XIV

123 11 0
                                        

✧LAS ACLAMADAS ENTRADAS A LA GALA✧

—Eve —me llamo mi hermanastra. Al cabo de unos segundos de haberla ignorado, ella abrió la puerta de mi habitación—. Eve, ven al salon ahora.

Antes de irse, me ofreció una sonrisa falsa del tamaño de toda Australia.

Sin más opción, porque la de ignorar ya la había usado, bajó de mala gana al salón, seguida de Coco, a quien habían soltado el día anterior.

Cuando llegué al salón, vi a mis tres pesadillas pelirrojas sentadas en el desgastado sofá que se había venido desde mi antigua casa al piso de la ciudad.

—¿Madrastra? —le ofrecí mi mejor sonrisa, aunque fuera falsa.

El ambiente entre nosotras dos había empeorado cada día. Era tenso e incómodo. No lo soportaba. Cada día me pedía el dinero ganado en la mansión Walker, y casi por poco me pilla con el del restaurante.

—Eve, querida, no es necesario ese sobrenombre, dime Winona.

Ni de coña.

Apreté mis labios en una fina línea, para no decir nada de lo que no me arrepentiría pero a la vez si. Solo asentí, sin decir nada.

—Bueno, ¿por qué me queréis?

—Tu trabajas en la mansión Walker —no fue una pregunta, sino una afirmación con doble sentido.

—Aja... —dije con una mirada recelosa.

—¡Bien! —exclamó emocionada Zenda—. Es perfecto, asi podra con...

Pero antes de que acabara, Zelva la interrumpió.

—Callate, tonta. No interrumpas a mamá.

—Tonta tú, que para eso eres menor que yo —le devolvió el golpe Zenda.

—¡Solo por dos minutos!. Además, hay un estudio que dice que los pequeños son los inteligentes —se defendió Zelva.

Rodé los ojos. Esto era lo que siempre pasaba. y aunque pudiera ser divertido de ver, ya que alguna vez llegaban a "pelear" como si fueran gatos, se hacía pesado estar así cierto tiempo.

—¿Y quien lo dice?

—¡EL ESTUDIO!

—¿Acaso lees estudios científicos? —en esa pulla conteni mi carcajada. Zenda era buena metiéndose con su hermana.

—Claro que los leo. Que tu n...

—¡CHICAS! —grito Winona, haciendo que las gemelas callaran, poniendo fin a esa guerra.

No lo diría en voz alta ni que me pagaran un millón, pero internamente agradecí que mi malvada madrastra las callara de una vez. Me dolía la cabeza ya.

—¿Puedo... puedo irme a mi habitación ya...? —pregunte, sin saber si era lo correcto interrumpir ese silencio de miradas asesinas, y encima con esa pregunta.

—No. Necesitamos que nos consigas tres entradas a la gala benéfica de Halloween de los Walker, ¿Nos las podrías conseguir?

Ja, que chiste.

—No puedo —respondí automáticamente. Pero al hacerlo tan rápido, no me di cuenta de que había cavado mi propia tumba, porque la mirada que me lanzó Winona podría haberme dejado bajo tierra, tocando el infierno. Menos mal que las miradas no mataban.

Winona se rio, histericamente.

De verdad que esta mujer daba mal rollo.

Estaba estrujando mis dedos nerviosamente, hasta que la viuda que se hace llamar madre paró de reír.

Una Cenicienta DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora