún día Dios le dará unas. El problema es la única forma de caer.



-Harry, vamos, levántate-. Habló el castaño en un intento de sacar al menor del sillón.- Vamos tengo hambre.


Tan solo pensar en comida hizo que al rizado se le revolviera el estómago, apenas la última vez había podido controlarse de ir al escusado y devolver toda la comida. Pero en esta ocasión no estaba seguro de poder lograrlo. La sensación que tenía cuando su estómago se encontraba lleno, llegaba a hacerlo sentir sucio, repugnante.


-No tengo hambre-. Fue lo único que pronuncio acomodándose en el sillón en un intento de que con eso el castaño lo dejara dormir.


Dormir era su única vía de escape, huir de la realidad, de las personas y de él mismo.


Escucho el suspiro del castaño y cerro los ojos creyendo que ya se había dado por vencido.


Estaba por caer en el sueño que tanto deseaba cuando sintió unos brazos tomándolo desprevenido y cargándolo con dirección a la cocina.

-¡Mierda, Louis bájame!-. Sus intentos por permanecer tranquilo los mando por la borda.


Golpeó al oji azul en el pecho con todas las fuerzas que su cuerpo le permitían.


Sin embargo este parecía ser muy poca ya que el castaño ni se inmuto.


Hundió su rostro en el cuello del mayor y sollozó, se estaba derrumbando y era la primera vez que dejaba a alguien verlo en ese estado.


Pero ya no podía seguir ocultando como se sentía.


Sintió como el mayor acariciaba su cabello y su cálido aliento en su oído.


-Esta bien.


Quería creer esas palabras, realmente quería hacerlo aún sabiendo que no eran ciertas.


Un corazón que ha sido destrozado, ¿Puede seguir latiendo?


-Estas destrozado, déjame ayudarte.














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Hunger- Larry Stylinson.  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora