-Hola. - Dije muy fría.
-Hola mamá. ¿Cómo has estado? - Dijo Yelena dándole un abrazo.
-Aquí lo que importa es cómo están ustedes. - Dijo mi madre, sonriéndonos. Yo doblé los ojos. - ¿Pasa algo, cariño? - Dijo acercándose a mí. ¿Por qué me tiene que decir así?
-Sí, tú. - Dije mirándola por primera vez a los ojos.
-No le prestes atención, mamá. Ya sabes, sigue siendo una niña grosera y malcriada. - Dijo Yelena. No sé qué sentía en ese momento. Algo como rabia y tristeza. Sólo quería desaparecer.
-¿Alguna vez han escuchado eso de que tu familia te tiene que apoyar, estar ahí para ti y hacerte sentir querido? Pues con ustedes es todo lo contrario. Son una mierda, ¡las dos! Tú, Yelena, eres sólo una imbécil que está pendiente de chicas, sus amigos, sexo y alcohol. Tú, Melina, no creo que te pueda llamar 'mamá' otra vez. Nunca están ahí. ¿Esto es a lo que ustedes llaman una familia? ¡Está muy lejos de serlo! A veces sólo quisiera desaparecer o irme lejos. Lejos de aquí, ¡alejarme de todas las personas que me rodean! En especial de "mi familia". Ahora no finjan que yo soy el problema, ni siquiera se atrevan a hacerlo. Las odio tanto. - Dije entre lágrimas. Por fin, por fin me había desahogado. Sabía que algún día explotaría.
Yelena tenía una mirada triste y sólo miraba abajo. No me atreví a mirar a Melina. Subí a mi habitación y cerré la puerta de un portazo, me tiré en mi cama a llorar como hacía siempre. Empecé a gritar contra la almohada. Odiaba esto. Odiaba todo.
Yelena.
Todo lo que dijo Natasha era cierto. Nosotras estábamos muy lejos de ser una familia. Me dolió tanto lo que dijo, fue tan sincera. Toda esta familia se fue a la mierda desde que papá murió y Nat era la más cercana a él. Era su mejor amigo, era su todo. Tenía ganas de abrazarla, de decirle que la amaba más que nada, pero ella no me querrá ni ver. Todos estos años he sido una imbécil con ella.
¿Cómo era capaz de si quiera dejarla que se viniera sola de la escuela a la casa? ¿Sólo porque tengo que hacer algo con mis amigos o con chicas? Eso es verdad. Siempre los pongo a ellos primero que a ella. Soy una puta decepción.
-Mamá, yo...
-Creo que debería irme mejor. Dile que la amo. - Pronto cogió todas sus cosas y se fue. Todo empeoraba. Todo.
Me senté en el sofá y me puse a pensar muchas cosas. Suspiré. Mi teléfono empezó a sonar.
-Hey Yelena, no te imaginas. Probablemente esa fue la mejor follad... - La interrumpí.
-No estoy de humor, Wanda.
-¿Pasó algo? Sabes que me puedes contar.
-Sí, Natasha...
-¿Qué? ¿Le pasó algo a Natasha? ¿Dónde está?
-Sabes que vino mamá y todo se salió de control, ella sólo dijo lo que ha sentido todos estos años. Ella empezó a llorar y nos dijo que nos odiaba. Fue horrible ver a mi hermana así.
-Espera, voy para allá. - Dijo y colgó.
Diez minutos después Wanda estaba aquí, se sentó en un sillón y yo le expliqué mejor.
-Es horrible. He sido toda una imbécil con ella. Mamá y yo nunca hemos estado cuando ella más nos necesitaba, ¡ella nos necesita! Y yo sólo me preocupo por otras cosas. ¿Sabes cuántas veces la he escuchado llorando? ¡Todas las putas noches! Pero yo soy una cobarde como para preguntarle qué le pasa o decirle que todo va a estar bien pase lo que pase.
Wanda.
Quería tenerla en mis brazos. Abrazarla, protegerla, estar ahí para ella como nunca nadie lo ha estado. Decirle que todo iba a estar bien al final.
Pero eso era imposible.
Me sentía como una mierda sabiendo que ella estaba así.
Maldita impotencia. Sólo quería robarle una sonrisa, hacer que todo el dolor que siente se fuera. La quería tanto, me estaba volviendo loca. Sólo la quería conmigo, a mi rubia.
Mía.
Estaba tan pérdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que estaba bajando las escaleras. Ella... Tenía un suéter de Batman con unas medias negras. Ella esquivó mi mirada, se nota que estaba llorando.
-¿Y Melina? - Le preguntó a Yelena.
-Mamá se fue, Nat. - Ella dobló los ojos.
-Maldita cobarde. - Dijo y subió hasta su habitación.
No aguantaba más. No podía. Tenía que hacer algo. Tenía que hablar con ella.
-¿A dónde vas? - Dijo Yelena mientras veía que subía las escaleras.
-Al baño. - Mentí.
Toqué su puerta.
-No quiero verte, Yelena. - Abrí la puerta con cuidado y ahí estaba ella, sentada viendo por la ventana. Volteó y me miró. - ¡Y a ti mucho menos! - Dijo y se empezó a acercar a mí para sacarme de su habitación. Yo tenía más fuerza y cerré la puerta.
-Sólo quiero hablar contigo, ¿te podrías calmar?
-¿Qué es lo que quieres? - Dijo y me senté en su cama.
-Yo sé cómo te sientes, pero lo peor es encerrarse en tu propio mundo y deprimirse.
-¿Tú qué sabes? ¿Yelena te lo contó, verdad? Es una imbécil.
-Créeme, yo sé lo que se siente. Perder a la persona que más quieres y sentir que nadie a tu alrededor te puede comprender como esa persona lo hacía. Sentirte sola.
-Tú no sabes nada.
-Sí, Natasha. Yo perdí a mi hermano Pietro hace muchos años y no sabes lo mucho que me deprimí. Incluso pensaba en quitarme la vida. - Ella se sentó en la cama y me miró - Pero después comprendí que eso era lo peor que podía hacer, deprimirme. Hice muchas cosas que jamás pensé que haría... Todo fue un desastre. No me gustaría que pasaras por lo mismo, simplemente no quiero que estés así.
-¿Qué cosas hiciste? Digo, si puedo saber.
-Un amigo me dijo que para olvidar todo por un momento lo mejor era drogarme. - Ella abrió la boca sorprendida - Incluso me hacía daño a mí misma, golpeaba las paredes con fuerza e incluso rompí el espejo que tenía en mi cuarto. No quiero que nunca pienses en hacerte daño, pequeña, nunca.
-¿Por qué haces esto?
-Me importas, Nat. Aunque no lo creas. - Ella se acercó a mí y me abrazó. Y me di cuenta de que todo lo que quiero estaba ahí, conmigo. Todo lo que siempre he deseado.
-Creo que deberías de hablar con Yelena.
-No quiero. - Dijo ella escondiéndose en mi pecho. - Hablando de ella, ¿dónde está? Digo, si te viera aquí ya te hubiese matado. - Yo reí.
-Pues le dije que iría al baño. - Ella empezó a reír y me sentí completa. La había hecho reír.
-Wanda...
-¿Sí?
-No quiero que te vayas.
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Eres mía, rubia; Scarletwidow [ACTUALIZACIONES LENTAS]
FanfictionNatasha Romanoff y Wanda Maximoff. No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes y actitudes contrarias. Wanda era dueña...