Odio Irresistible [+18] © 30 DE ABRIL EN FÍSICO [1]

Capítulo 27 parte II

Advertencia: No leer en público. 

Leer con agua y biblia en mano, pecadoras.

|¿Sorprendida, mi amor?|

P A R T E I I

La forma en la que pronuncia aquello produce que todo mi cuerpo se estremezca al instante. La sensación es como un escalofrío que recorre cada recoveco de mi piel hasta calarse por completo en mis huesos.

Mi musa. La dueña de mi inspiración....

Me quedo anclada en las palabras y en lo que estas me hacen sentir más de lo que me gustaría. Es casi surrealista la forma en la que se adueñan de mí y de todos los sentimientos que detonan en mi interior.

Una corriente eléctrica se esparce por todo mi cuerpo avivando el calor aun creciente en la parte baja de mi vientre. No soy capaz de entenderlo o describirlo pero, la manera en la que sus labios degustan cada letra, el sonido enriquecido de su voz cuando lo dice...Despierta una parte de mí que aún no conozco bien. Una que por alguna razón me hace sentir más viva que nunca.

Quiero decir muchas cosas. Más de las que estoy dispuesta a admitir pero, todo se queda ahogado en el fondo mi garganta, retenido por mi parte más racional. Esa que lucha por mantenerse a flote, sin éxito.

Él tiene un efecto nocivo sobre mi sentido común. Sabe perfectamente que tecla tocar en mí interior haciendo que olvide todo lo que me condiciona a ser quien soy. Todo el miedo y la inseguridad desaparecen en el acto. Se van en el momento que una sonrisa pícara atraviesa la comisura de sus labios, enmarcando su cara en aquella expresión que anuncia problemas.

Elliot sabe lo que me hace sentir sin necesidad de palabras, sin necesidad de tocarme con los dedos. Disfruta de ello, de tenerme así.

—¿Eso es lo que somos? —pregunto, con la voz firme. Mirándole de lleno a los ojos verdes.

El escritor no titubea ni un solo segundo. Me devuelve la mirada, con el doble de intensidad que segundos atrás. Atravesándome más allá de donde los ojos pueden ver, avivando el incendio que provocan sus dedos sobre mi piel. Sus manos continúan en mis mejillas y es imposible no reparar en lo que eso me hace sentir, en todo lo que sin querer despierta aquel inocente contacto.

—Sí —responde sin dudar, desviando su vista hacia mi boca—. Al menos, eso lo que seremos hasta que tú me pidas más.

El corazón me late con fuerza ante la tensión que se esparce en mi interior, rápida como la pólvora o la dinamita, igual de intensa y explosiva.

Ni si quiera sé en qué momento lo demás ha desparecido, no sé en qué momento mis barreras han caído dejándome tan expuesta, haciendo que solo quedemos él y yo. Mirándonos con desesperación, con ganas descubrir más de lo que hay detrás de la piel. Mucho más.