El ternero y los gazapos

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Hace muchos años atrás una joven pareja de híbridos conejo esperaban la llegada de sus primeros hijos, lo que parecía ser una tarde soleada para su llegada se convirtió en una tormenta que poco a poco terminó con su buen clima.

Cinco pequeños nacieron aquella tarde, pero al caer la noche uno de estos dejó de respirar el dolor latente en los corazones de los padres primerizos y las promesas vacías les entristecía de una sobremanera inimaginables. Con el paso de unos pocos años los gazapos eran demasiado traviesos , curiosos solían explorar el jardín siendo observados por su madre quien intentaba salir de aquella tristeza que aún mantenía en ella.

Euan se sentaba en su mecedora con aquella cobija verde desgastada sobre sus piernas tratando de imaginar como sería aquel pequeño que no lo logró.
Shin, la miraba con tristeza pero sabía que quizá esta podría irse luego de salir con ella esa misma tarde, con bastante insistencia dejaron su casa junto a los pequeños siendo cuidados por la vecina. Las preguntas sobre a donde se dirigían no eran respondidas por su esposo quien solo le pedía que guardase la calma.

El orfanatorio de Han casi siempre estaba vacío pues cualquier pequeño que llegaba terminaba siendo adoptado antes del mes, lo que dejaba tranquilos a quienes trabajaban hay. La noche anterior un recién nacido había llegado desde otro continente, los gobiernos se mantenían en un constante cambio de niños sin padres por lo que no era nada extraño ver niños de distintas nacionalidades, el pequeño ternero se mantenía llorando buscando consuelo en algunos brazos pero tal pareciera que ningún par de dicho lugar le agradaba.

La pareja se encontraba en la recepción cuando Euán escuchó los llantos desgarradores de un cuarto cercano.

— Señores Jeon disculpen la tardanza y el ruido tenemos un recién llegado.— La encargada les saludo.

— No se preocupe, justamente venimos para ver al recién llegado.— Shin contesto acariciando la mano de su esposa.

Pero Euán estaba ansiosa y no encontraba explicación aunque está un poco molesta por el comportamiento de su esposo.

— Síganme. Es un recién nacido tiene apenas 4 días de vida, viene de españa y para ser específicos de Madrid. Sobre los padres no tenemos ni idea sólo que es un híbrido toro de lidia. Es decir que es más grande pero es igual de lindo que cualquier bebé.— Abrió la puerta de la habitación en donde un híbrido león cargaba al pequeño quien seguía llorando.

— Hola, ¿gustan cargarlo?.

Euán asintió extendiendo sus brazos y apenas él pequeño sintió el tacto ajeno apaciguó su llanto acurrucándose en el pecho de esta.

— Vaya...

Sonrió observándole sus mejillas regordetas y sonrojadas algo húmedas por sus lágrimas suspirando lentamente.

— Llevémoslo a casa con nosotros Shin.

Esa misma tarde la adopción de concretada con éxito y ambos regresaban a casa con su pequeño envuelto en cobijas de lana.










Cuando llegaron a casa los gazapos se acercaron al bulto que se movía ansioso entre los brazos de su madre.

— ¿Mama?.

— Acérquense pequeños vean a su hermano.

Estos se miraron confundidos entre sí pero se acercaron lentamente. Somi fue la primera en acercarse observando al pequeño extraño

— No tiene orejas largas.

Exclamó sus hermanos se acercaron en bolita.

— No tiene rabo.

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