19 El miedo que aún puedo sentir

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—Edward tiene que pagar, perdió la apuesta—Emmet se encontraba recordándole a su hermano que tenía que sacar la billetera y pagar nuestra entrada a la pista de hielo, no tuvimos que pedir prestados patines porque ellos los habían comprado.

—¿Lista?—Alice tendió su mano hacia mí invitándome a entrar al resbaladizo lugar—No te preocupes, nunca te dejaría caer

—No lo dudo—Sonreí para luego tomar su mano, me deje guiar mientras patinamos lentamente y como siempre las miradas de las personas estaban encima de todos nosotros.

—Oh no, ahí va Jasper—Comentaba con algo de diversión Rosalie—Vean y aprendan

Aquellos giros y saltos dignos de un profesional de patinaje se encontraban siendo realizados por Jasper, sus hermanos lo veían divertidos, Bela apenas y podía mantenerse en pie con la ayuda de Edward pero parecía divertirse igual.

—¿Qué dices de bailar algo?—Alice me había sacado de mi pequeña ensoñación

—Bueno si ya tenemos la atención de todo mundo qué más da pero yo te guiaré—Alice arrugó el entrecejo y antes de que replicara la tome de la cintura acercándola a mi—Te tengo

Su sonrisa se hizo presente, tan cálida que contagió a las mariposas en mi interior—Te aprovechas de que ahora eres más alta

—Te dije que algún día crecería y lo aprovecharía, advertida estabas—Al soltar eso último ambas reímos.

Cada vuelta que dábamos se sentia tan mágica, la sensación fría de sus manos con las mías, su sonrisa dedicada a mi, me hacían ver cada vez mas que este amor podía ser verdad.



Pasamos un buen rato en nuestra última parada de nuestra salida del fin de semana, ya era bastante tarde y el aire frío nos pegaba de frente mientras caminábamos hacia los automóviles.

—Bueno chicos llevare a Karen a su casa, nos vemos mas tarde—Todos se despidieron de mí con sonrisas sinceras en sus rostros.

Dentro del coche se escuchaban nuestras vivaces risas debido a recuerdos de nuestro pasado.

—No jajajajaja, el mejor fue de cuando me viste por la ventana y saliste corriendo tan rápido que resbalaste y terminaste estampada en el muñeco de nieve que habías echo—Aquella vez me había emocionado tanto porque tenía algunos días de no ver a Alice que en cuanto la vi por la ventana salí echa un rayo—Cuando lograste salir tu cara estaba toda rojita

—Y tu solo te reías que mala fuiste—Hice un puchero a lo que ella se rió más.

Entre platicas y risas llegamos a mi departamento, salimos del auto Alice se quedaría un rato conmigo como siempre lo hacía.

—Estas toda rojita—Dijo dulcemente mientras con su dedo me daba un toque en mi nariz.

—Es que me hiciste reír mucho—Comenté mientras cruzaba mis brazos con falsa indignación.

Estaba por abrir cuando Alice se tensó y me detuvo el paso con su brazo.

—Siento el olor de otra persona, quédate detrás de mi—Entro lentamente y encendió las luces, cada que aspiraba de nuevo hacia una mueca—Ya no está aquí

Todo parecía normal a excepción de unas libretas mal acomodadas que yo no había dejado así, me acerque encontrando una nota que me hizo perder el aire por un segundo, algo de lo que Alice se dio cuenta y tomó la nota de mis manos.


Te encontré perra


Llegar a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora