Cap 5 • Sobrenatural

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Mis piernas reaccionaron de forma inconsciente, el corazón no permitió que ese fuera el último momento de mi vida en dejar de respirar por la apariencia del animal...

Corrí pensando que estaba punto de llegar al cielo, y cuando entre en casa, sin prestar atención a lo estúpida que había sido por no cerrar la puerta, me fui directa a mi habitación para esconderme. Una vez dentro, cerré rápidamente, aunque al no tener pestillos en toda la casa, era una gran ventaja para el lobo en caso de que quisiera tumbar la puerta.

Agradecí que mi cama fuera lo suficientemente alta como para esconderme debajo, y como las sábanas cubrían la distancia que había del suelo a la cama, no podía ser vista.

Me metí como pude, haciendo fuerza para caber del todo, y sobretodo, no dejar rastro de mí.

Pasados dos minutos aproximadamente, la puerta de mi habitación fue tumbada sin remordimientos, un solo golpe y ya se había venido a bajo.

¿Cómo podía un animal tener tanta astucia y destreza?

Esto no podía ir a peor...

O sí.

Perdí la cordura cuando el gran animal salvaje se tomó su tiempo para oler toda la habitación, mi escritorio, el armario empotrado, el montón de ropa que había dejado al suelo para recoger esta noche y lavarla... absolutamente todo. Por el pequeño espacio que quedaba entre la sábana y el piso, podía observar cada movimiento suyo, que aunque no lo pareciese podría utilizar como ventaja para saber cuando iba a acercarse.

Y así, segundos más tarde, después de morder un par de camiseta y varios tops deportivos, se acercó a la cama entre gruñidos roncos sedientos de hambre. Vi como sus grandes patas negras se detuvieron enfrente, y seguidamente, un hocico negro que empezó a olfatear mi rostro- el cual no podía apartar, ya que no tenía más espacio. Me encontraba entre la espada y la pared.

El animal al no poder alcanzarme, empezó a emitir quejidos gruñones mostrando la hilera de dientes puntiagudos a pocos centímetros de mi rostro seguidos de varios mordiscos que intentaron tomar por poco mi pobre nariz.

¿Cuándo iba a terminar esta pesadilla?

No podía más, el corazón iba a cien por hora, estaba segura que podía sufrir algún infarto en cero coma.

Cerré los ojos y esperé en silencio a que se marchara... y cuando los volví a abrir, como por arte de magia, ya no apreciaba a ver las patas del animal por ningún rincón de la habitación.

Podía salir ahora mismo y llamar a mis padres por el teléfono fijo que estaba en la primera planta, pero como soy experta en ver películas de terror y sé que nunca es buena idea salir pasados varios segundos o minutos de tu escondite, decidí quedarme a la espera.

Tan solo saqué un poco el brazo para levantar la tela y así observar con más claridad, y al no atisbar ningún movimiento extraño, decidí que era el momento idóneo para salir corriendo de ahí con todo mi cuerpo y alma.

-¿Dónde crees que vas mocosa?

La voz grotesca de un chico algo más mayor que yo, se hizo escuchar encima de mi cama, indicando que no estaba sola.

¿Quién demonios era él?, ¿qué hacía en mi habitación?, ¿y dónde estaba el lobo azabache?

Quedé completamente aterrorizada sin poder mover ni un solo músculo, hasta que el individuo me jaló del cabello con fuerza para así, sacarme del todo de mi escondite. Fui arrastrada por varios metros, pidiendo ayuda e intentado tomar algún objeto para defenderme, sin embargo, seguía sin poder reaccionar.

¿Por qué tenía que sufrir este maltrato sin yo haberle hecho nada?, ni siquiera lo conozco.

-¡Suéltame imbécil!- vociferé contoneándome en vano.

Atrapada por el AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora