Capítulo 9: Caminos separados

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Caminos separados

Por la mañana, Mio seguía despierta cuando la puerta volvió a abrirse. Abrió sus ojos, su mirada cayendo cómodamente de nuevo en la gran ventana, aún tumbada de espaldas a la puerta.

-Sé que tampoco dormisteis, me quedé toda la noche escuchándoos. -Aseguró Soo-Won, tomando una mochila y abriendo el armario de la chica para que le indicara cuál era la ropa que quería llevarse, aunque él le fuera a dar más cuando llegaran al Castillo.

-Y yo le sentía fuera a usted todo el tiempo.- confirmó Mio, sin girarse.- Conozco este lugar, Su Majestad. Sé qué tablas del suelo deberían chirriar y cuáles no lo han hecho.

Soo-Won se encogió de hombros, tomando él mismo algunas prendas, doblándolas cuidadosamente y guardándolas.

-¿Acaso sería justo dormir yo cuando usted no lo hace? Ser Rey implica hacer sacrificios, como perder unas horas de sueño por asegurar el bienestar físico de una de sus doncellas. -Explicó, frotándose un poco los ojos y suspirando. -¿Esta ropa le parece adecuada? -Preguntó, mostrándole la mochila.

Mio asintió, silenciosa, mirándole con fijeza.

-Necesitáis dormir.- observó ella, tranquila.

-Indudablemente. -Le dio la razón el menor, cerrando la mochila. -Pero no lo haré hasta que me acompañéis y descanséis también. En el suelo o en una cama, no pegaré ojo si sé que no estáis durmiendo también.

-Eso no es justo.- se quejó la mayor, frunciendo el ceño.- Yo no necesito dormir tanto como usted parece necesitarlo.- dijo, algo mosqueada.- Caerá de cansancio antes de que yo pueda tener una sola noche de descanso.

-Comprobémoslo juntos entonces. -Contestó el Rey, sin darle mayor importancia al tema, destapándola y alzándola en sus brazos. -Os repito la pregunta de ayer, ¿queréis ir en el carromato o montar a caballo?

-Puedo montar.- respondió, bufando, bajando la mirada otra vez.- Aunque necesito también tomar la espada.- dijo, mirándola, apoyada sobre un pequeño armario.

-Como queráis. -Dijo Soo-Won mientras tomaba el arma, siguiendo la mirada de la chica, y saliendo de la taberna y el hostal, la puerta de nuevo arreglada tras haberla roto el día anterior.

La colocó en la parte delantera de la montura, subiéndose él detrás y sujetándola con un brazo, tomando las riendas del cabello con la otra.

-¿No os incomodo?- inquirió Mio, con la cabeza algo baja, poniendo una de sus manos en el suave pelaje del caballo.- Después de todo ese numerito de la cama, ¿no invade así también mi espacio?

-No puedo dejaros montar sola con una pierna inmovilizada. -Explicó él, entonces bajándose y tomando las riendas con ambas manos. -Andaré.

-Oh, por todos los Dioses.- se quejó Mio, tomando las riendas ella misma y tirando sólo para molestar a Soo-Won.- Monte de una vez.- dijo, con el ceño fruncido.

-¿Por qué debería hacerlo? -Preguntó el rubio. -Os incomoda mi cercanía, no os gusta en absoluto que me acerque, mucho menos que os toque u os tenga tan cerca. Andar es la mejor opción, aunque esté a doce días andando del Castillo. No me importa, lo haré. Le he dicho varias veces que su comodidad, Señorita, es lo más importante. Ya que no logro que descanse, al menos que no se sienta tan cohibida con mi presencia a su alrededor.

-Es usted el Rey, maldición, deje de comportarse así.- dijo Mio, con la mandíbula apretada, tironeando una vez más de las riendas.- Haga el favor de montar ahora.

Soo-Won se acercó y se alzó hasta quedar a la altura de ella, sonriéndole y negando con la cabeza suavemente.

-¿Dejar de comportarme de manera educada y respetuosa? Si hay algo que mi padre me enseñó, Señorita, el poco tiempo que pude compartir a su lado, fue a respetar sobre todo lo demás a las mujeres. Mi educación me prohibe el incomodarla de alguna manera, así que si es necesario que ande doce días para llevarla hasta el lugar donde la curarán, lo haré. Amo a mi pueblo, amo a las personas y, por consecuencia, la amo a usted. Y es por ese amor que le tengo que no montaré en el caballo ni descansaré hasta que usted lo haga conmigo. Si debo sacrificarme por alguien, que sea por alguien que creo que merece la pena. -Terminó de hablar mientras le recogía las riendas y volvía a abajar, tirando suavemente del caballo para hacerlo empezar a andar. -Vamos, Yuki. Llevemos a la Señorita a casa para curarla.

Hermanas a pesar de la distancia - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora