Prologo.

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22 de octubre de 1973.

Era un día nublado en el pequeño pueblo italiano, Portorosso, La suave brisa marina que corría en el aire llevaba consigo el aroma de la sal con un pequeño toque de frio, ya se daba la bienvenida al invierno, pero a pesar de la frescura en el viento, eso no era obstáculo para que un par de pescadores saliese a trabajar como de costumbre.

Massimo Marcovaldo, un hombre voluminoso, que, a simple vista, se podía considerar el hombre más rudo de toda la Riviera italiana gracias a su imponente estatura y por su habilidad increíble en el manejo de objetos filosos, pero la realidad es que,  todos en  el pueblo saben que el mayor es alguien de un corazón de oro, un buen esposo y gran padre.

Marcovaldo se ubicaba en su fiel lancha cerca de Isola del mare, sobre su hombro descansaba plácidamente Machiavelly, quien vestía un suéter de lana, para disgusto del felino.

Ambos esperaban de forma silenciosa pero tranquila, siendo arrullados por el lento movimiento de la marea, aguardaban el regreso del tercer integrante, por otro lado, bajo la superficie, un monstruo marino tenía la persecución más intensa de su vida.

Alberto Scorfano... No... 

Alberto Marcovaldo de ahora 24 años, perseguía incansablemente a un pez atún, según él, con el  inmenso tamaño del animal tendrían más que una buena paga.

El dúo de seres marinos luchaban incansablemente, uno por capturarlo y el otro por mera supervivencia. Sin embargo, después de una agotadora persecución, el monstruo marino es el ganador de la batalla.

- ¿Tuviste problemas hijo? – Se ríe Massimo cuando ve al bígaro subir al bote con el pez en brazos.

- No. – Responde entre jadeos una dentro. – Sabes que soy el mejor pescador del mundo... Después de ti, claro.

Ambos se ríen, pero son interrumpidos por el viento soplando, dándole escalofríos al adulto mayor.

-Está haciendo frio, lo mejor será volver a casa, tú sigues mojado y eso te enfermará – Dice el mayor mientras enciende el motor de la lancha.

- ¡Espera! – Interrumpe Alberto alzando levemente las manos. – Vi unos peces cabras sueltos, si no son de nadie puedo traerlos, son deliciosos y fáciles de arrear.

- Alberto, son suficientes...

- ¡No tardo! – Vuelve a interrumpir.

Antes de que Massimo diga algo Alberto se zambulle , el adulto observa como su silueta desaparece en la superficie del mar.

- Terco, como siempre. - El del bigote se ríe en bajo.

-Meow. – Responde el gato.

Alberto nadaba de regreso a la lancha cabizbajo, descubrió que aquellos peces le pertenecían a los Paguro, por un pequeño descuido de Libera, la abuela, se quedó dormida y los peces aprovecharon para escaparse

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Alberto nadaba de regreso a la lancha cabizbajo, descubrió que aquellos peces le pertenecían a los Paguro, por un pequeño descuido de Libera, la abuela, se quedó dormida y los peces aprovecharon para escaparse. Pasó un largo rato ayudando a reunirlos a todos, esos peces eran realmente escurridizos.

Luca "Una nueva familia"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora