Cap 7 • El trabajo

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Sentí como empezaba a sentir la libertad que siempre había deseado, una que al fín, había logrado alcanzar sin dejar de mirar atrás. Durante el trayecto a casa, tuve que ir esquivando algunos árboles, que por poco, impacté de lleno, mas los murciélagos que estaban siendo espantados por mis pisada al correr. Parecía estar en una película de terror, aunque para suerte la mía, ya nadie me perseguía, ahora finalmente, podía regresar a casa y echarme en la cama- sin dejar de olvidar a mis padres-, que seguramente se habían percatado de mi ausencia.

Pude que al rededor de treinta minutos más tarde, alcancé a ver la casa y el techado del granero rojizo y blanco. Mi corazón se aceleró por la alegría de haber podido escapar de esas bestias y de ese caradura, y sin más demora, dejé de correr para tomar algo de aire y avanzar directa a casa con el cabello lleno de hojas y seguramente algún pequeño palo del árbol

Una gran sonrisa apareció en mi rostro, no pude evitar soportarla y no mostrar la alegría de haber vuelto.

Al avanzar un poco más al pasar por el lado de la piscina, volví a tener ese escalofrío que no me probocaba una buena sensación el cuerpo. Era la misma que sentía cada vez que me encontraba con el lobo que estuvo a punto de asesinarme.

Volteé la cabeza por miedo a que así fuera, y para mi sorpresa, allí estaba.

Los gruñidos del animal se hicieron más y más roncos a medida que este avanzaba en mi dirección sin quitar la mirada de mis ojos. Odié que mi cuerpo no supiera como reaccionar con claridad, ya que tan solo pude dar un solo paso atrás.

Quise pensar que la carrera que había estado haciendo hasta aquí había tenido un significado, mejor dicho un objetivo, el de dejar a todas las bestias en el valle, pero sobretodo al lobo que tenía delante de mis narices.

Este, al tenerlo ya a un par de centímetros de mi cuerpo, mostró sus dientes brillantes que me recordaron a varias agujas gruesas pero puntiaguda, que si alguna vez se inyectaban descubriría el verdadero dolor de estas. Así que sin poder hacer nada más que dejarme caer, me dejé derrumbar en la hierba desviando la mirada del suelo para no encontrarme con los pozos sin fondo del animal.

Y por primera vez en mucho tiempo, me rendí.

Contuve mi respiración como si esperara a ser devorada hasta que las patas negras que veía por el rabillo de mis ojos tomaron una forma bastante familiar.

-¿Te has divertido?

Trémula, alzé la mirada borrosa siguiendo los brazos que ahora reposaban sobre las piernas del chico de enfrente, que acababa de ponerse cuclillas. ¿Era un lobo?

¿Desde cuándo existen hombres lobo?

No sabía de mi existencia, pero definitivamente, esto era mucho peor.

El chico al que quería dejar de ver el resto de mi vida por todo lo hecho.

Exhausta, inhalé algo de aire para poder creer lo que acababa de ver, mis manos se sintieron frías y mi cabello no era suficiente para alejar el frío de mi cabeza, que horrible sensación.

El chico siguió analizando cada una de mis expresiones con algo de respulsividad, que por poco que lo conociera y lo mucho que lo odiaba, me hizo sentir enana.

-Menuda carrera has hecho, que inverosímil- dijo anarcando una ceja esperando una respuesta de mi parte.

-Déjame, por favor, solo quiero seguir viviendo como lo hacía antes...

Atrapada por el AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora