Capítulo 8.

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| Que le jodan al mundo|

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| Que le jodan al mundo|


—¿Qué? —expreso atónita. Mis ojos se abren y cierran varias veces, soy incapaz de entender lo que sucede—. ¿Tú qué?

Puedo sentir el instante exacto en el que el calor regresa mis mejillas como si una ola se tratase, el corazón me late con fuerza contra las costillas. Los nervios bailan amenazantes en la boca de mi estómago y solo puedo sentirme abrumada. ¿Había dicho lo que creía?

¿En qué sentido quiere que sea su musa? No puedo evitar que una idea surque mis pensamientos avivando el fuego que me recorre el rostro.

¡Escribe literatura erótica! A caso me está proponiendo lo que creo...Oh dios. No es posible.

—¿Sabes lo que es? —su pregunta me ofende pero me esfuerzo por ocultarlo.

Suspiro con fuerza intentando deshacerme de los pensamientos que quiere inmiscuirse en mi cabeza.

—Claro que sé lo que es. Es una figura de inspiración. —suelto manteniendo mi mirada fija al horizonte—. No pienso aceptar y mucho menos sabiendo que es lo que escribes. Me niego, no. Pide otra cosa.

Una pequeña sonrisa atraviesa el rostro del escritor.

Aquí vamos de nuevo.

—Esa es mi condición —la sonrisa que se enmarca en sus facciones se ensancha. Su expresión facial denota la arrogancia que le caracteriza—. Si no aceptas, no te contaré la historia que hay detrás. Tú decides.

Pestañeo incrédula sin poder creer lo que el del cabello castaño dice. ¿Está hablando en serio?

¿Me está chantajeando?

Si cree que puede jugar a mi propio juego está muy equivocado, no voy a dejar que se salga con la suya.

—¿Eres consciente que tienes las de perder verdad? —me armo de valor para hacerle frente. Mis ojos marrones le escrutan sin piedad y siento como mi ceño se frunce al instante—. Parece que no te das cuenta de que la que sabe tu secreto soy yo, no del revés. No estás en posición de pedir nada, vas a salir perdiendo si sigues así.

—Sé que no perderé, Kate —da dos pasos hacia mí sin quitar la sonrisa que ya comienza a hacer mella en mi paciencia— Tu curiosidad es mayor que tu orgullo. Estoy convencido.

—¿Cómo estás tan seguro de eso? —vacilo a sabiendas de que tiene razón, pero pese a ello me mantengo firme—. Ni si quiera me conoces para poder asegurarlo.

El de los ojos verdes se muerde el labio inferior levemente antes de responder. Aquel gesto me obliga desviar la mirada.

—Estás aquí ¿no? Según tú no me soportas pero, pese a ello estás aquí en esta azotea escuchándome. Si no tuviese razón ya te hubieses ido —me rebate quedando frente a mí. Siento como las manos se me humedecen ante su cercanía.

Odio Irresistible [+18] © 30 DE ABRIL EN FÍSICO [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora