Capítulo 4

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El reino Alf...

Uno de los más prósperos y poderosos reinos elficos, dueño de los más grandes guerreros y magos.

Cuna de los más grandes eruditos elficos y una de las más grandes fortalezas naturales del mundo.

Ahora se encontraba cubierto de brillantes llamas carmesí.

Múltiples cadáveres de elfos y espinas por doquier, mientras que el gran castillo de Alf, caía lentamente gracias a las llamas.

A la distancia, dirigiéndose hacia el límite de la gran barrera natural que cubría el reino, un grupo de personas se lograba vislumbrar entre la penumbra de la noche, entre los cuales se lograba ver el rey de dicho lugar y su única hija.

Junto a ellos se lograba ver un peliblanco y un rubio, quienes eran los que protegían a ambos, junto a un pequeño grupo de guardias del rey.

Pero una vez llegaron al límite, dicho rey se detuvo de golpe, llamando la atención de todos, especialmente de su hija, Riveria Ljos Alf.

Guardia: ¿Su majestad...?

Larfal: No lograremos llegar... (Hablo en un tono serio, mientras miraba de reojo a su hija, quien lo miraba en pánico, solo para seguidamente una lagrima callera de uno de los ojos del gran rey, viendo cual era la única manera de que su hija saliera con vida de ahí) Hija mía, sé que no fui un buen padre y jamás te trate como merecías, te aleje el día que falleció tu madre... no merezco tu perdón... (Hablo mientras le daba la espalda a la pelijade, ocultando las pequeñas lagrimas que caían de sus ojos, ante la mirada sorprendida de sus guardias)

Riveria: Padre... ¿Qu...? (Hablo mientras se acercaba a este, pero una barrera la interrumpió y causo que entrara en pánico) Padre... ¿Por qué haces esto...?

Larfal: Sé que nunca podrás perdonarme por cómo te trate, por culparte de la muerte de tu madre... esto es lo menos que puedo hacer para darte un buen futuro... (Hablo mientras se quitaba la capa que lo cubría, revelando sus ropas reales, causando que Riveria comenzara a derramar lágrimas, entendiendo a que se refería su padre) Vallan, nosotros les ganaremos tiempo... (Hablo mientras unas espadas mágicas aparecían en sus manos, las cuales resonaron con su voluntad)

Esto causo un leve silencio entre los dos grupos, mientras que Finn y Bell miraban esto sorprendidos, Riveria intentaba controlar sus lágrimas, las cuales comenzaban a caer por sus hermosos ojos jade.

Pasado un par de segundos, Riveria se dio la vuelta, mientras un leve temblor cubría sus hombros.

Riveria: Padre... yo nunca lo culpe por su indiferencia, ni por culparme por la muerte de mi madre... compartí su dolor e intente cumplir con sus expectativas... (Hablo en un tono roto, dándole la espalda a un sorprendido Larfal) Eres mi padre, jamás podría odiarle o sentir rencor hacia usted... Gracias por todo... y... lamento no ser la hija que esperaba... (Hablo en un tono entrecortado, mientras las lágrimas que caían de sus ojos aumentaban)

Después de esto, la pelijade le hiso una seña a Finn, quien entendió esto y comenzaron a correr en dirección del límite, pero sin ser notados por estos, Bell se quedó parado en su lugar mirando fijamente a Larfal, quien le devolvió la mirada.

Larfal: Sé lo que dirás chico, pero es la única forma... (Hablo mientras desviaba la mirada y veía como a la distancia, un generan se acercaba con un gran grupo de espinas) Bell Cranel, sé que eres una persona que merece el respeto de los elfos y por lo mismo quiero pedirte un último favor... protege a Riveria, ella puede ser fuerte, pero necesitara a alguien que la apoye en este mundo roto... no te lo pido como rey, te lo pido como padre... por favor, se su pilar... (Hablo en un tono de súplica, mientras que, ante la sorprendida mirada de sus guardias, daba una ligera reverencia)

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