Prólogo.

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Corro por los pasillos en busca de la habitación la cual me han dicho donde la puedo encontrar. Ha pasado tiempo desde que la vi, la última vez fue cuando ella estaba embarazada de seis meses y me dijo que no quería saber más nada de mí; ella se fue a vivir con su madre, quería tener tiempo para pensar en lo sucedido y estar bien por lo de su embarazo.

Por mi parte, admito que no he podido convivir bien, le he enviado dinero, por lo menos sé que lo recibe porque no me lo ha devuelto.

También sé que no me ha perdonado del todo pero ha cedido a la convivencia, todo por la pequeña. Así que tengo que aprovechar esta chance, tanto para recuperarla como para ser padre primerizo. ¿Padre? Sí, a mi edad ya es habitual que los hombres sean padres, pero es cierto eso que dicen que algunos tienen temor, principalmente porque no saben como serlo. Yo voy a dar todo de mí, con tal de que Ela me perdone.

Llego al pasillo indicado y recupero el aire, una enfermera me mira con incertidumbre y se acerca a mí a paso rápido. Me mira de pies a cabeza, creo que ya entiende mi comportamiento, le pregunto por la habitación y ella me dice que le siga, pero que primero intente calmarme porque así no voy a poder lidiar con la situación. Al hacerlo, caminamos por el estrecho mientras miro todas las puertas, algunos tienen globos, o decoraciones correspondientes al sexo del recién nacido.

Un escalofrío me recorre la espalda, ¿Acaso sé lo que eso significa? Estoy a punto de conocer a una pequeña, sí, una niña que es mi hija. Me siento mal por no poder comprarle un regalo de bienvenida pero en parte es porque he recorrido la mitad del país para llegar hasta este hospital.

La enfermera se detiene en la habitación número 208, me sonríe y abre la puerta con sumo cuidado, yo trago saliva y me preparo para enfrentar mi nuevo papel. Avanzo por la habitación y siento un aroma a perfume de bebé, miro que hay muchas flores, un montón de ositos y carteles con globos que dicen "Bienvenida Catherine". Ella ha escogido el nombre que le sugerí para su hija, nuestra hija.

Volteo a verla, ahí está, con la bebé en brazos. Ella le sonríe como si fuera lo más precioso de la vida, alza la mirada y se encuentra con la mía, se muestra sorprendida. Luce cansada, tiene el cabello alborotado y unas ojeras notables. Intento recuperar la calma otra vez, pero al ver a esa criatura en sus brazos el corazón me late a mil por hora. Esto es un gran paso como hombre.

Decido caminar para acercarme, lo hago lentamente, mi corazón palpita sin control y lo último que desearía sería desmayarme en cuanto tenga a mi hija en brazos.

Mi hija, realmente pensarlo es una cosa, ahora si lo dijera en voz alta sería lo más raro, pero también sería un orgullo.

No sé que decirle a Ela, me mira a los ojos y hago lo mismo, hay tantas cosas de las que hablar, ella jamás quiso que se diera esa oportunidad. Pero ahora que veo a esta hermosa criatura, quiero que ella me lo dé, porque creo que acabo de enamorarme de una segunda mujer: Catherine.

—Mira, Cath. Alguien ha venido a verte. —dice Ela con una sonrisa en su rostro, no puedo evitar sonreír de ternura al verla así. Mojo mis labios, me mira y sin decirme algo me pasa al bebé, tengo algo de miedo al principio, así que con mucho cuidado la agarro entre mis brazos como si se tratara de algo tan valioso, y es que lo es, es lo más importante en mi vida ahora. —Llegaste justo cuando todos se fueron.

Me siento aliviado de oír eso, ver a la suegra no es bueno, en especial si tiene ganas de mandarme a volar lejos.

No puedo creer lo rápido que me enamoro de la pequeña Catherine, me mira fija, esos ojitos claros que tiene me conmueven demasiado. Le sonrío como un tonto, me siento en otro universo, verla a los ojos es el regalo más lindo que me podrían haber dado.

Con una sonrisa miro a la madre de la pequeña, ella también se muestra contenta y con sus dedos se limpia unas lágrimas de, creo yo, felicidad.

—Ela, ella es preciosa. —le digo aún sin salir del mundo de la ternura, afirma con la cabeza y aprieta sus labios para contener esas lágrimas. —Como tú.

— No empieces, Aidan. — observa a otro lado y toma un gran suspiro. — Recuerda que has cometido algo que no te he perdonado aún, y que solo estás aquí porque hicimos un acuerdo.

Asiento como un obediente mientras la miro de soslayo. Sus ojos claros, como los de Catherine, fijan a la ventana de la habitación. Sus rizos alborotados y algo húmedos debido al trabajo de parto demuestran que ha sido todo un desafío. Los rayos del sol que golpean contra las cortinas blancas resaltan sobre su piel perlada, se la ve espléndida. Aún con las ojeras y el cansancio se ve estupenda.

De pronto pienso en la propuesta que le hice la ultima vez que nos vimos, mojo mis labios y estoy dispuesto a insistirle.

— ¿Has pensado en lo que te propuse? — pregunto mientras no dejo de mirarla, y sacudo levemente los brazos para darle calma a Catherine. Ella voltea a mirarme con el entecejo fruncido, yo no le quito la mirada, ella exhala el aire y me mira como si quisiera ahorcarme.

— Aidan, ya te he dicho que no voy a volver a tu departamento.

— ¿Quien dijo que iríamos al departamento? — frunce las cejas al no comprender. Yo lanzo una sonrisita triunfadora y bajo la mirada para contemplar a Catherine durmiendo.

Ya me la imagino gateando por la sala de estar, y ensuciando el comedor con el puré de manzana. Ela no sabe lo que le espera si me da la oportunidad, estoy apostando todo por recuperarla, y con ello, a enamorarla una vez más; ganarme su cariño e iniciar una nueva vida junto a nuestra hermosa Catherine.

Oportunidad [Aidan Turner]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora