El grupo extravagante irrumpe por la puerta.
Los ancianos no se equivocaron. En cuanto el Sol se escondió en el horizonte, las nubes descargaron el agua que retenían.
En la taberna del hostal no había más que un hombre tirado en el suelo, dormido, demasiado borracho como para llegar a su habitación. Los otros clientes eran una pareja de hombres, también borrachos, en una esquina. Hablaban en susurros que eran ininteligibles para ambas mujeres.
Mio suspiró y puso las manos sobre la barra. Ya era bien entrada la madrugada y, aún así, los hombres del fondo de la taberna seguían pidiendo y pidiendo sake. Acababa de llevarles una nueva botella, advirtiéndoles de que sería la última de la noche, y ahora les observaba con ojeriza. Les lanzó una mirada molesta, aunque ellos ignoraban su presencia y continuaban hablando apresuradamente en voz baja, con palabras arrastradas y risas tontas.
-¿Cuántos tragos más pueden aguantar ese par de idiotas? -Preguntó Sayumi, rodando los ojos y bostezando. -Tengo sueño y mañana me tengo que levantar temprano.
-El de la derecha podrá con dos más. Luego su cabeza dará contra la mesa con tanta fuerza que temo que la romperá.
-Si la rompe la va a pagar y su cuenta será aún mayor.
-Querida, sabes bien cómo son los hombres.- con un gesto quizá algo coqueto, pasó su brazo sobre los hombros de la contraria, mirándola con el rostro algo bajado, pero la mirada en alto, con una sonrisa torcida en el rostro.- Cuando tenga dinero suficiente para pagar lo que le fiamos, morirá en una pelea callejera y todo irá para su funeral.- se encogió de hombros, pegándose un poco más a su compañera.
Sayumi no pudo evitar reírse y asentir, agarrando la copa que tenía delante.
-Brindo por eso.
Mio miró alrededor, y sin separarse demasiado, se estiró para alcanzar una de las botellas que tenía a mano. Con los dientes, quitó el corcho, que ya estaba aflojado por servir antes a los hombres, y elevó la botella en alto como quien enseña un trofeo. Sonrió ampliamente mientras miraba a los ojos violetas de Sayumi.
-Así sea.
Ambas bebieron y, cuando volvieron a dejar sus bebidas, las puertas de la taberna se abrieron de par en par. La imagen frente a ellas era cuanto menos sorprendente.
Un grupo de siete encapuchados entró con capas chorreando por la lluvia. A ambas les sorprendió lo distintos que eran a primera vista, algunos muy altos y otros demasiado bajos. Sólo uno de ellos se quitó la capucha y dejó ver su rostro. Era un poco más alta que el más bajo de todos, con el cabello color melocotón y un par de plumas a su izquierda.
-Buenas noches, buscábamos un lugar donde resguardarnos de la lluvia y dormir un poco. ¿Conocen al dueño del hostal?- inquirió la niña de plumas.
Mio le lanzó una mirada rápida a Sayumi, alzando las cejas, preguntándole con la mirada cuánto dinero creía que les podrían sacar. La de cabello violeta se separó de su compañera y caminó tras la barra hasta la parte más cercana a ellos, apoyando sus dos brazos sobre la madera y echando su cuerpo hacia delante.
-¿El dueño? Él ha salido, pero si lo que queréis es estar a salvo del torrente de agua ahí fuera os recomiendo que vayáis un par de calles más abajo.
-¿Qué hay un par de calles más abajo?
Mio apretó los labios, quizá conteniendo una sonrisa.
-El burdel, pequeña señorita, por supuesto.- su sonrisa traviesa cruzó sus labios de lado a lado, desvergonzada.
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Hermanas a pesar de la distancia - Akatsuki no Yona
Fanfiction"La increíble historia de Mio, Sayumi y sus novios poco convencionales". Dos jóvenes hermanas que regentan un pequeño hostal y una taberna en un pueblo de la Tribu del Agua tendrán que separarse para vivir sus vidas a pesar del miedo y dolor que pue...