Cap 8 • Seth el lobo

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De regreso, seguía cargando mi pesada maleta, con toda la ropa y como no, mi indispensable escopeta, ambos andamos uno delante del otro, sin dirigirnos ni una sola palabra ni mirada, manteniendo una invisible distancia de seguridad. Estaba siendo incómodo, no sabía decir por qué, pero supongo que a partir de ese día, debía habituarme a ello.

No pude imaginarme cuantas veces observé la luna menguante, y era absolutamente hermoso e intrigante como podía brillar a miles y miles de kilómetros de nosotros, al igual que las estrellas. Hoy más que ningún otro día, se veía distinta, como si quisiera deslumbrar más para hacerme sentir bien, por mucho que fueran imaginaciones mías.

Llegamos al valle después de una larga y pesada caminata, al poner un pie en el territorio, ya fui rechaza por algunos de los lobos, que no dejaba de observarme detenidamente desde la lejanía, en cambio, otros, se acercaron de forma graciosa, con la cabeza baja, lamiéndose los labios y sin dejar de mover la cola de un lado a otro.

¿Así no era como los perros expresaban su felicidad?

Al acercarse, algunos mantuvieron la distancia de seguridad, mientras que otro de los gigantescos lobos se acerco demasiado. Empezó a olisquear mis zapatos, luego a la maleta rodeándola un par de veces, y ya para terminar, se sentó delante mía sin dejar de mover discretamente la cola.

Quise reírme por la gran sonrisa que traía consigo y como sus ojos estaban achinados, pero no lo hice, tan solo se escapó una pequeña carcajada de mi voz, que inmediatamente anulé por respeto.

A simple vista, me percaté de como su cabeza alcanzaba a medir como la mitad de mi cuerpo y era increíblemente desmesurado.

Sin importar lo que pudiera suceder, dejé que el chico que acababa de traerme en contra de mi voluntad siguiera su camino y no se percatara de mi retraso por el camino hasta la casa por lo que iba a hacer.

Me agazapé un poco y observé con detenimiento la respuesta del gran animal al acercarle con lentitud la palma de mi mano para olerla. Este me dirigió una mirada que no pude saber decir que pensaba o que intenciones tenía, pero tenía esperanzas de poder entablar algún tipo de contacto o roce con este.

Finalmente, acercó su hocico, y sintiendo el ligero cosquilleo de su respiración, estreché un poco mi mano, que no tardé en volver a abrirla por esa extraña sensación. Y ya, como deseé que hiciera, pasó su viscosa lengua por mi palma un par de veces cerrando los ojos. Sentí por unos cortos segundos los colmillos del animal, no obstante, no me alejé de este.

☾☯☽

Perdí de nuevo la noción del tiempo en el momento que desenvolví todos mis trastos en la misma habitación que me hospedé ayer. De nuevo, analicé por la ventana cada rincón del valle que gracias a algunas luces amarillentas iluminaban varios caminos cercanos al bosque.

Kai fue el que me acompañó nuevamente hasta el cuarto, ya que el que se suponía que debía hacerlo, había desaparecido por completo del mapa sin dejar rastro alguno.

Pasé horas y más horas mirando por la ventana, sentada en el poyete siendo fascinada por los lobos. Tenían extrañas formas de saludarse, como lamerse la boca, y algunos, cuando peleaban y otro de la manada debía detener la pelea, cubría el cuello del animal más pequeño e indefenso. Era asombroso e inquietante aprender de ellos.

-¿Si?- pregunté al escuchar como alguien acababa de arañar la puerta.

Me levante de la repisa y tomando unas bocanadas de aire, abrí la puerta de madera.

Atrapada por el AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora