Felicidad y tristeza:

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ISLA DE CIRCE, MAR DE LOS MONSTRUOS:

Una pequeña reunión se llevó a cabo en uno de los jardines del refugio. Últimamente se había vuelto muy poco común el tener un cuerpo que enterrar cuando alguien moría, por lo que los semidioses aprovecharon para tener un funeral.

En este se rindió tributo a todos los caídos, aunque debido a que era el único cuerpo que tenían, Reyna recibió un especial énfasis.

Nico y Walt fueron los encargados de que la ceremonia se llevase a cabo apropiadamente, con un clásico funeral romano, donde se compartió un banquete antes de incendiar el cadáver en la pira funeraria.

Apolo miró fríamente las llamas de la pira, recordando cómo hacía no mucho se encontraba exactamente en la misma situación, pero rindiendo tributo a Jason Grace.

Thalia se sentó junto a Nico, apartados del resto de la gente.

—Sé que no te agrado mucho—dijo la cazadora—. Pero Reyna se había convertido en mi amiga cercana, ella pensaba unirse a la caza antes de que toda esta locura comenzara. Te entiendo si necesitas hablar.

Nico guardó un profundo silencio, pero no se mostró incómodo por la presencia de su prima.

Lavinia llegó junto con ellos, cargando entre las manos la capa de pretor.

—Me entregaron esto, ya que aparte de Frank soy la única romana que queda—dijo tristemente—. Pero, la verdad, creo que lo mejor será que tú te la quedes.

Nico tomó la capa con los brazos temblorosos, el brazalete de Thalia emitió un brillo gris cuando se acercó para ver la capa.

—Es un trozo de la Égida—murmuró—. Es como mi escudo, debe de ser increíblemente resistente.

—Atenea sobrevivió a la destrucción de Manhattan envolviéndose con su capa—murmuró Nico—. Si Reyna hubiera sabido lo que estaba a punto de pasar...

Thalia puso una mano en su hombro.

—Está bien, sólo suéltalo, todos lo haremos.

Ambos primos decidieron dejar a un lado sus diferencias por un tiempo para permitirse llorar la muerte de su amiga.

En un sitio apartado de allí, Percy estaba sentado sombríamente, apretando el tridente de Poseidón con fuerza contra el suelo, habiendo hecho emanar un pequeño manantial salado.

Artemisa se sentó silenciosamente junto a él.

—¿Cómo te sientes?

Percy se tardó en responder.

—No siento nada—dijo fríamente—. Mi novia acaba de morir y yo no siento nada, y me odio por eso.

A Artemisa le brillaron los ojos.

—Normalmente te diría que esos sentimientos son malos—reconoció—. Pero en tu situación actual, toda emoción es buena. Normalmente una emoción negativa significa una positiva también.

Percy alzó una ceja.

—¿A qué te refieres?

La mente de Artemisa empezó a correr a toda velocidad.

—Si te odias a ti mismo por no sentirte mal, quiere decir que amas el hecho de odiarte por no sentirte mal, ¿no es así?

Percy abrió mucho los ojos y asintió lentamente.

—Y si amas el odiarte por no sentirte mal, debe de hacerte feliz el saber qué que odias el no sentirte mal.

Percy siguió asintiendo, cada vez más rápido.

Tarquinio: el Rey de los No MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora