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Eran las nueve y media de la mañana, Mina miraba de vez en cuando el reloj que había en el quirófano. Estaba terminando la cirugía de un paciente, y por algunas complicaciones se alargó más de la cuenta.


Cuando finalizó la cirugía, terminó de firmar algunos papeles. Revisó nuevamente el reloj, esta vez el de su celular, el cual marcaban las nueve con cincuenta minutos. Lo tenía seguro; iba a llegar tarde a la obra que presentaría el jardín.

— Momo, debo irme ya. Si pasa algo me llamas, ¿vale? —La mencionada asintió. Mina se fue al vestidor, sacándose su uniforme y poniéndose rápidamente su ropa que consistía en una blusa y un abrigo negro junto con un pantalón. Tomó su bolso negro, colgándolo en su hombro.

Entró al ascensor, apoyándose en la pared mientras esperaba llegar hasta el estacionamiento. Movía su pie golpeando el suelo, y los dedos de sus manos se movían ansiosos golpeando su bolso. Elevó su mirada cuando sonó el típico sonido del ascensor al llegar a un piso, indicando que había llegado al estacionamiento.

Sacó las llaves de su auto, desbloqueándolo para poder subir al vehículo. Dejó su bolso en el asiento del copiloto, prendió el auto y empezó a manejar a su destino.

Pero a veces la suerte no está de nuestro lado. Ya eran las diez con diez minutos, y el tráfico solo empeoraba.

Mina hizo una mueca. Golpeó el volante, inconscientemente empezó a morder su labio inferior, estaba llegando tarde, y le aterraba el hecho de que se iba a perder la obra de su hija.

Las bocinas no se hicieron esperar, y frustrada apretó la bocina del volante con fuerza.

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Sana miró a sus alumnos, cada uno disfrazado con su traje correspondiente. Observó como una niña vestida de tigre se asomaba cuidadosamente por medio de las grandes cortinas, mirando a los padres que iban llegando sentándose en los lugares que salían con sus nombres.

Se acercó sigilosamente, pudo presenciar como la menor hacía un mohín al no ver a su madre entre los demás adultos.

— ¿Todo bien, Nayeonnie? —La mencionada volteó viendo a su profesora. Quitó su mohín de inmediato, e hizo una leve sonrisa apenada, asintiendo.

— Sí, todo bien... —Dijo en un tono bajo y triste. Sana se agachó y ladeó un poco su cabeza, dándole el pase a empezar a desahogarse. — Es solo que mi mamá aun no llega, ¡pero la entiendo! Quizás un niño la necesita más que yo. —Volteó mirando por la leve separación entre las cortinas el asiento donde su madre debería estar sentada. — Me hubiera gustado que alguien me estuviera viendo solo a mí, como los papás de mis compañeros. —Hizo una mueca, suspirando.

Una idea se le vino a la mente. — ¿Y si yo me voy a sentar a ese lugar? —Los ojitos de la menor se iluminaron.

— ¿Me va a ver solo a mí? —Sana asintió. Sonrió enternecida al ver la cara de emoción de la pequeña de seis años.

Se anunció que empezarían las obras, dando inicio con la obra de "El secreto", seguido por la obra de "Los pequeños osos".

La profesora se sentó en el asiento donde debería estar Mina, la cual aún no llegaba. Sacó su celular, teniéndolo a mano para cuando empezara la obra que le correspondía a su grupo.

La obra de "Los pequeños osos" había acabado, y los niños de la obra "Juntos podemos" subían al escenario. Los niños se pusieron en sus lugares, listos para empezar.

El escenario había cambiado, siendo decorado ahora con cosas para ambientar el lugar como si estuvieran en la selva junto con algunas rocas.

¡Hagamos una competencia a ver quién llega primero al estanque! —Habló fuerte Nayeon. Sana sonrió orgullosa, se preguntó si así era como se sentían los padres al estar orgullosos de sus hijos.

Ay no, eso me aburre. Mejor vamos a saltar por las piedras. —Jeongyeon empezó a saltar por las piedras que había en el escenario.

Jongdae bostezó, siguiendo lo que se había aprendido. — Que flojera, no, mejor nos quedamos aquí y contamos historias misteriosas.

Sacaba fotos en cada momento, guardando el recuerdo. Se distrajo al escuchar la puerta principal del teatro siendo abierta. Era Mina, la cual recién llegaba con sus mejillas rojas y claramente agotada, podía asegurar que había corrido hasta el teatro desde una gran distancia.

La madre miró al escenario, viendo a su hija que justo iba a hablar, pero antes de que la menor hablara, esta la miró desde su lugar asombrada y emocionada a la vez, su madre había llegado. Nayeon le sonrió, y con más ánimos habló siguiendo su línea.

Los leones son flojos, las leonas tienen que salir a cazar para alimentarlos. —Habló, burlándose como decía el libreto. Mina negó sonriendo, su hija era una gran actriz.

Pasó su mirada por los demás asientos, conectando miradas con Sana, la cual se levantó y le indicó con su mano el asiento. La mayor asintió caminando hacia ella, agradeciéndole en un susurro.

La obra siguió perfectamente, sin alguna equivocación. Sonriendo miró todo atenta Mina, disfrutando del espectáculo. Todo terminó cuando todos los niños caminaron detrás de la pequeña Seulgi, la cual interpretaba a la señora osa.

Los padres empezaron a aplaudir a los niños con una sonrisa radiante.

Todo acabó con la obra "Julieta y su nuevo regalo". Todo el público, tanto como padres y profesoras, se levantaron y aplaudieron. Los niños se tomaron de las manos haciendo una reverencia, el telón se apagó y las luces se prendieron.

Nayeon corrió emocionada hacia su madre cuando la tuvo al frente suyo. La abrazó por el cuello, siendo alzada por la mayor quien la había tomado en brazos. — ¡Llegaste!

— Por supuesto, no me iba a perder tu actuación, conejita. —Besó la mejilla de la niña, la cual solo pudo esconder su cara en el cuello de la mayor.

— ¿Actué bien? —Preguntó aun escondida.

— Fuiste la mejor actriz de todos. —halagó. Miró a la profesora pelirrubia que estaba hablando con unos padres, y apenas terminó la conversación se acercó a Sana. — Sana, muchas gracias por lo de antes.

Sana negó, sonriendo tímida. — No es nada, fue un gusto. —Una idea se le ocurrió a la menor, así que salió de su escondite.

— Mamá, ¿la profesora Sana puede venir con nosotras a comer pizza? —Para disfrutar la tarde, Mina le prometió a su hija que irían a comer pizza, o lo que ella quisiera.

Ambas adultas abrieron sus ojos como platos en forma de sorpresa, se miraron dudosas. — Uh... Bueno, si ella quiere, claro. —Dijo Mina mirando expectante a la profesora.

— Me encantaría, claro si no es molestia. —Sana y Mina se miraron con leves sonrisas tímidas. La menor miró a ambas adultas, pasando su mirada de una a la otra.

— ¡Entonces vamos! —Gritó emocionada. Las mayores salieron de su burbuja y miraron a la menor, divertidas por la emoción y energía que de repente había tenido la niña. Una linda tarde se venía. 

My Little Bunny [Adaptación 2na]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora