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—Atsushi-kun, vamos a llegar tarde—grité.

Hacía media hora desde que llevé a Kyouka con Yosano para que celebrara Halloween a su lado. Kyouka era menor de edad y mucho más pequeña que Atsushi, así que no debería venir a una fiesta donde vería y escucharía cosas para las que definitivamente no estaba preparada.

Sin embargo, Atsushi seguía preparándose—soprendentemente tarde– y no habíamos salido aún, pese a tener que caminar más de media hora para llegar a casa de Ranpo. Este vivía en la "zona rica", más bien donde las casas eran terreras y no edificios o urbanizaciones.

—¡Ya estoy!—dijo saliendo con una sábana que cubría casi todo su cuerpo, dejando ver sus ojos y parte de sus pies—. ¿Qué tal voy?

—Como en una película americana. ¿Y yo?

—Recién salido de Drácula.—los dos nos reímos y bajamos en silencio, cada uno en sus pensamientos. Como el camino iba a ser largo, teníamos más que de sobra para conversar más adelante. Además, nos pasaríamos hasta las dos de la mañana—o más— socializando con todo el mundo, por lo que debíamos ahorrar energía.

En el camino seguí dando vueltas a lo de Fyodor y su perspectiva romántica. Llegué a la conclusión de que, si de aquí a un par de meses no encontraba a alguien mejor, terminaría eligiendo a ese tipo por descarte. No estaba convencido después de las palabras de Atsushi, pero mientras me estabilizaran las hormonas, me bastaba. No quería acabar como la otra vez.

—Oye, Chuuya.

—¿Hmm?

—¿Cómo piensas volver luego?

Su pregunta me paró en seco. ¡Mierda! Había olvidado que lo más probable era que terminase—yo— más que borracho. Se lo había prohibido a Atsushi.

—Ya sé, obligaremos a cualquiera que te lleve y yo le robaré el sillón a la parejita de tortolos—dije refiriéndome a los dueños de la casa.

—————

Tocamos el timbre. Se escucharon voces dentro, vete a saber quién fue, y nos abrió el peor candidato posible.

—¡Hola, Atsushi-kun!—dijo con brillo en los ojos. Luego me miró a mí—. Ah, hola, enano Chuuya—perdió la emoción total en sus ojos y sentí latir mi vena en la cabeza.

—Ah, hola, mierdazai. ¿Quién te ha invitado? Si tú vives en un Halloween constante.

—Qué gracioso, cuando crezcas puedes quejarte—dijo sonriente. Atsushi bufó y ni siquiera esperó para entrar y saludar a los demás.

—Fíjate, aburres a cualquiera—lo miré de arriba a abajo. Iba disfrazado de muerte—. Ese disfraz no te hace falta con lo payaso que eres todo el año.

—Tú para ser un vampiro careces de altura—dijo feliz. Yo le agarré desprevenido del pelo y lo bajé a la altura de mi cabeza. Sabía que me pudo haber detenido, pero no lo hizo.

—¿Por qué te has dejado agarrar?

—Es divertido—soltó riendo y fue suficiente para empujarle hacia dentro y soltarle. Escuché que cerró la puerta tras de sí y siguió mis pasos hacia donde estaban todos.

—Ya llegó el alma de la fiesta—dijo Tanizaki chocándome los cinco. Yo sonreí pícaro y agarré la primera copa de la noche.

—Ahora que están todos, aviso—dijo Ranpo con una piruleta en la mano—. El que rompa algo, va a perder un hueso. El que vomite fuera del baño, lo va a limpiar con la lengua. A las tres, todos fuera. Al que se le ocurra mear en la piscina, se va a beber al completo el resultado—Dazai abrió la boca para decir algo, pero Ranpo predijo lo que diría—. No, Dazai, no te voy a dar cloro.

Hechos para estar juntos. [Soukoku/Shin Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora