Capítulo XX: [Última opción]

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Al final no obtuve ningún tipo de información relevante sobre el paradero de mi compañera. Nada de nada. Ni con los aristócratas, ni con el pueblo, ni con el Héroe, ni con los líderes del bajo mundo, ni con los sospechosos elterios en la ciudad, ni con nadie.

Sentía que el mundo caía sobre mí. Una indescriptible sensación recorría mi estómago y formaba un nudo en mi garganta. Mi vista se nublaba poco a poco y de pronto me hallé apoyado sobre un muro, con las mejillas mojadas de agua salada. No estaba en el mejor estado como para comprender lo que me sucedía, tampoco tenía tiempo como para pensarlo: necesitaba encontrarla, quería verla otra vez.

Miré a mis alrededores, solo me encontré con los orejones de cabellos verdosos y a veces con tonos de amarillo brillante. Mi estómago rugía y mi boca salivaba. Cada uno de ellos se me hacía cada vez más apetecible. Su carne se veía blanda y tierna, con poca grasa, pero sí quizás con músculos no muy duros y fibrosos. Recordé haber comido a su especie hace mucho tiempo atrás. Según me decía mi paladar, sabían a carne especiada, pero no podía asegurarlo; mis recuerdos de aquella época se encontraban difusos.

Sacudí mi cabeza y continué mi camino.

El Héroe ya se había despedido de mí hace unos minutos, diciendo que seguiría con su búsqueda de información. No que sirviera de mucho, ya que al parecer no era muy bueno buscando ni haciendo preguntas a la gente. Yo tampoco lo era, pero me tenía que esforzar por el bien de mi objetivo.

En un callejón, me topé con un elterio, quien jugaba con una cubeta de metal. Su rostro era joven, todavía un adolescente o quizás un joven adulto. Vestía un casco metálico, además de una armadura; el traje típico de los guardias de Kaia. El hombre me saludó con una sonrisa amable y me preguntó sobre lo que opinaba de su ciudad.

Recordé las contradicciones de las palabras de la Maguita y un pensamiento fugaz pasó por mi mente.

«¿Y si la desaparición de ella tenía que ver con esta especie de invasión de los orejas largas?»

Tenía sentido. Aunque no había prueba alguna, realmente era algo que valía la pena sospechar.

Le pregunté sobre el golem que protegía a la ciudad. El joven me respondió con confianza, hablándome de su ubicación, sus características principales y otras cosas. Se me hizo algo conocida la descripción que me dio, pero no tenía tiempo para intentar recordarlo en esos momentos. Noté entonces que no había mencionado algo de suma importancia.

—Escuché que el golem había desaparecido de la ciudad, ¿sabes algo de eso?

El guardia me miró sorprendido, pero no con el asombro que tiene alguien al descubrir sus secretos, sino por algo que no sabía. Su rostro denotaba cierta extrañeza. Si era un guardia de la ciudad desde hace tiempo, entonces él debería saber sobre eso. Mis sospechas aumentaron gracias a eso, por lo que hice una última pregunta para confirmar.

— ¿Por qué están invadiendo esta ciudad?

El orejón palideció y comenzó a correr en dirección contraria a mi persona; estaba huyendo. Lo alcancé fácilmente con un trote rápido y de un brinco, tomé su camiseta y lo empujé hacia el suelo.

El elterio quiso gritar por ayuda, pero tapé su boca oportunamente. Se resistió un poco, así que le disloqué el brazo derecho.

Presioné mis dedos contra su cuello, ahorcándolo. Él abrió los párpados e intentó gritar para llamar la atención, pero el aire no salió de su garganta. Me sentía hambriento y bastante violento. Lo odiaba por algún motivo; sentía que me había arrebatado algo importante.

¡Fui enviado a otro mundo, pero morí y ahora soy un zombi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora