Cap 2 • La leña

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A la mañana siguiente, los rayos de luz empezaron a molestar a través de mis parpados, y al no poder soportarlo más, terminé levantándome malhumorada. Estiré mi dolorido cuerpo sin salir de la cama y antes de bajar para ir a desayunar, recordé la grandaria del mordisco en el cuello del ternero. No quería seguir pensando en ello, pero era totalmente injusto que un recién nacido muriera horas después.

-Buenos días cariño, ¿has dormido bien?

Mi madre acababa de entrar en mi habitación, y con algo de lentitud, desvié la mirada del blanco techo a los ojos de mi madre.

-Sí, he dormido bien y ¿vosotros?

-También- respondió sonriendo-, por cierto, te he dejado preparado el desayuno en la nevera.

-Gracias mamá- le devolví la sonrisa y me levanté de la cama.

A punto de cambiarme el pijama de Snoopy, cuando mi madre iba a salir por la puerta de mi habitación, se detuvo y volvió a mirarme fijamente a los ojos.

-Scarlett, ¿podrías ir a recoger algo de leña del bosque esta noche?- asentí al no tener más remedio-, necesitamos repuestos para la chimenea.

¿De todo el día que tenía por delante, por qué de noche?

-¿No vais a estar?- pregunté por la duda de hacerlo sola por el temor.

-No creo- negó con la cabeza y acarició uno de sus mechones lisos- Tu padre y yo debemos asistir a la reunión que organiza el ayuntamiento.

Sabía de que era la reunión, mis padres solían asistir a este tipo de encuentros en la plaza del pueblo, donde colocaban un gran escenario para que los habitantes pudieran escuchar a cerca de las noticias civiles, entre otras.

Cuando mi madre se marchó, bajé detrás suya y no me esmeré para desayunar la taza de leche y los cereales de fibra con chocolate, pues estaba bastante hambrienta por la mañana.

-Os importa que utilize la piscina esta noche?

-Ni preguntes- clarificó mi padre, que lavaba su taza en el fregadero.

Durante la mañana, a parte de dejar fuera al ganado mientras mis padres seguían en casa, me fui a dar una vuelta por uno de los senderos del bosque con Tormenta, el caballo negro que siempre utilizaba para las rutas en las que me despejaba y olvidaba todos mis males.

Así pues, seguí el pequeño camino de tierra rodeado por árboles gigantescos y frondosos, que se encontraban al salir de nuestro terreno y con el ligero claqueteo de los cascos del caballo sobre la hierba, me envolví en el paisaje como nunca antes. Todo era espléndido... incluso mágico, pero mi sentido común palpitaba como una alarma, indicando que no todo era tan maravilloso como imaginaba.

Recordaba los paseos con Tormenta, a veces daba algún brinco o empezaba a galopar un par de metros al asustarse de los animalillos que aparecían por el camino. Normalmente solían ser conejos, pequeños jabatos, incluso zorros.

Sin embargo, hoy era distinto.

¿Por qué no aparecía ningún ser vivo cerca de nosotros? Ni siquiera se escuchaban los cantos de los pájaros.

-¿Tormenta?

Sus orejas se giraron bruscamente hacia mi dirección, y su cabeza se echó adelante, indicando molestia, al levantar su cuello, casi recibí un buen golpe en el rostro, pero tuve suerte de tener buenos reflejos.

-¿Hoy no sales corriendo?- intenté calmarlo con una voz suave, pero todo su cuerpo estaba completamente rígido en el mismo lugar.

Definitivamente había algo, y no un animalillo.

Atrapada por el AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora