Capítulo 4: Solo amigos.

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Se había pensado mucho el venir al baile, pero el saber que cierta dama asistiría le persuadió de ir. Hacia poco que James, su compañero de travesuras, lo había abandonado por unas bellas jóvenes que suspiraban a cada palabra que soltaba.

Medio escondido con su copa de brandy, Eric observaba la sala en pos de su dama. Desde que la había conocido no se habían vuelto a ver. De ahí a que ansiaba verla de nuevo. Como hombre que disfrutaba a menudo de los favores de las mujeres y que apreciaba y admiraba la belleza, no podía negar que Lady Crawford era sin duda una criatura excepcional. Sonrió al verla al otro lado de la sala. Esta estaba bebiendo de su copa acompañada de tres caballeros, de los cuales sólo conocía a uno, el coronel Stackhouse, la hermana de este y una señora mayor, que por lo que suponía era la tía de Sibylla. Se fijo en que Sibylla era la que mas llamaba la atención en toda la sala. Llevaba un vestido verde oscuro, de talle alto y tirantes anchos, que resaltaba en sobremanera su esbelta figura y su pelo rojizo. En el cuello lucia un sutil collar de esmeraldas.

Un par de damas pasaron delante de Eric, moviendo las pestañas coquetamente, pero él no se inmutó. Su vista y atención seguían puesta en Sibylla. Por lo que se veia, uno de los jovenes la quería sacarla a bailar. La cara de ella denotaba que no le agradaba mucho la idea y decidió tomar cartas en el asunto.

-Lady Crawford, venia a reclamar el baile que me debia.- le extendió la mano y esperó.

-Por supuesto.- contesto ella sonriendo y tomó su mano. No se había dado cuenta que en aquel momento sonaba un vals y temía que ella se negará a bailar. Pero la sonrisa seguía en su rostro y sin más dilación, se unieron a la danza.

-Gracias. De nuevo me ha salvado.- comenzó a decir Sibylla. Estaban demasiado cerca.

-Bueno... como ya te dije, es algo que me agrada hacer.- ella sonrió complacida. Eric se acercó un poco más a su oído y le susurro- Por cierto, hoy estás realmente hermosa.- Eric sonrió al ver que ella se sonrojaba.

-Seguro que eso se lo dices a todas.

-Solo a aquellas que realmente se lo merecen.- y puso su mejor sonrisa seductora.

-¿Sabes que todo eso no va a funcionar conmigo, verdad? Qué no voy... a caer rendida a tus pies... por unos simples halagos.- lo miro irritada y con un leve empujón se alejó de el.

Eric se había quedado perplejo. Jamás una dama se había resistido a sus encantos. Pero ella no era una dama cualquiera. La busco, pero era como si hubiera desaparecido de la sala. Vio como una pareja regresaba del jardín y decidió mirar fuera. Con suerte tal vez la encontrará ahí.

Sentada en un banco y apoyada sobre el tronco de un árbol apartado del camino, la encontró,  observando las estrellas. La luz de la luna bañaba su cara, confiriéndole el aspecto de una criatura mágica e inalcanzable. Se acercó a ella sin hacer ruido, por miedo que se asustara. Al darse cuenta de su presencia, Sibylla suspiro y se giro para mirarlo.

-Siento haber reaccionado así ahí dentro. No estoy muy acostumbrada a ese tipo de halagos.- comenzó a decir ella en voz baja.

-No hay nada que perdonar.- contestó mientras se sentaba a su lado.- Lo tendré en cuenta para la próxima vez. Nada de halagos.- ambos se rieron.- ¿En qué estabas pensando antes de que llegara?

-Pues... en mis padres.  Me hubiera gustado que ellos estuvieran aquí conmigo, aconsejandome, apoyándome.- Eric le acarició la mejilla con ternura, durante unos instantes estuvieron mirándose a los ojos. Eric sintió la necesidad de acercar un poco más para besarle y probar el sabor de sus labios. Sibylla intuyo lo que se proponía y se apresuró a decir.- También pensaba en lo histérica que se va a poner mi tía cuando sepa que he bailado un vals sin su consentimiento y... que estoy aquí contigo a solas.- se alejó  rápidamente y se puso en pie.

-Desde luego eso seria un escándalo.

-Y mancharia mi reputación.

-Y eso es algo que yo, como caballero que soy, debo impedir. Entonces, ¿que deberíamos hacer?

-Lo mejor será que volvamos y disfrutemos del resto de la velada.- ambos caminaron de regreso a la mansión. De vez en cuando se miraban y se sonreían, pero ninguno dijo nada. Finalmente Eric rompió el silencio.

-Me agrada estar contigo. Eres diferente a las otras damas.

-Sí,  supongo que si. A mi también me agrada estar contigo. Pero quiero que sepas que yo no voy a caer tan fácilmente, como el resto de damas, en tus juegos de seducción.

-Yo jamás haría eso contigo. Yo... yo solo quiero ser.... tu amigo.

-¿Mi amigo?- pregunto curiosa.

-Sí,  tu amigo. Supongo que te tendrás que casar. Yo puedo ayudarte a buscar un buen candidato o puedo hacer que te diviertas.

-Vale... me parece bien. Pero una cosa.- aceptó Sibylla.

-Lo que sea.

-Prometeme que no te enamoraras de mi.- Sibylla se alejó riendose dejando a Eric con la boca abierta.

La indomable Lady Sibylla (Saga por y para siempre #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora