Capítulo XVI

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“LO TUYO ES PURO TEATRO” 

CAPÍTULO XVI: “Un “afordíaco”, una sorpresa irlandesa y un macho herido”

AUTORÍA: Patricia Jiménez


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“Hay personas tan ligeras y tan frívolas, que son incapaces de tener verdaderos defectos como sólidas cualidades”

(François de La Rochefoucauld, escritor, aristócrata y militar francés).

Betty se sentó a la mesa paro apenas comió nada. Se dedicó a juguetear con la comida y a enredar el tenedor; tenía la cara apoyada en la mejilla y miraba la comida con aburrimiento. Sus papás la observaban preocupados; ellos tampoco comieron bien al verla así.

DH: Señorita… ¿Cuántas veces se le ha dicho que con la comida no se juega? –la regañó como a una niña pequeña– ¿Usted sabe la cantidad de personas que pasan hambre en el mundo? ¡Y ahora resulta “de que” usted tiene comida y no se la quiere comer!

Betty le miró de soslayo, pero no dijo absolutamente nada. Echaba de menos a Armando; esa misma tarde le vería, pero no se iría con él al apartamento. Ni siquiera sabía si querría ir al ensayo al teatro. No tenía ánimos para nada. Armando Mendoza era un celoso obsesivo y compulsivo, pero el hombre de su vida.

Sabía que tener una relación con un hombre así no era bueno; es más, era algo enfermizo e insano. No podía mantener una relación como si fuera una montaña rusa y no saber a qué atenerse cuando un hombre se le acercase, aunque sus intenciones no fueran ni sentimentales ni sexuales.

DJ: Hermes, déjela… Bettica ya va a cumplir 28 años y no tiene que regañarle como si fuera una niña chiquita…

B: No tengo hambre…

Se levantó si mediar más palabra y corrió escaleras arriba hasta su cuarto. Su celular estaba timbrando, pero cuando fue a tomarlo, ya dejó de sonar. Al revisar las llamadas perdidas, vio una gran cantidad de llamadas de Camila Mendoza. Y vio que tenía varios mensajes de textos...
“Betty, por favor, regrese a casa, ¿sí?”... “Betty, Armando está muy mal. Solamente lo había visto así antes cuando usted le rechazó”... “Betty, creo que se está enfermando. Está empezando a tener fiebre”, “Por favor, llámeme. O contésteme las llamadas, por Dios”

Beatriz se llevó la mano a la boca. El saber eso hizo que se sintiese aún peor. Sintió unas náuseas terribles; y hubiese vomitado si hubiese tenido algo en el estómago. Pero ya había hecho la digestión del desayuno y no había querido comer nada a mediodía. Comenzó a llorar; su mente volvió al momento en el que le vio en la habitación del hospital tras el accidente.

De nuevo el celular comenzó sonar; y de nuevo era Camila. Contestó con ansiedad.

B: ¿Aló? –trataba de aguantarse las lágrimas– ¿Camila?

C: Betty, por fin me contesta… Estoy muy preocupada. No sabe lo que hizo, Betty. ¡Armando está fatal!

B: Pero, ¿tan mal está? –podía oír su propio corazón latiendo como un caballo desbocado.

C: Está muy nervioso. Tuve que pedirle al vecino que se quedase un momento con él mientras yo iba a comprar valeriana a la farmacia. Ahora por lo menos está dormido. Pero está muy inquieto. No para de moverse y de murmurar en sueños.

B: Y, ¿qué es eso de que tiene fiebre?

C: Yo creo que fue por el disgusto. Por suerte, tenía un antitérmico en el botiquín y ha vuelto a su temperatura normal.

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