8: Extraño.

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Mis padres ya sabían que le iba a pedir matrimonio a Ela, pero fingieron sorpresa cuando ella les enseñó el anillo. La he visto muy animada aquella noche, incluso he llegado a pensar que hasta exageraba en ocasiones, pero de seguro era porque estaba muy emocionada y feliz de la propuesta de matrimonio.

Al día siguiente ella lleva a Cath al pediatra y yo doy clases normales. Mis alumnos hacen el bullicio de siempre, pero no son tan alborotadores como los de segundo año. Estos hacen bullicio por los temas de debate, a veces mis clases toman un tema en específico, otras solo damos clases corrientes, claro que de igual forma todo es con nota, y la participación de los alumnos es más puntaje extra para sus calificaciones finales.

—Profesor, ¿Usted está de acuerdo con esa nueva reforma escolar? —me pregunta el alumno que representa el grupo. Bajo de la luna y le quedo mirando, me encuentro cruzado de brazos y juro que no he escuchado ni una palabra de lo que han estado hablando, estoy más concentrado en lo que sería el casamiento que otra cosa.

—Ah... ¿Cómo creen? ¿Por qué piensan que los he acompañado a esa manifestación? —les digo con una sonrisa. El timbre toca y siento un alivio, por lo menos no he metido la pata con mi respuesta, aunque seguro es por lo de la marcha, espero.

Los alumnos se retiran con sus mochilas colgadas a los hombros, algunos me saludan y otros lo hacen desde lejos. Supongo que esos últimos son los que no les caigo bien, tal vez me detestan por el simple hecho de que les exijo un poco más que el resto, pero lo hago porque no quiero que terminen viniendo en las vacaciones.

Guardo mis cosas, siempre soy el último en abandonar el salón, se me dibuja una sonrisa en el rostro al recordar la sonrisa de mi pequeña, estoy ansioso por verla y abrazarla.

Tocan la puerta y yo levanto la vista, me quedo estupefacto al ver a esa persona. ¿Qué es lo que hace ella aquí? Mia avanza luego de darme un vistazo completo, yo trago saliva y me pongo serio, cierro la mochila y me cruzo de brazos, esperando a que esté un poco cerca para empezar con el cuestionamiento.

—Tranquilo, solo vengo a saber como estas. —me dice en tono suave y enseñando una sonrisa. Ha cambiado un poco, tiene el cuerpo más formado, la última vez lucía toda una adolescente, y ahora, es toda una mujer. —En realidad, vengo a buscar algo a secretaria pero decidí pasar a verte un momento.

—Bien, estoy bien, ahora vete. —agarro la mochila y la cuelgo al hombro, camino cerca de ella pero se interpone y nuestras miradas se cruzan. —Mia, vete, no quiero nada contigo.

—Vaya... Me impresionas, Aidan. Eres todo un hombre maduro ahora, ¿Sigues con esa tipa? —se cruza de brazos, ese contacto de su mano contra mi brazo me recuerda a esos momentos con ella, y la verdad que pensé que ya los había olvidado por completo. —Hm, por lo visto sigues con ella.

— ¿Y para qué quieres saber? Te he dejado muy en claro que no quiero nada contigo, eso ya pasó. Ahora tengo una hija, y me voy a casar.

Se ríe por eso, es como si no quisiera creerlo. Lo suponía, Mia ha estado obsesionada conmigo desde la primera vez que me vio, son esos típicos enamoramientos caprichosos de adolescentes a profesores.

No le digo nada más, entonces me marcho de ese lugar, por lo menos ella no me sigue. Salgo de la institución lo más rápido posible, no quiero volver a cruzarme con ella, me ha destrozado esa oportunidad, me ha quitado ese momento glorioso y todo por mi culpa, pero esta vez no voy a dejar que eso suceda de nuevo.

Llego a mi vehículo, me subo y cierro la puerta. Dejo escapar un largo suspiro, dejando que el pasado siga su rumbo y no se vuelva a almacenar en mí. Bien, solo unos segundos y todo vuelve a ser como antes. Inspiro pesadamente y me dejo relajar, al conseguirlo, coloco la manos sobre el volante y decido poner las llaves en su lugar. Cuando todo está listo, manejo por la calle con tranquilidad. detengo el vehículo en la siguiente debido al semáforo, apoyo un brazo sobre la ventana y mi vista se clava en una de las esquinas.

Veo pasar a las personas, y una me llama totalmente la atención, se trata del amigo de Ela, el tal Ben. Pasa de izquierda a derecha con el teléfono pegado a la oreja, parece estar concentrado en esa conversación. Lo sigo con la mirada, va en dirección al colegio, ¿Va en esa dirección?

Quiero seguir mirando pero me tocan bocina y no me queda otra que avanzar, con toda la confusión en la cabeza sigo, ¿Qué hace ese tipo por estos lares? Bueno, tal vez vive por aquí y de casualidad lo encuentro ahora, aunque se me hace extraño encontrarlo, cuando podría haberlo hecho antes de que Ela me lo presentara.

No lo sé, debo estar pensando tonterías.

Conduzco hasta llegar a casa, allí veo a Ela con la pequeña, se acerca a mí y nos saludamos con un beso, luego cargo a la pequeña en mis brazos mientras Ela toma mi mochila y la deja sobre el sofá.

— ¿Cómo ha ido el día de visitar al pediatra? —le pregunto mirándola.

—Ah... Bien, bien. Tengo que pedir otro turno porque necesita unas vacunas. —se la ve demasiado tensa, incluso percibo que se siente perseguida por algo. Tal vez es por el tema de visitar hospitales, mucho no le agrada.

Me recuesto en el sofá con Cath y ella se ríe debido a que la sostengo en el aire y la hago bailar. Le lleno de besos y luego la apoyo contra mi pecho, disfruto de ese abrazo; cuando te encariñas mucho con alguien no puedes estar mucho tiempo separado, porque lo extrañas demasiado y quieres estar a su lado el tiempo necesario.

— ¿Se ha portado bien, la princesa de papá? —digo con una sonrisa, me balanceo de un lado a otro para que no llore, aunque conmigo jamás lo hace, solo con Ela cuando tiene hambre.

—Ah... Aidan, mañana temprano debo ir a la ciudad a buscar una correspondencia que ha enviado mi madre, ¿Podrías cuidar a Cath? No quiero llevarla porque luego no voy a poder con esa caja que me envió, tal vez son regalos para nuestra hija.

Su voz titubea por momentos, y habla rápido, luciendo nerviosa. Frunzo el entrecejo pero no dejo esa sonrisa, y asiento. Catherine me mira a los ojos y yo le doy un besito en la frente.

—Parece que mañana tendremos la mañana solo para nosotros, pequeña. ¿Sabes lo que eso significa?

— ¿Piensan dormir toda la mañana? —pregunta Ela, los dos la miramos. —Bueno, de todas formas es tu día de descanso.

Victoriosos, ya tenemos asegurado que vamos a estar toda la mañana del día siguiente durmiendo. Pero lo que me preocupa ahora es la actitud de Ela, no sé que le sucede, ¿Tiene que ver con el matrimonio? ¿Debería preocuparme al extremo?

Oportunidad [Aidan Turner]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora