Capítulo XLV: [En el bosque de los elterios]

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¿Cuántos días habían pasado? No lo sabía.

El Héroe recibió una noticia de la Nigromante, diciendo que ella iría al bosque de los elterios. Su motivo era desconocido, pero teníamos asuntos que atender con ella.

Según nuestra información, sospechábamos que una de los altos mandos eclesiásticos del reino de Grandfaus estaba asociada con miembros del culto a la bestia; es más, pensábamos que ella era su líder.

En estricto rigor, a mí no me importaba mucho todo esto. El culto podía hacer lo que quisiese mientras nos dejase tranquilos. Por desgracia, no importaba dónde fuésemos, había miembros escondidos y amenazaban con nuestro diario vivir. Por otro lado, si lograban su objetivo, tendríamos que lidiar con la horda de monstruos que invadiría los territorios civilizados.

«La comida de las especies inteligentes es deliciosa. Y las especies inteligentes son deliciosas.»

Con ese pensamiento, consideré que sería mejor proteger a estas personas de las bestias. Los monstruos eran comestibles, pero su sabor no se comparaba con lo que podíamos conseguir de las civilizaciones. Por otro lado, cazarlos constantemente era muy tedioso y peligroso. Así que decidimos hacer algo contra el grupo de fanáticos.

Dicho aquello, involucrarse con la iglesia podría traernos problemas con la familia real. La Reina no era precisamente un enemigo al que quisiese enfrentar; al menos no con mis compañeros actuales.

Era por este motivo que habíamos seguido al Héroe (además de la insistencia de nuestra hija). La Nigromante podía ser una poderosa aliada para enfrentar a la familia real.

Sin embargo...

—Estamos perdidos, ¿no es así? —pregunté en voz alta.

El grupo se volteó a mirarme. Mi esposa, la Chica Lobo y la Maguita asintieron; el Héroe y mi hija me observaron abriendo ampliamente sus ojos, sorprendidos.

—¿C-Cómo lo supiste? —dijo el Héroe.

—Pensé que estábamos ocultándolo bien —añadió la Niña Araña.

«¿Cómo que ocultarlo?»

Enarqué una ceja.

—No te lo tomes a mal —comenzó a excusarse el chico—. Habíamos investigado de antemano la ubicación de los elfos y estábamos siguiendo la ruta al pie de la letra. No sabemos qué sucedió; de pronto estábamos en un lugar diferente.

—¿Y les tomó cuatro días el decírnoslo?

—Pensamos que habíamos logrado volver, pero...

—Ha sucedido lo mismo.

—Sí. Y, para colmo, estamos en un lugar diferente al que caímos la vez anterior.

Debía ser algún tipo de ilusión. Había pensado que teníamos medios de contrarrestar la magia de los elterios, pero al parecer no era así.

La Maguita no había detectado nada cuando entramos al bosque. Si un genio como ella no había sido capaz de encontrar la anomalía, no podíamos culpar al Héroe y a mi hija.

—¿Tú no sientes nada? —pregunté a la Chica Lobo.

Nyada. Nyo hay olores extraños, tampoco escucho a enyemigos a nyuestro alrededor.

No era magia, no eran olores... ¿Quizás se trataba de algo que habíamos comido?

—No se puede evitar. —Mi esposa suspiró y tomó con sus dos manos el tronco de un árbol. Antes de que pudiese preguntarle lo que pretendía hacer, lo levantó, retirándolo del suelo—. Si no podemos llegar hasta donde esos orejones, entonces tendremos que hacer que ellos lleguen a nosotros.

¡Fui enviado a otro mundo, pero morí y ahora soy un zombi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora