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Llamó al superintendente, para cuando llegó a la comisaría, habiendo dejado la camioneta de Diablo a unas cuantas calles. Lo recibió el comisario Volkov, como todas esas veces a las que había ido a darle información a Conway, éste usualmente, siempre, solía frecuentar dentro de la comisaría o fuera, pero siempre topándoselo.

Al contrario de los otros días, ese día había sido incómodo, pues, al llegar, el comisario Volkov tenía una expresión demasiado seria, rígido en su lugar y parecía nervioso por frotarse las manos o rascarse el brazo.

"Eh, ¿comisario?" Llamó su atención, cuando le había preguntado por Conway y éste no le había respondido, a cambio, solo miraba la puerta que daba escaleras arriba. "Tengo que ir a ver al superintendente, ¿me deja?"

"Oh, Horacio." Apenas parecía haberse dado cuenta de su presencia, cuando había estado allí alrededor de cinco minutos tratando de llamar su atención. "¿El superintendente? Mmh. Es complicado, no puede recibirlo hoy, tal vez mañana esté disponible."

"¿Le sucedió algo?"

Volkov pareció pensar. "Es mejor que no lo sepa, Pérez. Regrese a casa esta noche y mañana vuelva."

Arrugó el entrecejo, mirando hacia todos lados para afirmar que no había nadie. Ese día, la comisaría parecía estar demasiado vacía, cuando solía estar llena de gente que quería poner una denuncia. Ahora, no había nadie, ni una sola alma. De hecho, cuando llegó, se había dado cuenta que la puerta estaba cerrada, en ese momento el comisario barbudo, llamado Greco, iba saliendo, pudiendo él pasar porque el oficial ya lo conocía.

"Hoy la mafia hace una venta, o una compra, no sé, de armas en el norte. ¿Seguro que quiere esperar a mañana a que el superintendente lo sepa?"

"Vale, está bien." Volkov miró otra vez hacia la puerta y, finalmente, carraspeó, erguido. "Él ha estado un poco delicado desde esta mañana, por lo que trate de minimizar su relato para que sea lo más breve posible. Temo que vuelva a perder la cabeza."

«¿Perder la cabeza?»

Para cuando estuvo frente a la puerta del despacho de Conway, se maldijo por no preguntarle a Volkov de lo que se refería. Temía decir algo mal y que a Conway le diera algo al corazón, pues, había visto unas veces que Conway se tomaba unas pastillas. ¿Y si tenía problemas al corazón y recientemente le había pasado algo? Se le removió el estómago de solo pensarlo.

Una, dos y tres veces tocó la puerta, para luego pasar y sorprenderse con el estado de Conway, pues éste estaba recostado en el escritorio, con lo que parecía ser un portaretrato en una de sus manos y sus gafas oscuras encima del escritorio, cuando nunca lo había visto sin ellas.

"¿Superintendente?" Le llamó.

Tan rápido como le llamó, Jack se reincorporó tan deprisa que tiró el portaretratos al piso, escuchándose el estruendo del cristal rompiéndose. Horacio sintió un escalofrío cuando vio los ojos oscuros del hombre de traje, temiendo que éste pegara el grito al cielo y lo echara a patadas. Pero toda su atención se dirigió a lo rojizo que estaban sus ojos.

Conway había estado llorando, y él había osado a irrumpir su despacho. Ahora se odiaba el doble por no preguntarle a Volkov.

"¿Qué quieres, capullo?" Su voz salió entre entrecortada como rasposa; grave. El de cabello negro tomó sus gafas tan rápido las visualizó y se las colocó, reajustándose la corbata.

"Tengo información..." Vio a lo lejos la foto del portaretrato, no pudiendo percibir mucha cosa que no fueran siluetas. Regresó su mirada a Conway, fingiendo no haber sentido curiosidad por la foto. "La mafia en la que hemos estado infiltrándonos hará, según tengo entendido, una compra de armas largas en el norte, a las veintiuno."

Dulce Hogar | Gustacio. [Ver. Original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora