Cap 31 • La muerte en la cura

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Sentí por primera vez la extraña conexión que tenía con ella en ese físico de híbrida. Era mucho más que un sentimiento, algo inexplicable pero que perduraría para el resto de nuestras vidas, y ahora, verla tan sumisa me hacía replantearme si había sido ella la que casi termina con la vida de mi hermano.

Cuando escuché sus latidos siendo calmados, me agazapé delante suya y con bastante precaución le tomé de la cabeza para que levantase la mirada del suelo.

Incluso en la mismísima oscuridad, pude verme reflejado en sus caóticas pupilas oscuras que pedían ser tranquilizadas.

—Eres una chica muy traviesa— bromeé con una media sonrisa.

Su gran cola que permanecía entre sus patas, empezó a moverse de un lado a otro por la emoción que contenía, y sin dejar de alejar la mirada del uno del otro, la cargué entre mis brazos y con un poco de esfuerzo, la llevé fuera de esa apestosa celda.

—Avisa a los demás que evacuen el lugar.

—Si, Alfa.

Tan pronto como Kai respondió a mi orden, salió corriendo del sótano hacia la entrada del castillo, donde se encontraba el resto de la manada.

Mientras tanto, a medida que iba avanzando por los oscuros pasillos, tan solo podía imaginarme la crueldad con la que había actuado Azael, por lo que pagaría la deuda el resto de su vida. No solo me había traicionado, sino a toda la manada, incluyéndola a ella.

—¿Qué ocurre?— pregunté confuso al verla totalmente centrada en una habitación a nuestra derecha.

La bajé de mis brazos, y por mucho que al principio fue un poco graciosos por lo tonta que se veía, la seguí hasta el cuarto con la puerta medioabierta.

Una vez dentro, mis fosas nasales fueron inundadas por un fuerte olor a sangre, por lo que supuse que no estaba vacío el lugar. Instintivamente, seguí el rastro, y ambos nos miramos al toparnos con el armario de madera.

Al abrirlo, no encontramos a nadie, tampoco el rastro de sangre, por lo que era un engaño o había alguien detrás de ese mueble.

Tras un par de segundos recapacitando sobre la familiaridad del olor, tomé fuerzas para mover el armario, y para sorpresa la mía, descubrimos una puerta metálica oscura que posiblemente conducía a otra habitación.

Primero, entró ella casi corriendo, a un ritmo con el que estuve apunto de perderla, pero gracias a su cálido aroma, logré seguirla hasta un punto muerto, en el que ambos nos miramos el uno al otro por la confusión del lugar.

No tenía sentido.

—Bien hecho— interrumpió el silencio con una voz sinuosa—, ahora que estamos todos reunidos, es hora de tener una pequeña charla.

Reconocía esa voz, por mucho que no pudiese verlo. Y no, no era de Azael.

Estaba seguro que era el supuesto líder del castillo. El dueño de la secta de vampiros en este mismo lugar.

A nuestra derecha, apareció Azael junto a un farolillo en su mano izquierda, y en la otra, llevaba arrastrando una cabeza oscura, que instantáneamente reconocí.

—Mi querido amigo y yo os hemos tendido una trampa como habréis visto— el hombre mayor se encogió de hombros entre risas y alguna que otra carcajada—, todo gracias a ti.

Atrapada por el AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora