➜ ᎒ 18

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Llegó a la comisaría con un pie cojeando, ante el dolor palpitante que tenía por haber tropezado más de una vez y haberse doblado el tobillo. De punta a punta, había recorrido el norte hasta llegar al sur, donde se encontraba la comisaría, en la oscuridad de la madrugada y la inmensa lluvia que lo había bañado entero. Con su cabello goteando, se terminó apoyando de la pared de detrás de comisaría, tratando de tomar un tibio respiro en medio de ese frío que lo tenía tiritando.

Se tropezó una vez más, golpeándose las manos contra el suelo. Ni siquiera se quejó, porque ya se había acostumbrado al dolor una vez cayó la primera vez, luego la segunda, y después una tercera. Aún cuando sentía los pequeños trozos de vidrio clavados en sus palmas, se apoyó del suelo y se levantó, a la misma vez que, justamente, por ese lado, el portón de detrás de la comisaría se abría, al mismo tiempo que un patrulla comenzó a salir y él solo pudo agachar su cabeza, avergonzado por cómo se encontraba.

Y cuando Horacio salió disparado del patrulla y llegó hasta él, sólo pudo soltarse en terribles sollozos mientras se aferraba al cuerpo del contrario, sintiendo los espasmos que le provocaba el llanto al conjunto del frío que lo tenía helado.

"Gustabo, por dios. ¿Él te hizo daño?" Tratando de tomar el cuerpo de Gustabo entre sus brazos, Horacio trataba de ver en medio de la oscuridad algún corte abierto que tuviera Gustabo, pues éste tenía las manos bañadas en sangre. "Estás hecho un lío."

En ese momento, Conway salió del patrulla cuando vio que se trataba de un Gustabo y, cuando lo vio de esa manera, sintió una extraña pesadez en su estómago, por lo que no pudo evitar tomarlo de los antebrazos para levantarlo, sintiendo como en sus manos el cuerpo de Gustabo temblaba, intuía que era por el frío. Sin pensar muy bien lo que iba hacer, se sacó la chaqueta que tenía puesta y la colocó encima de los hombros del más bajo, rodeando sus hombros con su brazo para atraerlo hacia sí y llevarlo dentro de la comisaría, donde Horacio, en ningún momento, dejó de seguirlo.

Gustabo, fue obligado a ser sentado en la silla de Conway en su despacho, y se encontraba tan ensimismado que ni siquiera percibió el momento que fue adentrado a la comisaría y haber sido conducido al despacho de Conway. Apretó los labios, sintiendo como las lágrimas se escurrían por sus mejillas porque tenía mucho miedo, miedo por lo que acababa de hacer, y miedo que volviera a suceder. Miró su mano, donde ésta temblaba, y había sido la causante de asesinar a Emilio a botellazos.

Conway y Horacio parecieron haberse murmurado algo, pero a Gustabo poco le importó que terminó cerrando los ojos, abriéndolos al poco tiempo porque la puerta había sido cerrada. Estaba en solitario con Horacio, donde éste le miraba preocupado, cuestionándose si se debía acercar o no.

"Vete, Horacio, quiero estar solo." Masculló, cerrando los ojos para recostarse en la silla, tambaleándose para tratar de calmarse a sí mismo; a su tembladera y al martirio que era su mente en ese momento, que parecían miles de cosas sucediendo en una misma vez.

"Gustabo, tus manos..." El moreno trató de dar un paso hacia el rubio, pero se detuvo a medio camino porque éste había abierto los ojos y le miraba con el ceño fruncido, volviéndole a dar la señal de que no se acercara más. Su corazón se encogió, no como las otras veces cuando se encogía ante la impresión de sentir amor, ahora era muy al contrario, pues se sentía dolido, rechazado por la persona que más lo debería necesitar en ese momento, aunque, al parecer, no era así.

"Horacio..." Repitió Gustabo, apretando sus ojos porque trataba de no llorar. Estaba hecho un lío, con un tumulto de sentimientos en la falta de desasosiego. "Déjame solo por ahora."

Horacio, entonces, se mordió la lengua, negándose él mismo a abrir la boca y soltar una preocupación que enojara a Gustabo. Sin embargo, no estaba sorprendido de que éste lo ignorara y lo tratara de apartar de él, cuando, siempre hacía eso al tener heridas o estar de bajón. Muy al contrario de él, que necesitaba de al menos un abrazo para poder calmarse, mientras que Gustabo prefería la soledad absoluta, donde él mismo se tratara sus heridas físicas como mentales.

Dulce Hogar | Gustacio. [Ver. Original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora