Capítulo II

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“LO TUYO ES PURO TEATRO”🎭

CAPÍTULO II: “Una hermana, un trauma enquistado y un ex presidente para un lado y para otro...”

AUTORÍA: Patricia Jiménez

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“¿Qué es en el fondo actuar, sino mentir? Y, ¿qué es actuar bien, sino mentir convenciendo?”

(Sir Lawrence Olivier).

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Armando llegó al apartamento de Marcela. Después de la discusión con Nicolás, había estado dando vueltas por toda Bogotá en el carro, para despejar su mente. Pero mientras más lo pensaba, más claro lo veía: Beatriz le había estado engañando. Había jugado con sus sentimientos y los había pisoteado. La mujer que una vez él despreció por su físico era ahora la que dominaba su vida en todos los sentidos. Sin embargo, deseaba dejarse dominar… Con ella había sido feliz; lo había sido por primera vez en mucho tiempo. Y aunque esa felicidad hubiese sido un espejismo, prefería vivir en medio de una mentira que despertar en el mundo real. Si al menos Betty apareciera por última vez ante él, podría arreglar ese asunto pendiente y quedaría para siempre en paz…

El sonido de un claxon le sacó de sus divagaciones; salió del carro y entró en el edificio. Al llegar al apartamento de Marcela, la escuchó hablando por teléfono.

M: ¡No puede ser, Margarita! Ella no… Me odia… –estaba hablando desde la cocina y Armando estaba en el comedor– Sabes que tu hija y yo no nos soportamos… –esperó un momento– No… ¡No sólo la culpo a ella! Parte de la culpa es mía. Quizás debí intentar solucionar ciertos problemas que surgieron entre nosotras; y no lo hice… Tal vez debí abrirme un poco más a ella para que confiase en mí… ¡Pero sabes que muchos de nuestros problemas surgieron por Armando! Ella cree que yo… ¡Ay, mi amor! Ya llegaste… –se volteó y vio a Armando apoyado en el marco de la puerta– Margarita, Armando está aquí. Luego te llamo. Un beso –colgó.

A: ¿Estaban hablando de mi hermana? ¿Qué pasa con ella? –para él no era un secreto que Camila no soportaba a Marcela.

M: Pues… que viene para acá con el niño. Despega mañana mismo de Suiza y se viene un tiempo a Colombia. Tu padre le contó todo.

Se notaba que no le hacía ninguna gracia. Por ella, Camila podría haberse quedado en Suiza; o en Australia; o en Rusia… ¡Pero por nada del mundo deseaba que volviese a Bogotá! Sin duda, pronto empezaría a envenenar el alma de Armando en su contra.

A: ¿En serio viene? –se ilusionó– Caramba… –era la primera noticia buena del día. Tenía tantas ganas de abrazar a su hermana y de dar un beso al pequeño Armandito… Por lo menos con ella, su sufrimiento sería menos pesado. A Camila se le dio siempre muy bien escuchar; era una de las cualidades que él más valoraba en ella.

M: ¿Quieres comer algo, mi amor? –intentaba cambiar de tema– ¿Te preparo algo?

A: No… No tengo hambre… Vamos al salón. Tenemos que hablar –tomó su mano y se dirigieron al sofá– Marcela, yo te quería agradecer todo lo que has hecho por mí. Y por eso he decidido que lo mejor es que nos casemos cuánto antes…

M: Al principio no sabía qué decir– ¿Hablas en serio? No será una de tus argucias para que te apoye, ¿verdad?

A: No, Marcela… Creo que es el camino correcto. Y lo menos que puedo hacer es compensarte por todo lo que hice. Yo sé que puedo volver a quererte de nuevo. ¡Y así lo haré!

M: ¡No sabes lo feliz que me estás haciendo! –se abrazó a él, procurando no hacerle daño en los hematomas.

Armando cerró los ojos y una lágrima resbaló por su mejilla. De igual manera que Betty era un espejismo para él, él mismo era un espejismo para Marcela; pero sería un espejismo que se mantendría siempre para evitar que nadie más sufriera…

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