NO TE DEJARÉ || Hyakkimaru x tú ||

Capítulo 17

Escuchamos movimiento a un lado y vimos a Dororo apareciendo de entre los arbustos.

- Aniki, onēchan -

- Dororo... -

- Aniki, onēchan, debemos salvar a Sukeroku -

***

***

- Escucho una pelea. Ya comenzó ¿Qué debemos hacer? -

Pensé mientras también estaba escuchando aquella pelea, pero entonces aparecieron nuevamente los zorros demonios.

Preparamos nuestras armas, Dororo cuidaba los brazos de Hyakkimaru mientras nosotros corríamos y cortábamos a los zorros hasta que finalmente llegamos al muro.

- ¡Lo sabía es él! ¡Él fue quien tomó mi brazo! - Abrí los ojos de par en para al recordar al bastardo que mató a Mio, miré a Hyakkimaru cuando comenzó a gritar y trató de ir a atacarlo mientras este cobarde se quería esconder.

- ¡Hyakkimaru! - Lo agarré de frente y traté de detenerlo - No lo hagas -

Dororo también viene a agarrarlo.

- ¡No, no eres un demonio Aniki! -

- No es mi culpa, solo estaba siguiendo órdenes... -

- Hyakkimaru... cálmate... - Pedí con suavidad mientras lo abrazaba, él respiraba agitado pero entonces dejó de forcejear y yo suspiré aliviada.

- ¡Hermano! - Miramos a aquel chico que habíamos conocido - Soy Tahomaru, tu hermano menor -

- Lo sabia. Mira, te lo dije - Dororo se separa sonriendo - Son hermanos -

- Hermano mío, no creo que lo que padre te haya hecho tuviera razón. Te usó como alimento para los demonios a cambio de prosperidad -

- Medio nacido... -

- No... ¿Entonces él es el que le hizo esto? - Apreté los puños.

- ¡Sí, nuestro padre, Daigo Kagamitsu! Pero ese es el sacrificio que uno debe hacer para proteger su dominio -

- Y una mierda... Si no es capaz de cuidar de su hijo ¿Por qué se cree capaz de cuidar de un país? ¡Solo es un egoísta! -

- ¡¿Cómo te atreves?! - Un arquero me lanza una flecha pero yo la corté.

- ¡Es la verdad! ¡Ustedes son solo unos perros ciegos que siguen a su amo sin querer ver lo vil que es! -

- Onēchan - Dororo agarra mi mano para que me calme, yo la miré y chasqueé la lengua antes de hacerme un paso atrás.

- Hermano. Si rompemos el trato con los demonios ahora, la tierra perecerá - Se acerca con el caballo - Tú, quien amenaza la paz de esta tierra, eres un demonio para nosotros -

- Bien dicho, Tahomaru -

- Así que ahora, debo matarte - Saca una katana y baja del caballo.

- ¡Joven Amo! -

- ¡Quédense atrás! -

Los hermanos corren hacia un lado para enfrentarse.

- Esto no... -

- ¡Dororo! -

- ¡Huh! - Miré hacia atrás.

- Sukeroku ¿Estás ahí? -

Dororo corre, yo la seguí pero solo di un paso cuando una flecha se clava en el muro frente a mi rostro. Los miré molesta pero noté un brillo del otro lado, una flecha más viene hacia mi.

- ¡Aniki, onēchan! -

- ¡No estorben! - Corté la flecha y corrí al otro lado.

Hyakkimaru y yo llegamos al mismo tiempo y cortamos al zorro pero este se estrelló contra el muro y Sukeroku dice que lo absorbió. Corté sus ataduras.

Pero algo más llamó nuestra atención, al asomarnos por un lado vimos que se trataba de la madre de Hyakkimaru que sacó una estatua.

- Hyakkimaru. Debes tenernos muchos resentimientos... Tu madre, que no pudo protegerte ese día. Y tu padre, que te uso de alimento para los demonios. Y la gente de Daiga que prospera con tu sacrificio -

- Es demasiado cruel... No sabes por lo que ha pasado ¡Es demasiado cruel! - Miré a Dororo y apoyé mi mano en su hombro y la otra en el hombro de Hyakkimaru.

- Oku, incluso Tahomary entiende ahora ¿Cuántas veces debo decirte? -

- Hyakkimaru, por favor perdóname. Yo... Yo... ¡No pude salvarte! No importa cuán inmortal... No importa cuánto hayas sufrido... Sin embargo, todo lo que nuestra gente puede hacer es pedir tu perdón -

Un perdón que en lo personal no se los concedería, al menos no al padre y los que acepten esto.

- Debemos seguir devorándote como demonios para que podamos vivir... Hyakkimaru... No te dejaré sufrir solo. Demonios, si desean más sangre humana... ¡Tomen la mía! -

- ¡No! -

- Wau... - Murmuré viendo como la mujer se clava una cuchilla.

- Mamá... - Miré a Hyakkimaru.

- ¡Madre! -

El muro comenzó a brillar bastante y de la nada a quebrarse. Los otros salen corriendo al igual que nosotros.