Mis parpados se abrieron por pura casualidad, ya que estaba teniendo un sueño profundo hasta el momento en el que me había visto interrumpida por una mirada gélida y reconocible. Deseé que fuera el destino y que estuviera de vuelta a casa como por arte de magia, con mis padres.
En cambio, por más que quisiera decirme a mí misma que empezar a vivir en un lugar como este era horrible y desde luego una pesadilla que no le desearía ni a mi peor enemigo, no estaba tan mal como lo esperaba. Sigo viva y de pie, con todas mis extremidades y sin cicatrices ni heridas importantes.
Por el momento, después de dos días en este lugar, ya me había habituado a ver a Kai y a Marla en mi habitación de vez en cuando, ya que pasaban para asegurarse de que todo iba como la seda.
En cambio, el dichoso chico que me había raptado de mi propia casa seguía desaparecido no sé donde. No ha hecho acto de presencia ni fuera de la casa, ni dentro, aunque tampoco es de mi incumbencia.
La puerta de madera fue abierta sin llegar a dar un portazo, y con ello, al abrirse, me percaté de quien estaba detrás de esta.
-Levántate y baja a la entrada, rápido- sentenció como si fuera la última vez que lo repetiría.
Debía ser él el que viera por primera vez por la mañana. Que forma más práctica de alegrarle el día a otra persona.
Hice como me lo pidió, me aseé un poco la cara con agua, desenredé los escasos mechones de mi liso cabello castaño oscuro e indecisa, estuve peleándome conmigo misma por la ropa que debía ponerme. No quería provocar- ni mucho menos-, tampoco lucir desdeñosa, así que opté por algo sencillo. Unos vaqueros pitillo azul marino y una camiseta blanca con rayas negras horizontales.
Al terminar de arreglarme y ya lucir mucho mejor, me dirigí a la entrada, donde Marla me esperaba con una gran sonrisa.
-Buenos días Scarlett, ¿lista?
¿Lista?, ¿Para qué?
Asentí insegura por lo que fuera que quería decir con ello, ya que cuando estuve a punto de preguntarle, me tomó de la mano y me acercó a la persona que más odiaba en estos momentos, que nos daba la espalda desde el comienzo, mirándome de reojo sin alejarse de la gran puerta que había delante de nuestras narices.
Tuve el impulso de preguntarle por qué había pedido que viniera a primeras horas de la mañana, pero alguien de fuera, empezó a abrir la puerta rústica de madera lentamente, provocando que algunos rayos del sol impactaran en mis ojos. No pude contenerme para cerrarlos por la molestia, aunque una vez que ya me había acomodado a ello, los volví a abrir y una gran ola de calor y nervios, se apoderó de mi cuerpo.
Mis ojos no daban crédito por la escena en la que yo misma me encontraba. No supe si aterrarme, salir huyendo o aferrarme a mi peor enemigo por mi seguridad.
-Hoy, sentencio a esta humana...
Antes de que pudiera seguir hablando, lo miré aterrada por la casi sentencia de muerte que estaba dando a escuchar a los demás lobos de su manada, que tenían sus miradas clavadas en mí.
Tragué forzosamente algo de saliva por lo que estaba a punto de decir, e incluso de forma inconsciente, retrocedí dos pasos.
-¿Dónde crees que vas?- gruñó por lo bajo, dejándo a un lado su discurso.
-No quiero ser comida para vosotros, gracias- dije enfurecida.
Los demás lobos del alrededor miraban la escena con la cabeza ladeada, sin llegar a entender que demonios sucedía entre nosotros.
-Scarlett, esto no es un sacrificio- intentó calmar la situación Kai, que de un momento a otro tomó forma humana de entre la multitud.
-No lo parece...
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Atrapada por el Alfa
WerewolfNo todos los monstruos son horrendos y escalofriantes, algunos se disfrazan de corderos, mientras que otros revelan su verdadero ser. Scarlett se adentra en un mundo lleno de depredadores, sedientos de sangre, cegados por la idea de querer erradicar...