Capítulo XXI: [Preludio de una guerra]

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El Hombre de la Torre nos había pedido que le trajéramos a un elterio para que pudiera sacarle información, por lo que apenas volvimos a Kaia, la chica-lobo y yo vigilamos a los orejas largas que pasaban por el lugar. La mayoría caminaba en grupo, pero de vez en cuando nos encontrábamos con alguien que vivía solo, en una casa robada a los verdaderos habitantes de la ciudad. Seguimos a unos cuantos de ellos y memorizamos sus hogares.

Luego de hacer dormir a la niña-araña y dejarla protegida con su «mascota», hice mi movimiento durante la noche.

Había muchos candidatos, pero escogí a uno en específico por la particularidad de estar más alejado de sus pares que el resto y tener una ruta relativamente segura para llevarlo conmigo. Irrumpí en su hogar mientras él dormía plácidamente. Intenté infiltrarme haciendo el menor ruido posible, pero el crujir de la madera tras mis pisadas en suelo de la casa me delató.

— ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —preguntó mi objetivo. Por supuesto, no contesté y me quedé quieto en las sombras. Él caminó por los pasillos, explorando su hogar. En el instante en el que pasó cerca de mí, me abalancé sobre él y lo dejé inconsciente con un golpe en la cabeza. El olor de la sangre y la visión de esa persona indefensa, hacían que mis instintos intentaran tomar el control de mi cuerpo. Me decía a mí mismo «Solo una mordida, no le pasará nada si le doy solo una mordida». Por supuesto, eso era una mentira. Ya estaba comprobado que cuando mordía a un ser vivo, este moría rápidamente y después de algunos minutos se convertiría en un zombi.

Dudaba que un cadáver fuese útil en el interrogatorio que quería hacer el Hombre de la Torre, por lo que reprimí mis deseos de devorarlo. En vez de eso, me comí todo lo que había en su almacén una vez me aseguré de amordazarlo bien.

Me llevé el cuerpo a rastras, oculto por la noche. Había pocos elterios en el lugar y aquellos que se percataron de mi presencia fueron asesinados. Pensaba que ya que había saciado mi hambre, no debería sentir la necesidad de desgarrar su carne. Grave error, el sentimiento todavía estaba. Como ya tenía una presa, a estos otros sí me los comí, pero sentía que todavía no estaba satisfecho; aquello no podía ser bueno. Me concentré tanto como pude para evitar intentar devorar media ciudad y alertar a los orejones antes de siquiera tener un plan.

Bien temprano en la madrugada, renté otra carreta con ese caballo espectral como montura y partí con una somnolienta niña-araña y una incómoda mujer-bestia hacia la torre nuevamente. En el lugar donde se encontraban las chicas se encontraba el elterio, ahora consciente, quien se sacudía y emitía gemidos para llamar la atención. Para su mala suerte, lo oculté bien antes de salir de la ciudad y él despertó después de llevar cierto tiempo en el camino, por lo que no habría nadie que fuese capaz de salvarlo.

Ya cuando estábamos llegando a nuestro destino, un grupo de personas apareció en medio del camino.

— ¡Ah, es ese hombre patético-nyah! —exclamó la chica-lobo, apuntando hacia esas personas.

— ¡El chico que se quiere robar a Pelusa! —gritó mi hija, enfadada todavía con esa persona.

Cuando miré en aquella dirección, pude reconocer al individuo del que hablaban

— ¿El Héroe? ¿Qué hace aquí?

¿Qué es lo que hacía ese tipo aquí? No tenía idea y no se me ocurrió ninguna buena teoría. Iba a preguntarle directamente, pero el elterio a mis espaldas comenzó a gemir para ser escuchado por ellos.

Mierda, si notaban lo que estábamos haciendo, no tenía idea de lo que podrían hacer. Temí por una confrontación contra ese sujeto. Quizás podría vencerlo en cuando a fuerza, pero no podía asegurar que sus compañeras fueran a quedarse tranquilas mientras veían cómo hería a ese mujeriego. Estábamos en desventaja numérica y no sabía muy bien qué tan buena sería la chica-lobo luchando contra ellas, por lo que interiormente deseé que no se presentara un conflicto entre nosotros.

¡Fui enviado a otro mundo, pero morí y ahora soy un zombi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora