Sabor a gloria - Heilyn M. Ramírez
Corro, tratando, con todas mis fuerzas que él no me alcance, mis pies se hunden en la nieve blanca y espesa impidiendo que corra más rápido, miro hacia atrás para ver que tan cerca esta de mi.
Sonrió.
El está bastante lejos como para preocuparme, esta vez ganare me asegurare de ello.
Suelto una fuerte carcajada al ver como el trata de avanzar por la nieve, sus botas son para andar en la nieve y las mías simplemente son las que uso para cazar, así que a él se le hace más fácil que a mí, pero sigue siendo ruidoso y lento.
-¿Cansado panadero? Creo que debes hacer más ejercicio. - grito mientras me acerco un poco a él, sabiendo que aun tengo ventaja.
-No, para nada, solo estoy descansando - me dije con sarcasmo.
Me rió más fuerte.
Este último año, sin duda ha sido muy bueno, a pesar del dolor de las perdidas, de los cambios difíciles, la dura aceptación de que ya nada es igual y las pesadillas sobre todo las pesadillas, estar con él es mejor de lo que un día pensé o imagine.
Desde hace un año casi todos los días son de esta forma, nos levantamos, desayunamos, visitamos el distrito y a sus habitantes y tratamos de hacer lo que prometimos.
Vivir.
Peeta a re inaugurado la panadería de su familia, cuando me dijo que lo haría me pareció una muy buen idea, ya que le ayudaría a superar muchas cosas. El día de la apertura fue todo un alboroto todos estaba aquí, y hasta Haymitch estuvo y para sorpresa de todos sobrio, todos estaban emocionados sobre todo yo.
Ver al chico que me protegió incontables veces ser el mismo de siempre hizo que me diera cuenta de que necesito su calidez, su amabilidad su bondad y nobleza, para sentirme completa y por fin superar el dolor.
Un inesperado golpe me saca de mis pensamientos, Peeta me ha lanzado una bola de nieve.
Lo miro boquiabierta, es imposible ganarle en esto, hago con mis manos una bola de nieve y se la lanzo lo más rápido posible, cuando escucho el sonido del golpe, salgo corriendo con todas mis fuerza, pero cuando siento sus brazos sostener mi cintura sé que no ha valido la pena.
-Eres un traposo - le digo.
-¿yo? - dice inocentemente.
-Sí, tu... - le digo mientras él me aprieta mas contra su cuerpo.
Puedo sentir el calor que irradia su cuerpo contra el mío, a pesar de que el frío es inmenso. Ya no me avergüenza estar tan cerca de él, de hecho me encanta esta cercanía de nuestros cuerpos, ya no me incomoda, después de todo, nos conocemos de todas las formas posibles.
-Creo que beberíamos entrar - me dice.
Me da un tierno beso en la mejilla, me toma de la mano y caminamos hacia la casa.
Cuando estamos frente a la puerta, Peeta la abre, entramos y pasa tan rápido que siquiera me da tiempo a pensar, Peeta me acorrala contra la pared mi boca busca la suya para llenar el espacio que hay entre nosotros, pongo mis manos en su peco y el las suyas en mi cintura.El se separa de mí, me sonríe y se dirige a la cocina, lo miro incrédula y a la vez sorprendida, sus ataques de pasión siempre me dejan sorprendida. Salgo de mi estado de shock y lo sigo hasta la cocina.
El está sacando vasos y platos y colocándolos en la mesa, mientras él se encarga de poner la mesa yo abro el refrigerador y saco los bollos de queso y el pastel que quedo de ayer, busco una sartén la pongo en la estufa ya encendida y pongo los bollos a calentar. Peeta toma el pastes que de mis manos y también lo pone en la mesa, cuando termina se dirige hacia el refrigerador y de el saca jugo de naranja y dos panecillos decorados con glaseado de fresa.
Mientras, yo me encargo de los bollos ya calientes, apago la estufa, busco un recipiente para colocarlos en la mesa. Cuando terminamos de preparar todo, nos sentamos para disfrutar de nuestra comida, Peeta me mira con el seño fruncido cuando empiezo a comer con mucho entusiasmo, lo miro y sonrió.
-¿Qué? - pregunto.
El sonríe y niega con la cabeza.
-Nada...es solo que es raro verte comer de esa forma - dice, y se pasa una mano por el pelo.
-¿De qué forma? - pregunto extrañada.
-Feliz
Sonrió y lo miro con ternura, alzo mi mano y acaricio su mejilla, el cierra los ojos, como disfrutando de mi toque.
-Me gusta verte feliz. - dice nuevamente.
-Tú me haces feliz - le digo - De todas formas... ahora tengo que comer por dos.
Peeta frunce el seño extrañado por mi respuesta, al cabo de unos minutos sus ojos se abren, como preguntándome si lo que dije es cierto, sonrió y asiento con la cabeza. El se levanta se su silla y me toma en brazos, repartiendo besos por todo mi rostro. El se ríe feliz por la noticia, junta sus labios con los míos en un tierno beso, luego de unos minutos ciento sus lágrimas mojar mis mejillas, me aparto un poco de él y lo miro a los ojos.
-Me haces el hombre más feliz del mundo. - dice juntando nuestras frentes. - Te amo.
Sonrió.
-También te amo.
El me besa una vez más y promete cuidarnos siempre y sé que así será, que mientras estemos juntos todo estará bien, porque ya no hay nada que temer, estamos a salvo y ahora seremos una familia.
FIN.
Aquí estoy, con lo que prometí.
espero lo disfruten, nos leemos luego.
Besos.
Heilyn. M. R.