23 de octubre; 00:18 am, Tokyo
Con una habilidad que siquiera había sido consciente de cuando había adquirido, HyunJin se ató su media melena rubia frente al espejo notablemente quebrado, dejando dos finos mechones cayendo por su frente. Escuchaba afuera muchos pasos, de aquí para allá la gente corría, gritaba o se disparaban entre sí, pero vamos, hacía tiempo que aquello le había dejado de asustar.
¿Y qué hacía él en aquel baño -bastante poco cuidado- con temple sosegado? Pues esperar a la señal de su hermano mayor.
-- A ver, no nos lo tengas en cuenta señor Zhào, no es nada personal, pero es que usted y sus ratas le habéis tocado demasiado las pelotas a la familia Jeon; solo teníais que estaros quietecitos, solo eso. -- Habló HyunJin agachándose a la altura del hombre que él mismo se había encargado de capturar.
El nivel que el joven alfa tenía para atar a alguien más con rapidez era inigualable.
A lo mejor, si hubiera llevado alguna vez una vida normal, de esas en las que estudias y cuando llegas de la escuela tus padres te preguntan si saldrás en la tarde con tus amigos; puede que el rubio sintiera un mínimo de lástima por ese hombre que ahora lo miraba con ojos de corderito degollado, pero no, ni un atisbo de compasión corría por sus venas. -- No me mires así, es tú culpa, ahora solo te queda aceptar tu destino y quedarte calladito. -- Animó con una sonrisita, dándole dos palmaditas en su mejilla con gracia.
Hwang se colocó detrás suyo para asegurarse -por puro aburrimiento en realidad- de que los nudos estuvieran todos correctamente hechos, para su suerte la puerta del baño fue abierta por alguien más. Las esquinas de sus labios se irguieron de forma automática. -- ¡Hyung! ¿Ya nos vamos? --
-- Sip, ya sabes, tenemos prisa. A las cinco tenemos el vuelo a Canadá para ir a ver al resto de la familia. -- Explicó TaeHyung, cargando de nuevo la munición de su arma mientras se acercaba al hombre que respiraba de manera irregular sentado en la esquina de la habitación. -- Ash, señor Zhào, es usted un llorón de primera. -- Chistó el de piel canela acercándose a él para agarrarlo del brazo y colocarlo de pie en un fuerte tirón.
Para el hombre fue sorprendente comprobar cuanta fuerza tenía ese omega, ese precioso joven que podía asesinarte solo con la mirada. Le fue imposible no sollozar con fuerza ¿Ya lo iban a matar? No quería morir, quería un poco de tregua.
Nunca pensó que pasaría de tenerlo todo ahora a estar en manos de un... desquiciado mental, uno que era como una leyenda entre las personas que se dedicaban a este mundo. Nadie no conocía a TaeHyung; y por ende, nadie no conocía a su amado JungKook; ni qué decir de HyunJin, que era una mezcla perfecta de los dos.
Hwang iba andando detrás de los dos mayores mientras hablaba con el resto del grupo por el pinganillo que los mantenía en contacto. Fue en un tonto traspies por los nervios que el hombre tropezó cayendo de rodillas, siendo fuerte el impacto para estas puestos que si quiera pudo colocar sus manos al estar atado.
-- Ay, Dios, malditos viejos torpes. -- Se quejó el antiguo peliazul, usando la punta de sus botas negras para alzar al barbilla del susodicho. -- Si no estás muerto aún es porque JungKook es un caprichoso y lo quiere hacer el mismo, y lo que mi alfa quiere, mi alfa tiene... peeero... yo soy más caprichoso que él ¿Y sabes que soy también, señor Zhào? Más cruel... --
Con una sonrisa cínica el omega le miraba desde arriba, realmente tenía una gran repulsión por ese hombre al cual nunca había visto antes o siquiera sabido de él, pero de camino a la misión JungKook les explicó a donde iban, y su pasado tormentoso pedía justicia.
Zhào Jian, el hijo de puta que llevaba toda la red de pedofilia más grande de todo el país de Japón. ¿Y qué decir? TaeHyung no podría olvidar jamás al hijo de puta que le había arruinado la vida robándole una parte de él, haciendo que nunca más fuera un infante. Podía ver la cara de su más grande pesadilla en la del señor que ahora tenía a los pies, aunque su abusador ya hacía tiempo que estaba muerto.