Cap 11 • Arrepentimiento

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El disparo dio de lleno a uno de los dos, ya que dejó escapar una exclamación seguida de un sollozo corto pero estridente, y entonces, la habitación se volvió oscura de un momento a otro, no quería pensar que mis nervios volvían a apoderarse de mí provocando que mi visión se oscureciera a mi alrededor, mucho menos ahora. Imaginé que había dado en el blanco, y que no había disparado al animal que no era. Aun así, inquieta y trémula, observé detenidamente sin despegar la espalda de la pared, quien seguía de pie, pues uno había muerto, en cambio el otro no.

Podía escuchar la respiración del lobo desde el lugar donde yo misma me acababa de acorralar, y que pasados unos segundos, dejé caer el arma por miedo de haber cometido un grave error.

Tras dejar que el sonido de la escopeta al caer, resonara por toda la habitación, el animal volteó su cabeza lentamente, clavando sus ojos en mí- que por más que quisiera ver el color de estos, no podía-, el gigantes y oscuro cuerpo del lobo se volteo en mi dirección, y escuchando como su lengua saboreaba las gotas de sangre en su gran boca, me acobardé e intenté escabullirme inútilmente.

Dolía demasiado mi hombro como para moverme, por más que gateara o intentara ponerme de pie, era inútil.

La devastación se apoderó de mi cuerpo al no poder salir del cuarto, y que seguramente, en caso de que lo hicera, no sería con vida.

Mi corazón volvió a acelerarse, mis manos temblaron al ver como la cabeza del animal se acercaba a mi hombro, y la respiración desapareció de mis pulmones una vez más. El lobo que ahora tenía a escasos centímetros de mi piel, pasó su lengua viscosa por mi brazo hasta llegar a la herida abierta, que ante el contacto, no pude reprimir un quejido. Me tumbé en el suelo sin saber como escapar, haciéndome una pequeña bola y esperando a que Kai o Marla viniera en busca de mí o Azael. Ahora más que nunca los necesitaba...

Cerré mis ojos para calmarme y así dejar de pensar en como terminaría mi cuerpo una vez que la cabeza del lobo volviera a acercarse a mí, y al imaginarme que toda mi vida terminaría en un cuarto oscuro y sin ayuda, no pude reprimir un corto sollozo. Más tarde, una pequeña lágrima empezó a caer de mi mejilla, y sorprendentemente, una húmeda nariz, se acercó a mis mejillas para retirarla la salada lágrima de ahí.

La agitada respiración de este acarició un par de veces mi rostro, cada vez disminuyendo el ritmo con el que respiraba, hasta que descendió un poco más y de nuevo, sentí una sensación extraña, esta vez en mis labios. Era cálida y reconfortante, aunque demasiado corta para mi gusto, pues acababa de sentir el afecto de él.

No sabía que decir, aunque si pudiera, daría mil gracias al idiota que me había salvado la vida.

Una vez ya calmada, extendí el brazo no dolorido y esperé a que acercara su cabeza, solo quería sentir el ligero cosquilleo en las yemas de mis dedos al tocar el pelaje de este... y no se molestó en marcharse para evitar ese contacto humano, todo lo contrario, me sorprendí aun más en el momento que decidió acercarse del todo para tumbarse enfrente mía y así, poder alcanzar hasta su cuello.

Dudé por varios segundos si era una buena idea o no, y que por supuesto no lo era, por más que fuera "similar" a un perro salvaje y algo más descorazonado que en cualquier momento me partiría en varios trozos como si fuera un ligero palo, pero verdaderamente, quería entablar... quizá una amistad, o empezar desde cero.

Y no me contuve más, hundí mi rostro en la cabeza del gigantesco lobo y con la mano, abracé su cuello para así, más tarde, dejar que cada uno de sus pelos se mezclaran con mis dedos, uno a uno, sintiendo lo fuerte pero suave que era la piel de este.

-¡Alfa, lo hemos conseguido!

Mierda- maldije para mis adentros.

Por qué de todos los momentos oportunos, debía aparecer ahora Kai en la puerta.

Atrapada por el AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora