1 Sueños del pasado

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A veces mamá y papá discuten, pero al final todo se resuelve, con una sola mirada lo entiendo no debo de estar ahí cuando sucede.

Salgo de casa abrigada está nevando, aquí siempre hay nieve, eso me gusta.

Lo mejor será hacer un muñeco de nieve, empiezo a juntarla formando una bola grande, sigo en mi tarea pero algo se mueve entre la nieve y la curiosidad me puede.

Un pequeño animal de color negro resalta entre la blanca nieve, trato de ir hacia él, pero como si supiera lo que planeo se aleja más rápido de mí.
Entonces lo persigo, entrando entre los altos pinos y caminando con un poco de dificultad por la nieve.

Ahora está un poco más oscuro, las copas de los pinos están casi tocando el cielo, el pequeño animal se ha escondido en su madriguera después de escuchar un ruido.

Estoy sola, rodeada de pinos pero se cómo regresar a casa.

—Hola ¿Estás perdida?
Aquella voz de tras de mi encendió una alarma, voltee enseguida para ver a una chica mirándome atentamente.

No debía de hablar con desconocidos, era lo que me decían mis padres, así que solo negué.

— ¿Enserio? Entonces qué haces tú sola aquí, no es lugar para que una niña ande sola.

Sin hablarle señaló al agujero cerca de un pino, dónde el conejo se había escondido.

—Así que has perseguido a un conejo.
Me miró con una sonrisa en su cara, de alguna forma no parecía que fuera mala persona.

Asentí una vez más para afirmar lo que había dicho.

— ¿Será acaso que tú no puedes hablar o es que no me quieres hablar?
Aquella chica ahora estaba un poco más cerca pero estaba bien.

—Mamá y papá me han dicho que no hable con desconocidos
Le contesté en voz baja mirando a la nieve que estaba debajo de mis pies.

—Bien, entonces me presentaré, yo soy Alice Cullen y tú ¿Cómo te llamas?

Por alguna razón esa chica parecía de confiar, tal vez era por la sonrisa tranquilizante que tenía o por la suavidad de sus palabras.

—Me llamo Karen Liarth

—Es un gusto conocerte, no crees que empieza a hacer más frío, venga te acompañaré a tu casa

Sé acerco hasta tomar mi mano visiblemente más pequeña que la de ella, asentí pues empezaba a hacer más frío, a pesar de ir con el abrigo un gorro y guantes, me estaba congelando.

Caminamos a casa mientras ella tarareaba, a veces la miraba parecía alegre, al llegar mis padres estaban fuera de casa y al vernos llegaron corriendo hacia nosotras.

Ellos estaban preocupados por mí, lo único que pude hacer fue pedir perdón al ver sus caras con visible alivio.
Le agradecieron a aquella singular chica por traerme de vuelta, después de unos minutos se despidió, su figura empezó a desaparecer de mi vista mientras empezaba a nevar.

Estaba castigada por desaparecer como si nada, me había dado un baño y ahora estaba en pijama mirando por la ventana.

Los días pasaron pero de mi mente no se borraba el recuerdo de aquella chica, tenía algo que ninguno otro podía tener, pero no sabía que.

Los días en el colegio no eran tan buenos, palabras hirientes y malos tratos era lo que obtenía día a día.
Los demás niños dicen que soy diferente, alguien que quieres destacar por atención, varios de mi libros fueron robados, así que deje de llevarlos, ahora lo único que hacía en el descanso era cuidar que nadie me jugará alguna broma.

En la noche a veces lloraba, mamá no me creía y papá estaba poco en casa, pero seguramente él si me creería, ella decía que dejará de lloriquear por un juego de niños. No tengo amigos, pero está bien, alguien llegara un día, quien quiera quedarse conmigo y que me crea.

Ya pasaron dos meses desde que vi a Alice y desde entonces no la he vuelto a ver.
Era lunes, tenía colegio otras vez volvería con aquellos niños malos, solo teníamos 7 porque me hacían ese tipo de cosas, leí en un libro que los niños son buenos pero yo creo otra cosa.

Hoy teníamos que llevar nuestro libro favorito para hablar de él, temía porque algo malo pasará y así sucedió.
A la hora del descanso una niña se acercó a mi diciendo que unos niños tenían mi libro, salí al patio mi libro tenía nieve entre sus páginas, ellos estaban cerca solo riéndose, no pude contenerme y llore.

Cuando mamá llegó por mí la profesora se disculpó por el libro, mamá contesto que no había problema solo era un libro, que todo era un juego de niños.

No hable en todo el trayecto a casa, después de todo no cree ni una palabra mía, ella solo me dijo que dejara de hacer berrinche.

No sé porque me sentí sofocada en mi habitación, me dolía el estómago y quería llorar, no quería estar en casa ahora.
Sin que mamá se diera cuenta salí de casa, me adentre entre los árboles, tropecé con la nieve, no podía ver bien por las lágrimas.

— ¿Qué sucede, por qué lloras?

Esa voz, calmada y dulce pero invadida con un tono de preocupación.

No pude contestar debido a mis sollozos, ella solo se acercó y me abrazo, me aferre tanto como pude, no sé por cuánto llore, solo no dejaba de doler.

—Todo estará bien, tranquila aquí estoy.

Esas fueron las palabras que escuche, junto a las palmadas en mi espalda, y por alguna razón le creí.

—Ahora que ya está mejor, ¿me dirás que sucedió?

Asentí y empecé a separarme de ella.

—Ellos dañaron mi libro, siempre me hacen cosas malas, mamá no me cree, piensa que solo lo hago para llamar la atención al igual que todos

Lágrimas querían volver a salir, y aquel dolor en mi pecho no quería irse.

— ¿Ellos son tus compañeros del colegio?

Estaba dudosa y si ella tampoco me creía, y si pensaba que solo quería atención, tenía miedo.

Tomo mi cara en sus manos alzándola.

—Está bien, puedes decírmelo, yo te voy a creer

Podía verlo en sus ojos, que ella decía la verdad.

—Sí, ellos siempre hacen ese tipo de cosas, no tengo ningún amigo creen que quiero ser mejor que ellos, pero eso no es verdad

—Te creo, eres una buena niña Karen eso puedo verlo, pero ahora tienes una amiga, ahora me tienes a mi

La gran sonrisa en su cara hizo que la mía la imitara, yo tenía una amiga.

—Entonces ¿podrías venir a mi cumpleaños? Será pronto, si estuvieras ahí sería genial

— ¡Claro que sí!, ¿Cuándo será?

El interés el su voz parecía ser genuino.

—El 8 de enero, en un mes

Comento con alegría, ahora aquel dolor había desaparecido.

—Muy bien ahí estaré, puntual y con muchos regalos

—Te estaré esperando

Hablamos un rato más, hasta que empezaba a atardecer y me acompaño a casa, estar cerca de ella me hacía sentirme bien, ella era tan alegre que un poco de su alegría se iba a mí.

Mamá como siempre no se dio cuenta de mi ausencia, me quedé en mi habitación hasta que llegó la hora de dormir, ese día no comí pero de alguna forma me sentía llena.


Llegar a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora