Capítulo XXII: [Compañera]

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Decidí dejarle al Héroe y al Hombre de la Torre la tarea de enfrentarse con los elterios, yo tenía otra tarea que cumplir. Mi misión, de la cual yo fui voluntario, consistía en liberar a las personas cautivas por los orejones. Un grupo de voluntarios se había ofrecido a ayudarme, pero yo los rechacé. Tenía un plan que podría ser efectivo, pero debía estar solo para ello. Bueno, en realidad daba igual que otras personas estuvieran a mi lado, pero tendría que asesinarlas una vez me vieran actuar, lo que no era precisamente la mejor idea, pues podría levantar sospechas innecesarias.

Sin embargo, a pesar de lo noble que pudiera sonar mi causa, mis prioridades eran otras. Acepté este trabajo únicamente porque sería la primera persona en ver a la chica-zombi. Si mis pensamientos eran acertados, ella correría un grave peligro si es que alguien más la encontrara, puesto que habían pasado demasiados días con ella desaparecida y el efecto de la resina de nuestra hija se habría terminado ya. No quisiera que el Hombre de la Torre se enterara de nuestra identidad; no parecía ser una buena idea.

Me introduje en las alcantarillas de la ciudad de Kaia. El lugar era oscuro y húmedo, las paredes de ladrillos de piedra estaban llenas de moho y eran bastante resbalosas. Había dos caminos a los costados, con un río de aguas servidas al medio del túnel. La iluminación era escasa, producida por unas pequeñas piedras que apenas hacían visible la zona por la que uno caminaba.

Según vi en un mapa, las redes de acueductos conectaban con casi todos los puntos de la ciudad, entre ellos, la base en la que se decía se encontraban las personas olvidadas. El lugar de seguro estaría defendido por algunos soldados, los que dudaba que fueran débiles, por lo que hice mi mayor esfuerzo para que mi camino fuese lo más silencioso posible. Mis pasos eran suaves y precisos, evadiendo cualquier charco de agua y evitando patear pedruscos en el suelo. Cuando tenía que cruzar el río, tenía que buscar un puente en el lugar, ya que si lo atravesaba caminando, generaría demasiado ruido.

Un problema con esos lugares oscuros, de una arquitectura similar en toda su construcción, era la alta posibilidad de perderse. Lamentablemente, yo no fui una de las excepciones, ya que el tener que cambiar de dirección constantemente para buscar los puentes me hizo perder mi propia ubicación. Por suerte, las alcantarillas eran relativamente silenciosas y si prestaba atención a mis alrededores, era capaz de distinguir pasos y voces. En particular, lo más ruidoso eran los gritos de batalla y las explosiones en la superficie; sin embargo, podía notar personas en mis cercanías.

Caminé recto hasta una bifurcación en las redes. Asomé mi cabeza por la esquina del lugar y pude ver a un guardia elterio patrullando la zona. Tenía tres opciones: alcanzarlo e interrogarlo, matarlo y comerlo o simplemente evitarlo y buscar otro camino. Como estaba algo perdido, decidí escoger la primera opción, pero esta suponía el riesgo de que fuese a llamar a sus compañeros, por lo que esperé un poco para ver si había otros en los alrededores. Cuando estuve seguro, ataqué.

— ¿Quién...?! —El orejón no alcanzó a terminar de formular su pregunta, pues le tomé de la garganta, bloqueando su voz.

El Hombre de la Torre me había dado una especie de orbe rojo y me recomendó usarlo en caso de que necesitara de ellos; también me dio uno de color azul, pero ese era para las personas que habían sido olvidadas. No me dieron muchas explicaciones, pero decidí probarlo, lanzándolo al suelo. Aquella esfera se rompió en mil pedazos sin hacer ruido y luego, un vapor negro emanó de los fragmentos.

«¿Qué es lo que os aqueja?»

Una voz resonó dentro de mi cabeza. Mencioné mis intenciones de interrogar al elterio, necesitaba saber la ruta para llegar a mi meta, cuántos guardias estarían allí y si es que había algún impedimento físico o mágico para llevarme a los cautivos.

¡Fui enviado a otro mundo, pero morí y ahora soy un zombi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora