Chica Lobo II: [Negociaciones fallidas tras las rejas]

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Buenos días, ◼️◼️◼️◼️ ◼️◼️◼️ al habla. En realidad, no estaba segura de si era de día o de noche. Actualmente nos encontrábamos recibiendo la hospitalidad de mi nación tras un largo viaje hasta la capital. Siendo sincera, no era nuestra intención pasarnos por este lugar; el plan era cruzar el Reino Bestial y hablar con los bichos antropomórficos, pero terminamos aquí de algún modo.

«¡¿Cómo rayos pasó esto, nyah?!», quería exclamar, pero conocía perfectamente la secuencia de eventos que nos había convertido en prisioneros.

El aroma de las bestias se impregnaba en nuestras narices. Era algo a lo que estaba acostumbrada y no parecía molestar directamente a quien llamaba mi amo ni a su pareja. Tampoco molestaba a nuestros compañeros huesudos; las únicas que se quejaban del hedor eran las niñas mimadas de nuestro grupo.

—Este lugar huele a muerte, pero es peor que la ciudad construida por la Nigromante. ¿Cómo es que se mantienen saludables estas personas en condiciones así? Incluso una linda y tierna Vampirita como yo puede caer enferma si me quedo por más de dos días.

—¿Dos días? Yo creo que me voy a enfermar ahora.

La Mercenaria tomó a su hija en brazos y la cubrió con su cuerpo. Era un tanto difícil adivinar lo que se proponía con ello, siendo ella un cadáver. Dicho eso, su piel pútrida tenía más color que tiempo atrás. No me explicaron qué había sucedido, pero parecía ser que ella y mi amo habían cambiado un poco tras la batalla contra los elterios. También parecía ser que su relación había mejorado. ¡Qué celos me daban!

A pesar de sus intentos por reconfortarla, la Niña Araña seguía expresando malestar en su rostro.

—Papá, ¿cuándo podremos salir?

«Debilucha.»

Sonreí, orgullosa de mi resistencia. Las dos pequeñas no parecían felices con mi actitud y comenzaron a tirar de mi cola. Dado lo pequeña que era esta celda, no tenían que moverse mucho para atraparme; y, por supuesto, yo no tenía posibilidad alguna de escapar.

—Esperaremos a mañana, escuché que tendrían una fiesta en la capital. Puede que la seguridad sea menor en ese momento.

Tal como decía mi amo, mis compatriotas estaban preparándose para una festividad particular. A pesar de nuestras diferencias, tanto humanos como Peludos venerábamos a los mismos dioses. Dicho aquello, mientras que los lampiños preferían rendir culto a la Diosa y a la Rueda Elemental, nosotros priorizábamos a la Diosa y al Gran Avasallador. En general, se hacía una fiesta en honor a este último antes de una guerra. Siendo el representante del Fin del Mundo, el caos y la destrucción eran parte de sus dominios, o eso se creía.

Yo no seguía a nadie en particular, pero tenía respeto por la Diosa, como la mayoría de los seres vivos. Irónicamente, las personas vivas no me interesaban mucho.

Era un poco vergonzoso estar aquí. Odiaba mi lugar de origen y también odiaba a mi propio clan. Sin embargo, seguía siendo incómodo ver cómo la nación donde nací trataba a mis compañeros. Aunque, si lo pensaba detenidamente, probablemente seguiría siendo así de habernos recibido con mejor hospitalidad.

—Papá, quiero irme ahora.

La jovencita que no tenía parentesco aparente con quien llamaba mi «amo» realmente se sentía mal en este lugar. La pequeña celda en la que nos habían dejado dejaba poco espacio para movernos y eso de seguro molestaba a una niña tan activa como ella. Por otro lado, el hedor de las bestias, la limpieza del suelo y la iluminación dejaban mucho que desear. Si tuviese que adivinar, probablemente esta prisión estaba reservada para criminales peligrosos.

¡Fui enviado a otro mundo, pero morí y ahora soy un zombi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora