Planes y estrategias:

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—Ya ha pasado casi un año desde que todo empezó—murmuró Will—. ¿No te preguntas si todo esto valdrá la pena?

Nico lo miró confundido.

—¿A qué te refieres?

El hijo de Apolo suspiró con tristeza y señaló los dos enormes barcos ya casi finalizados.

—Aunque matemos a Tarquinio, los vrykolakai son monstruos, ¿no se regenerarán simplemente en el Tártaro y volverán? Y los dioses, ¿no les pasará lo mismo?

Nico puso una mano sobre su hombro.

—Hay algo que tienes que entender, Will—le dijo—. Los vrykolakai son muertos vivientes. Los monstruos que van al tártaro y se reforman realmente nunca murieron. Cuando la gran mayoría de la humanidad olvidó a los dioses porque... bueno, estaban siendo asesinados, también olvidaron a los monstruos. Ellos no volverán, y los dioses tampoco.

Will bajó la mirada.

—¿Y qué hay de los gigantes y titanes en el Tártaro?—preguntó—. Los eurínomos que son destruidos deberían de acabar allí también, dónde podrían desatar la muerte entre los monstruos del foso.

Nico lo meditó por un tiempo.

—Tarquinio y sus monstruos... ellos también se debilitaron cuando los humanos cayeron—supuso—. En este momento, su verdadera fortaleza está en sus descomunales números, y en la capacidad de agregar a los muertos a sus filas. Fuera de eso, también perdieron poder. Es poco probable que los eurínomos muertos se regeneren en el Tártaro, probablemente simplemente murieron.

Eso pareció tranquilizar a Will, aunque sólo un poco.

—Y si murieron... ¿a dónde fueron?—preguntó—. Ya nos dijiste que no están en el Érebo.

Nico miró fijamente los Argos en construcción, sin saber muy bien qué responder.

—Tal vez estén en el Inframundo de otro panteón que haya sobrevivido mejor que nosotros—propuso—. O... o tal vez simplemente se disolvieron en el Caos Primigenio. La verdad es que no lo sé.

Will se quedó en silencio por un tiempo, luego se levantó y señaló con la cabeza uno de los barcos.

—Iré a revisar que tengamos todo el suministro médico necesario—dijo—. Tú deberías descansar, partiremos en dos días.







Percy observaba las estrellas tranquilamente, intentando relajarse, habían sido meses relativamente tranquilos. Sin nuevos infectados entre los supervivientes, sin pérdidas y muchos nuevos supervivientes que habían llegado a la isla refugio con Deméter.

El tiempo había dado sus frutos, el chico había aprendido a usar correctamente sus poderes divinos, además de entender a profundidad cómo manejar el tridente de su padre.

Artemisa se sentó junto a él y miró el cielo.

—Fue un año difícil, ¿no crees?

Percy suspiró.

—Sí... me hizo extrañar la Batalla de Manhattan y la guerra contra Gaia—dijo—. Eran tiempos más sencillos.

Artemisa miró fijamente la luna llena.

—¿Has visitado a tu familia últimamente?

Percy sonrió.

—Sí... se están adaptando bien al refugio—dijo—. Inclusive Estelle ya dijo sus primeras palabras.

Tarquinio: el Rey de los No MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora