Jeon JungKook es un chico adorado, impaciente, competitivo y ciertamente chulesco, pero un Alfa adorado y apreciado.
Kim TaeHyung es un chico brillante, divertido, alegre y demasiado tierno, pero un Omega brillante y apreciado.
Park Jimin es un chic...
Hola! Quiero decir algo antes de iniciar el capítulo. Este capítulos contiene escenas y situaciones ficticias que pueden resultar ofensivas o dañinas para alguna personas. Por eso pido responsabilidad y que si no estás cómodo con este tema mejor pases de capítulo.
‼️🔞El tema a tratar es el suicidio.🔞‼️
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Eran las seis de la mañana y Jimin seguía despierto; su cabeza doliendo un infierno que no podía soportar más. La ansiedad en él que le gritaba mil y una vez que se estaba volviendo loco y que su lobo debía dejar de sentir tanta necesidad de atravesar esa valla que veía desde su tejado junto a su ventana.
El sol había comenzado a surgir tras el espeso bosque que había sido el lugar detonante de su creciente locura.
Estaba tan perdido, el pobre adolescente de 16 años estaba planteándose la misma existencia y verdad de su vida.
Cuando llegó a casa la noche anterior tras encontrar a TaeHyung y fundirse en ese especial abrazo con JungKook incluido; su aroma se había expandido por todo su cuarto. La esencia del té puro sin aditivos ni rastros de más sabor haciéndole sonreír e incluso reír como demente. Porque era feliz, sentir a su lobo tratando de despertar del todo y queriendo mostrarse había sido algo que no recordaba haber vivido y que le estaba marcando de forma alegre su ser.
Pero todo acabó cuando su madre irrumpió en su cuarto, sin contemplaciones a la privacidad y recordándole, casi exigiéndole, que tomara sus pastillas.
Así que así pasó la noche, viendo las cabañas de luces apagadas y rogando porque si lobo volviera. Lo entendía porque la felicidad de haberlo sentido era tan importante y maravillosa, pero ansiaba volver a hacerlo.
O así fue hasta que el tiempo pasó y a las seis y cuarto de la mañana el dolor llegó a él. Necesitaba a JungKook y TaeHyung, necesitaba su cercanía, su tacto, aroma, protección y amor. Pero no lo tenía y su lobo comenzó a aullar en sollozos lastimeros que oprimían su pecho dando descargas de dolor por todos sus huesos y músculos.
A trompicones fue que volvió dentro de su cuarto, cuando la ligera idea de caer desde su tejado le asustó por los mareos y ligera fiebre que comenzó a sentir. Sentándose a en lado de su cama sobre el viejo colchón, volcó el bote de pastillas de inhibidores de aroma y el de supresores de Omega sobre su mano izquierda. Llevado por el ansia de dejar de sentir dolor llevó el puñado de ambas pastillas mezcladas a su boca, mordiendo estas y tragándolas sin contemplaciones ni arrepentimientos.
Un nudo se formó en su garganta y mitad de su pecho por la espesura de la masa que se hacía difícil de digerir, más siguió haciendo fuerza para que pasaran. Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos cuando su lobo aulló agudo y alto incluso pareciendo sonar fuera de su cuerpo en un llamado de socorro ante lo que el humano había hecho.
