Calma y desesperación:

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SEATTLE, CUARTEL GENERAL DE LAS AMAZONAS:

Hera y Anfítrite veían desde la distancia como una enorme tormenta se acercaba hacia su base junto con una ola de proporciones bíblicas.

Era claro lo que sucedía, pero aún así, Anfítrite rezaba por qué sólo fuese su imaginación.

—Reina Hera, ¿qué hacemos?—preguntó Hylla, mientras veía la enorme fuerza de la naturaleza acercarse cada vez más y más.

Hera miró impotente la ola.

—No lo sé... yo...

Un destello plateado apareció desde el suroeste, y con él, la enorme ola rompió inmediatamente en donde estaba. Inundando una enorme porción de la ciudad, pero manteniendo a los almacenes justo al borde del agua.

Hera reconoció el carro lunar.

—Reúne a las guerreras—ordenó—. Las amazonas no caerán este día.

Entonces, una enorme bestia de tamaño similar a un barco de gran tamaño surgió de las olas. Con una apariencia similar a la de una gamba cruzada con una cucaracha, con un caparazón córneo rosado, cola de cangrejo plana, y patas de ciempiés. Su cara de siluro era viscosa y rosa con un par de ojos muertos vidriosos, y un bosque de tentáculos le brotaba de sus fosas nasales, formando una especie de barba.

—Escolopendra—gruñó Anfítrite.

Entonces, una figura de alas negras descendió del cielo y aterrizó justo al lado de ambas diosas.

—Así que Gambazilla regresa—murmuró Percy.

—Jackson—gruñó Hylla—. ¿Se puede saber qué está pasando?

—¿No es obvio?—dijo Artemisa, llegando también junto con Zia—. Poseidón viene a intentar destruirlas.

Hablando del soberano de los mares, Poseidón se mostró imponente desde la cabeza de la Escolopendra, mirando en dirección a los recién llegados con sus ojos muertos.

Percy cargó de inmediato, batiendo las alas negras y embistiendo contra su padre.

Entonces, Anfítrite notó el arma que el joven cargaba en sus manos.

—Oh no...—murmuró—. Si él tiene el tridente, eso significa...

Artemisa puso una mano sobre su hombro.

—Lo lamento—dijo con sinceridad, para luego volverse hacia Hylla—. Reyna... ella tampoco lo logró ese día...

Esto tomó por sorpresa a la reina de las amazonas, quien desenfundó su espada con furia y apuntó hacia la horda de no muertos que salían del agua.

—No quiero que quede nada de ellos—indicó—. Destrúyanlos por completo.

Percy chocó contra Poseidón sobre el caparazón de la Escolopendra. El no-muerto intentó arañar la cara de su hijo, pero sus dedos rebotaron contra su piel impenetrable.

Una flecha plateada dibujó un arco en el aire y atravesó el cráneo del dios de los océanos. Poseidón cayó de espaldas al mar, y aquel que pudo haber representado la mayor amenaza para la humanidad simplemente fue asesinado en el acto.

Artemisa bajó su arco, después de haber eliminado al dios del mar desde casi media milla de distancia a través de los vientos huracanados.

Percy miró el cuerpo de su padre que caía al agua sin vida.

—Buen tiro Artemis—felicitó con voz triste, antes de manipular el tridente y enterrarlo en el caparazón de la Escolopendra—. Bien, Gambazilla, ahora es mi turno.

Tarquinio: el Rey de los No MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora