Capítulo 10: Confianza ciega

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Confianza ciega

-Llegamos, Señorita, bienvenida a Kūto.

Mio observó alrededor, pero apretó los labios y se cubrió el rostro con la capucha. Soo-Won se rió y la ayudó en su tarea, cubriéndola él mismo mientras Yuki seguía andando y subiendo escaleras por la ciudad.

-¿No le gusta nuestra ciudad, Señorita? -Preguntó Min-Soo, montando detrás en su propio caballo. -No es tan fea como la que tuve que recorrer yo para encontrar sus medicinas.

-Lo que no me gusta son las multitudes.- murmuró Mio por lo bajo, observando cuidadosamente por debajo de la capucha alrededor, como si buscara enemigos, quizá apoyando su espalda algo más en el pecho de Soo-Won como forma de protección.

Él notó aquel gesto y se inclinó hasta quedar a la altura de su oído, tomándole la cabeza con suavidad y moviéndola hacia donde él quería.

-En esa torre, -Susurró. -en ese tejado, en ese árbol... ¿Los veis, Señorita...? Son mis soldados preparados para disparar a quien nos intente atacar... -Explicó, sonriendo como si le estuviera contando algo infinitamente menos importante que aquello. -Podéis relajaros, hay una centena de hombres apuntando ahora mismo para asegurarse de nuestra seguridad...

-Tenéis mucha confianza en las personas, Su Majestad.- respondió Mio, sin embargo, sí destensando algo su cuerpo.- En los humanos que son los únicos que causan guerras y dolor.

-Igual que usted cree en los Dioses Dragón, yo creo en la gente. Sé que, aunque sea mínima, toda persona tiene bondad. En momentos de necesidad es cuando mejor se conoce a los que están a tu alrededor. -Aseguró el menor, incorporándose para no agobiarla. -Igual que confío plenamente en usted, pero durante este viaje me ha demostrado que es una mujer fuerte y honesta, digna de mi respeto y admiración.

-¿Confiáis en mí?- repitió, incluso algo escandalizada, girándose a mirarle.

-No me creéis. -Descubrió él. -Bien, dejadme demostrároslo. -Propuso, entregándole a ella las riendas del caballo, cerrando los ojos y espoleando al animal para que echara a correr, alarmando al instante a los que les seguían. -Ahora mi vida está en sus manos, Señorita. Confío en que detendrá a Yuki antes de tener un accidente. -Aseguró, con sus manos apoyadas en la cintura de la chica para que no cayera, pero sin ejercer ningún tipo de presión.

Mio se alarmó y dirigió con rapidez al caballo para evitar que chocaran contra un carromato o golpear a unos aldeanos, deteniéndolo con velocidad cuando tuvo sitio y tiempo. Respiró agitada unos segundos, la capucha casi habiéndose deslizado hacia atrás.

-¡¿Estáis loco?!- chilló en bajo, girándose con rapidez hacia él, quizá olvidando por un momento el rango que tenía él y el que tenía ella, golpeándole en el brazo sin mucha fuerza.- ¡Eso ha sido muy peligroso!- riñó, molesta y aún algo nerviosa.- ¿Cuántos años tenéis?

Soo-Won se rió y abrió los ojos, acariciándole los brazos desde los hombros hasta las manos para transmitirle tranquilidad.

-¿Lo veis, Señorita? Confío en usted, ciegamente. Sabía que no permitiría que me sucediera nada malo, es usted un ángel. Y tengo dieciocho años, en febrero cumpliré los diecinueve.

Mio chasqueó la lengua y se sonrojó un poco, avergonzada, volviendo a tirar de su capucha hacia abajo para esconderse.

-... Lamento... mi comportamiento.- murmuró, con la mirada lejos.- Su Majestad.- añadió.

-Cuando estemos solos, le pediría que me llamara sólo por mi nombre, Señorita. Con usted estoy cómodo y tranquilo, puede ser menos formal.

-... Soo-Won-sama...- murmuró entonces.

Hermanas a pesar de la distancia - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora