Capítulo 4. Una reunión agridulce

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La noche seguía presente, sin embargo, cada vez más se acercaba la mañana al pequeño pueblo de Encanto. Mirabel, Luisa, Dolores y Camilo, quién no se quedó de brazos cruzados y las acompaño, buscaban al abuelo de la recién llegada. Afortunadamente no tardaron en encontrarlo, la mala noticia era que estaba rodeado de un grupo de pobladores.

-Debieron haberlo visto. Es un joven más alto que yo, de cabello rizado y negro... - suplicó el señor, siendo interrumpido por Don Diego, asustado al ver a un extraño en su hogar.

-Señor, ya le dije que no ha llegado nadie por favor aléjese de mi ... ¡Mirabel, gracias a Dios! – se interrumpió con alegría mientras ocultaba a sus nietos tras de él, alejándolo del hombre misterioso.

-Señor, encontramos a su nieta, ella está en la casa de allá y ... - la menor no pudo terminar su oración, pues apenas señaló el lugar y el hombre caminó con pasos decididos, especialmente tras entender que Luciana había sido descubierta como mujer.

-No se preocupen. Sí, acaban de llegar dos personas del exterior, pero la otra esta herida y vamos a averiguar lo que sucede en la mañana, por ahora vamos a dormir- expresó Mirabel con liderazgo. Los presentes estaban asustados, pero decidieron confiar en los dones y habilidades de los Madrigal, ya mañana resolverían la situación.

El señor caminaba seguido por los cuatro jovenes, Dolores podía escuchar los rápidos latidos del corazón, aun así, ninguno sabía que el mayor sufría al pensar en perder a otra persona importante en su vida.

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-¡Sácame de aquí Pepa!- gritó Bruno con furia, ya no estaba jugando. La mayor lo había sujetado con cobijas a una silla mientras Félix y Agustín miraban sin saber que hacer.

-¡No hasta que dejes de moverte!- La pelirroja combatía contra su hermano, tratando de peinarlo y maquillar su cara – ¡Debes lucir bien para esa mujer!

-Pepi, mi amor, ¿No crees que estas siendo un poco...? – Félix fue interrumpido por la mirada de furia de su esposa, así como una mini tormenta en sus cabezas – Entiendo, tú sabes lo que haces.

-Y listo- terminó con alegría, Bruno no lucia muy diferente a lo usual, de hecho, estaba casi igual, solo que su cabello estaba un poco más arreglado y con su cara sin imperfecciones. La pelirroja lo soltó y antes de que el menor pudiera hacer algo ella lo agarro de uno de sus brazos – No vas a escapar de tu destino Brunito.

-Ya que, ya que – sollozó derrotado, para después cubrirse el rostro con su capucha y continuar con voz diferente – Voy a conocer a esa mujer y te probare que esa maldita visión estaba mal, como que me llamo Hernando y no le temo a nada.

- Me sirve, ahora vamos a conocer nuestra cuñada, digo... a tu futura pareja- exclamó con alegría mientras guiaba a su hermano, sujetándolo con fuerza. Agustín y Félix sonreían tras de ellos, pensando que nada podria salir mal.

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Por otro lado, en la cocina la sorpresa era palpable para las mujeres y las emociones se revolvían en sus estómagos, apenas dejándolas respirar. Isabela estaba asombrada, no podía creer lo que la recién llegada decía. "No puede ser el mismo" pensaba tratando de ser racional. Su madre y su abuela estaban temblando, especialmente la mayor, las palabras no salían de su boca y sabía que en algun momento colapsaría.

Luciana, ignorando estas reacciones, se levantó de la mesa como pudo, siendo finalmente ayudada por Isabela. Cuando logró ponerse de pie, la mayor se estiró, moviendo las articulaciones y relajando los músculos, no sabía que le habían dado, pero se sentía muy bien, como si no hubiera pasado una ola gigante por encima de ella. Los pensamientos de las cuatro fueron interrumpidos por los gritos de un hombre mayor y varios más que Luciana no conocía.

Con sus fuerzas ya recuperadas, la recién llegada salió corriendo de la cocina. Al llegar al patio central pudo ver a su abuelo y con mucha alegría se unió a él en un gran abrazo. El hombre también sonreía, ya con el corazón calmado y con lágrimas que se unían a las de su nieta.

Los cuatro Madrigal que entraron con el hombre sonrieron con ternura al ver esa escena, sin embargo, Dolores pudo escuchar los latidos fuertes y rápidos de su tía, prima y abuela. Algo malo había pasado y sus sospechas se confirmaron cuando Alma dio un paso al frente y habló con voz entrecortada.

-¿Pedro? – preguntó temblando. El extraño soltó a su nieta y miro a la matriarca con duda. Al instante sus ojos se abrieron y se llenaron de lágrimas, el mencionado reconoció a la mujer frente a él y respondió temblando.

-Alma- afirmó con voz baja, los dos mayores se contemplaron, como no lo habían hecho en más de 50 años. Las dudas ya no estaban presentes, y el amor que se tenían seguía reinando entre los dos. La mayor tomo la palabra mientras que Pedro le acariciaba la mejilla con mucho amor.

-Creí que estabas muerto, yo te vi morir – sollozó con fuerza.

-Yo también me creí muerto, me hirieron y por un momento lo estuve, pero no podía... No podía morir sin saber que estaban a salvo y cuando vi que los jinetes se acercaron de ustedes... yo solo... - sus palabras se cortaban, su voz temblaba sin dejar de mirar al amor de su vida y al momento de que Alma lo abrazo se permitió llorar.

Los jovenes observaban expectantes, fue muy fácil descubrir lo que estaba pasando. Isabela cubría su boca con lágrimas tanto de tristeza como de alegría al ver a su abuela finalmente en paz. Julieta también estaba llorando, con una mano en el corazón al conocer por primera vez a su padre. Dolores y Luisa se abrazaban entre ellas con los ojos nublados. Mirabel y Camilo por otro lado estaban sorprendidos y saltando de alegría, tratando de no soltar lágrimas. Y Luciana estaba petrificada, como una espectadora de una tragedia, su cerebro trataba de procesar los eventos tan rápidos que estaban pasando. Su abuelito, el mismo que habia estado tantos años solo y sufriendo por su familia ahora se había reencontrado con ella, una gran sonrisa adorno su cara mientras llevaba sus manos unidas a sus labios.

-¿Julietita? Mi niña – llamó a la trigueña con dolor, la mencionada apenas se pudo mover. Un empujoncito de su hija mayor fue lo que logró despertarla para después correr a los brazos de sus padres, Pedro no dejo de besarle las mejillas, frente y cabello mientras soltaba un gritó de felicidad.

-Oigan, ¿por qué las caras larg...?- la pregunta murió en la boca de la recien llegada Pepa junto con su sonrisa y la de los que la acompañaban. Bruno, sin saber que pasaba se descubrió la cara para observar a su hermana y madre abrazando a un extraño. El hombre los observo y sus ojos brillaron de una forma que no les fue posible de describir.

-Pepita, Brunito, mis niños, han crecido mucho – el asombro surgió en las caras de los mencionados. No sabían quién era ese hombre y casita, para darles una mano, llevo el viejo cuadro de su padre para colocarlo junto al recien llegado quién lo ignoro completamente al seguir con la vista en sus hijos.

-Es nuestro padre – resolvió Julieta mientras seguía abrazando al mayor, los hermanos menores se acercaron con cuidado y cuando estuvieron lo suficientemente cerca fueron atrapados en un abrazo familiar como nunca lo habían sentido antes en su vida. Ya no pensaban en nada más que en su niñez, en las veces en que sollozaban ante su madre preguntándoles por un padre que no estaba con ellos. Las lágrimas no dejaban de salir mientras Pedro abrazaba y besaba a cada uno de sus hijos. Los mismos que no habia visto en tantos años, los mismo en los que pensaba cada noche llena de pesadillas sobre esa fatídica noche.

Finalmente, su corazón lleno de miedos y dolor estuvo en paz.

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¿Qué tal? ¿Les gustó? Siento que la reunión no fue lo suficientemente emotiva. Pero bueno... ya la familia está unida y les tengo una sorpresa. ¡Un doble capítulo! La inspiración llegó y escribí casi 3200 palabras, por lo que en unos momentos subiré la siguiente parte. 

No olviden comentar y votar. Bye bye.  

La visión del destino (Bruno x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora