El inicio del fin del mundo:

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La principal problemática de ser un dios antiguo en el mundo moderno es qué dependes del recuerdo del colectivo para continuar existiendo.

Si eres borrado de la mente colectiva, sólo te quedan tus dominios como garantía de vida y poder.

Tarquinio sabía perfectamente que no podía permitir que los semidioses griegos camparan a sus anchas en el extremo oeste del país. Es por esto que tuvo que idear una manera de que sus infectados alcanzaran todo Estados Unidos.

No... a todo el planeta.

Lo único que hacía faltaba era una forma de transportar a sus tropas por el globo sin ser detectadas, y gracias al Laberinto de Dédalo la tenía. En especial teniendo en cuenta los dones subterráneos que Hazel Levesque tenía, incluso en la forma de un esqueleto sin vida.

Así fue como de un segundo para otro, en cada ciudad del mundo, por debajo del suelo, miles de vrykolakai y eurínomos se levantaron a la vez.







MANHATTAN, NUEVA YORK

—Vamos, una sonrisa aunque sea—pidió Will Solace, sentado cómodamente en una banca en Central Park.

—No, escúchame—pidió Nico—. Algo... se acerca, detecto muerte, pero no es como nada que hubiera visto antes...

—Sólo es el estrés—le sonrió Will—. Sea lo que sea que te llame del Tártaro, lo descubriremos, no te preocupes.

El hijo de Apolo intentó rodear a su novio con el brazo, pero Nico se apartó violentamente.

—No es eso—gruñó el hijo de Hades—. Es otra cosa, es...

El joven abrió mucho los ojos.

—¡Ya está aquí!

Nico saltó sobre Will y lo derribó al suelo, justo antes de que una banca del parque pasara por encima de sus cabezas.

Una enorme banda de demonios habían llegado a la zona, asesinando sin piedad a cada transeúnte que se encontraban, contaminándolos para que se levantaran una vez más.

—¡Atrás de mí!—ordenó el hijo de Hades, mientras invocaba su espada de hierro estigio y se paraba protectoramente frente a Will.

—¿Qué son esas cosas?—preguntó el hijo de Apolo.

Nico partió la cabeza de un de demonio en dos y retrocedió para evitar el ataque de una segunda criatura, para luego encajar su espada en el pecho del monstruo, matándolo también.

—Eurínomos—explicó—. Mi padre los usa como devoradores de cadáveres en el Inframundo. No deberían de estar aquí.

—¿Y esos?—preguntó Will nervioso.

Una turba furiosa de no muertos empezó a correr hacia ellos.

—Vrykolakai, zombis en resumidas cuentas—murmuró Nico—. Tienen un poderoso veneno debilitante, si te muerden o arañan, estarás muerto en poco tiempo, y...

—Te vuelves uno de ellos, entendido...—murmuró Will.

La pareja echó a correr por el caótico parque en busca de una sombra lo suficientemente grande como para poder escapar.

Sirenas de policía resonaban por las calles de la ciudad.

—Tenemos que ir allí—dijo Will—. Tenemos que ayudar, tenemos que...

Tarquinio: el Rey de los No MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora