Capítulo 14

1.3K 159 42
                                    

Arty

Ese hombre es de hierro. Mis lágrimas y súplicas fueron totalmente indiferentes para él. Aunque pensándolo bien, es normal tomando en cuenta el hecho de que he lastimado a su sobrino. Pero de cualquier forma tengo que pensar en una forma de evitar que el señor Marck le cuente la verdad a Gulf.

Pero, ¿qué puedo hacer yo desde la prisión?

El muy maldito de Marck cuando me arrodille a sus pies se sacudió y se despegó de mí como si tuviera lepra o algo así. Luego llamó al guardia que estaba en la puerta e hizo que me encerraran en esta maldita celda.

Antes de encerrarme tomaron todas mis pertenencias, incluidas el inhalador. Traté de explicarle al guardia que podría morirme sin este, pero el muy hijo de puta le importó un comino y me lo quitó.

Mi nueva vestimenta naranja me hace ver demasiado pálido e inocente. Justo como las víctimas perfectas de las malditas prisiones.

Siempre he odiado esta cara de puta barata de porno que que tengo. Para colmo mi cuerpo curvilíneo no me ayuda mucho dándome un aire bastante afeminado. Juro que si un día me pongo una peluca y maquillaje, parecería completamente una chica delicada. Imagínate un twink y ese exactamente soy yo.

Mi fortuna es que estoy solo en la celda que me tocó. Pero nada me salvará cuando tenga que salir al patio. Sería un conejo cazado. No tengo dinero ni nada que me ayude a protegerme. Definitivamente estoy jodido. Pero la cosa aquí es cuando no lo he estado.

Marck en definitiva pensó la mejor manera de vengarse de mí por lo que le he hecho a Gulf. Porque en definitiva Marck no solo me esta privando de mi privacidad, pero me esta quitando la poca esperanza de vivir que aún me queda.

Nunca, pero nunca podría vivir en paz si alguien vuelve a poner sus sucias manos en mi cuerpo sin yo desearlo.

Yo realmente me pregunto qué caso tiene seguir viviendo. Hace años que tenía que haber dejado de existir, mejor dicho,  nunca debí haber existido. Yo simplemente había sido y soy una desgracia.

Cuando era un niño no podía entenderlo. No podía entender porque mi padre cada vez que dejaba al alcohol dominar su ser me golpeaba y me gritaba que nunca debí haber nacido. Que le había quitado al amor de su vida.

Que había matado a mi madre.

Mi mente infantil no lograba entender las palabras de aquel borracho que decía ser mi padre, pero que ignoraba mi existencia cuando estaba sobrio. Sin embargo, cuando el alcohol consumía su alma se acordaba de mi existencia dibujando marcas rojas por mi pequeño cuerpo, y grababa sus palabras marchitas y desdichadas en mi memoria.

Para que recordará por toda mi existencia que el haber nacido le había costado a su amada esposa que pereció en la sala de parto. Por lo tanto debería vivir toda mi vida cargando con esa culpa.

En definitiva, el viejo borracho estaba loco.

Yo no pedí nacer. Nunca le pedí que sacrificara su vida por mí. Tampoco es algo que voy agradecerle nunca a mi madre. El haberme dejado vivir en un mundo tan oscuro.

Si el nacer fuera una decisión que uno tomara, nunca la hubiera tomado en definitiva ¿Quién quisiera nacer en un mundo donde gobierna la tristeza e infelicidad?  Donde todo es incierto y solo se vive de la esperanza y la fe. Pero en mi caso, ¿cómo tener alguna de esas dos? No tengo esperanza de una vida mejor porque siempre me ha tocado vivir experiencias demasiado traumáticas. Primero, ser el saco de boxeo favorito de mi padre. Luego vivir en las calles muriéndome de hambre tan solo siendo un niño, pero en aquellos tiempos a pesar del hambre y el frío, estaba agradecido de haberme escapado de mi padre. Pensé que todo iba a mejorar. Y ciertamente lo hizo. En la casa hogar junto a Mew viví los años más felices de mi vida.

Amor MaduroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora