➜ ᎒ 04

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Aún cuando los apenas adolescentes llegaron a la ciudad de Los Santos, aunque, claro, siendo confundido por Los Sientos, ambos se las apañaron en conseguir un trabajo. Con la experiencia que tenían desde El Pueblo, consiguieron un trabajo de basureros con ayuda de alguien que parecía conocer la ciudad; Segismundo, ese era su nombre. Un chico pueblerino que había llegado a la ciudad con grandes esperanzas de prosperar, tal como ellos. Como anillo al dedo, su nuevo amigo les enseñó cada punta de la ciudad.

Los Santos era una ciudad enorme, con hermosas vistas desde lo alto y personas divertidas. Sin embargo, cambiando al lado de la delincuencia, era un caos; cada dos por tres parecía haber un robo. Por ello, y por los malos tratos con los que se llevaba el primo de Segismundo, Rogelio, habían conseguido un par de DNI falsos.

Fue gracioso, porque a pesar de aparentar no mucha edad, Gustabo y Horacio dijeron al mismo tiempo de decir sus edades:

"No sé cuántos años tengo."

Segismundo les miró para entonces con una expresión, exhaustiva, confundida, pero divertida, el saber que sus amigos no sabían su edad; le resultaba gracioso. Aún así, no se burló de ellos porque ambos habían crecido en las calles sin saber cuánto tiempo transcurría, cuándo eran sus cumpleaños y cuándo eran sus años de nacimiento.

"Les veo cara de ser tíos chungos." Pensándolo un poco, dijo: "Tienen cara de tener treinta años, divorciados y con dos hijos, que aparte, niegan que son suyos."

Ambos, horrorizados, hicieron una mueca y negaron varias veces. Segismundo con una expresión serena, les miró unos segundos, con Gustabo y Horacio de la misma manera, los tres mirándose entre sí en silencio hasta que de pronto estallaron a carcajadas.

Con la mano en la boca de manera inconsciente, Gustabo tosió un par de veces para reincorporarse finalmente.

"Yo digo que tenemos unos cuarenta, ¿no? Digo, hemos pasado muuuchas cosas y dudo mucho que haya sido sido muy poco tiempo."

"Sí, cuarenta lo veo bien. ¿Tú qué dices, Segis?

Alzándose de hombros, Segismundo se hizo el mudo hasta que los trámites falsos acabaran. Quería reírse frente a sus amigos porque estos pensaban que ya eran todos unos adultos, pero ni siquiera le sobrepasaban la edad a él, y eso que él apenas tenía veinte años de edad. Era gracioso y triste el pensar que sus amigos no supieran que alguien de cuarenta años tendría los rasgos muy maduros, a cambio de ellos, que apenas cruzaban esa época hormonal.

Sí, aquellos que decían tener cuarenta años, habiendo vivido la gran parte de su vida juntos, y con uno habiendo matado a un tío de un lugar lejano, apenas eran unos adolescentes, ¿tal vez cerca de cruzar la mayoría de edad?

Con el tiempo encima de sus espaldas, el agotamiento lo fue más cuando empezaron a trabajar de buzos. Aunque los ingresos eran más, terminaban agotados al día siguiente, para luego empezar la misma rutina de; hacer el gamberro con Segismundo, luego trabajar, insultar a uno que otro de los que también trabajaban de buzos e ir a dormir en algún motel barato que encontraban, porque Gustabo había negado rotundamente pagar un piso, reclamando que era dinero mal gastado, cuando la prioridad le era más a la comida sobre todas las cosas.

Nuevamente, el paso de los años pasó, Gustabo y Horacio habían crecido, tanto de físico como mental, ya no eran esos críos que buscaban hacerle el lío a alguien o robarle la pasta a alguien que vieran accesible. Ambos amigos, ahora acostumbrados a sus nuevos nombres, aún seguían trabajando de buzos junto a Segismundo, sumándole al grupo a unos cuantos amigos como lo eran; Rogelio y Pablito. Al principio, llegaron a tener a más gente de su lado, pero como toda vida tiene su camino, terminaron por rumbos distintos.

Dulce Hogar | Gustacio. [Ver. Original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora