➜ ᎒ Epílogo

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Ante el sol resplandeciente de esa mañana, un hombre de traje y gafas oscuras se encontraba caminando ante el fresco ambiente que era ese día, tan así que se había dado el gusto de tener dos botones sueltos de la camisa, mientras que tenía el cabello desordenado ante la ventisca que removía éste.

Las hermosas flores resplandecían envueltas en un hermoso ramo que de a veces olía, olfateando el rico aroma de las margaritas y hortensias, unas hermosas flores que darían un bonito visual. El hombre se adentraba con una sonrisa de melancolía al lugar que una vez visitó con demasiada frecuencia para su gusto de ahora, y, es que, anteriormente, no podía evitarlo, no cuando su familia estaba enterrada en aquel cementerio.

Habiendo llegado a una lápida en concreto, se dejó caer al suelo, sentándose sobre sus talones para suspirar y leer el nombre correspondiendo a quien estaba enterrado, teniendo el indicio de acariciar ésta con un sentimiento de melancolía llenando por completo su corazón. Sonrió, recordando los hermosos momentos que habían pasado juntos, a pesar de haber querido pasar aún más tiempo.

El nudo formándose en su garganta le hicieron apresurarse antes de que pudiera llorar, para sacar su móvil de su bolsillo delantero y entrar a la galería, seleccionando un video en concreto, que, reproduciéndolo, sonrió, viendo nuevamente la escena que le había sacado una sonrisa en el momento que lo vio.

El sol del atardecer se presentaba a lo lejos de la playa de Los Santos, el vídeo comenzaba apuntando al mar y las olas, mientras que un sonido de risas se escuchaba a la par. Asimismo, la cámara se movió hacia un lado, apuntando a la persona que anteriormente reía, que, al percatarse de la cámara que lo apuntaba, dejó de reír y se cubrió el rostro, rojo de la vergüenza que le había entrado.

Horacio rio, haciendo que el vídeo se moviera ante sus manos temblorosas. Éste, con la sonrisa imperceptible por la cámara, se sentó en la arena, acercándose un poco hacia Gustabo para grabarlo más de cerca.

"Para de grabarme." No había sido regaño, porque la risa que tenía contenida Gustabo, le hacía sonreír en dirección de Horacio. "Horacio, basta." Empujó la cámara, haciendo que Horacio la tomara de inmediato al ésta caer sobre la arena.

"Es para un recuerdo." Murmuró, como si se tratara de un secreto, pero ante la cámara, no había pasado desapercibido para el vídeo a continuación. "Sonríe."

El rubio negó con la cabeza, relamiéndose los labios sin dejar de mirar hacia Horacio, ni siquiera volviendo a dirigir su mirada una vez más hacia la cámara. Ante el sonrojo que veía en las mejillas del moreno, Gustabo terminó sonriendo, enternecido al verlo, reluciendo el amado diente chueco que había tenido toda su vida, que, durante años, había ocultado a vista de todos, habiéndolo dejado de hacer hacía años atrás.

Tomando un puño de arena a un lado suyo, levantó su mano y arrojó la arena en dirección de Horacio, quien, al percatarse de su acción, se movió hacia un lado, pero había sido inútil, pues la arena le había caído en toda la cara y, al estar riendo, le había caído dentro de la boca, haciendo que escupiera de inmediato, y a Gustabo le hiciera carcajear.

"¡Gus~!" Exclamó, en un canturreo por la broma que le había hecho su pareja, a lo que, apuntando la cámara hacia un lado, más en concreto; donde en el panorama salieran los dos, tomó al rubio del cuello de su camisa y lo atrajo hacia sí, sin dejarle tiempo para reaccionar, pues él ya le había robado un beso en los labios, uno tan inocente como dulce; como eran sus besos la mayorías de veces.

"Te amo, tonto." Aún con el tremendo sonrojo en sus mejillas, Gustabo se atrevió a decirle un 'te amo', siendo uno de los pocos que le había dicho a Horacio. Sin embargo, era sincero.

"Igual te amo, Gus. Más que a nadie en el mundo. ¿Sabes por qué? Porque eres la única persona en mi mundo." Aún sin quitar su mano del cuello de la camisa del contrario, terminó pasando su mano detrás de su cuello, haciéndole pequeñas caricias sutiles. Le miró a los ojos, apreciando el hermoso celeste de sus ojos, brillantes ante su mirada, inmensos de amor profundo, aunque oculto, en ese preciso momento.

Ahora, Gustabo, pasando sus brazos alrededor del cuello de Horacio, se encogió un poco, para mirarlo desde abajo, con una pequeña sonrisa traviesa, mientras que juntaba sus narices en un beso esquimal.

"Se lo mandaré a tu padre." Reveló Horacio, haciendo que Gustabo abriera los ojos en demasía ante la descarada revelación. Antes de que se pudiera alejar, lo atrajo una vez hacia él, hundiendo sus labios sobre los suyos, apenas y saboreando el dulce sabor de sus labios porque Gustabo en ese momento lo trataba de apartar. Rio, enternecido, terminando el beso con morder su labio inferior, a lo que Gustabo le golpeó el hombro al alejarse, levantándose de la arena para cubrirse el rostro con sus manos. "Conway verá que te besé, cuando te alejas de mis abrazos frente suyo."

"Como te odio." Terminó sentándose, nuevamente, en la arena, porque era inútil tratar de convencer a su pareja de que borrara el vídeo. De todos modos no tenía nada por qué temer.

"De todos modos me amas, no podrías estar sin mí por más de una semana."

Gustabo torció su débil sonrisa en una mueca, posando sus manos en el rostro de Horacio para acariciarle el rostro, trazando sus pulgares por sus mejillas, hasta acariciar con gentileza el parche derecho del que sería su ojo derecho.

"Déjalo." Horacio tomó su mano, antes de que fuera más allá, y lo alejó de su rostro. Gustabo asintió, sin mencionar nada al respecto. Suspirando, el moreno parpadeó, dirigiendo su mirada a un lado, donde miró a la cámara y sonrió, al recordar que sería un vídeo más para su colección. "Conway, espero que esté comiendo bien. Puede ser un viejo cascarrabias, pero nos preocupamos por usted. Como vea un mensaje de Volkov mencionándolo a usted, no dudaré en arrastrar a Gustabo a la comisaría para darle un sermón. Y no se preocupe por nosotros, que estamos cerca de usted, a veces le vemos de lejos cuando sale de la comisaría y nosotros vamos de paso."

Dejando un silencio de por medio, miró a Gustabo un momento, con éste mirándole de regreso, siendo unos segundos en los que ambos se miraban sin decir nada. El silencio se esfumó en el momento que Horacio pasó su brazo por encima de los hombros de Gustabo y lo atrajo con fuerza hacia él, haciendo que Gustabo terminara en su pecho y riera por ello.

"Prometo invitarlo a nuestra boda, lo juro."

Gustabo, alarmado, se acomodó para negarse ante las palabras del contrario, pero, antes de que siquiera pudiera abrir la boca, Horacio había terminado el vídeo.

Con el vídeo finalizado, Conway sonrió, observando la imagen que se había quedado al terminar; donde Gustabo miraba entre extrañado, sorprendido y enojado a un divertido Horacio.

El hombre dejó el ramo de flores sobre el pasto, comenzando a relatar su historia, donde, en resumen, relataba todo lo que había vivido todo ese agitado año, donde, ahora, diciembre, aún no podía creer que, del hijo que creía muerto, estaba vivo, cerca suyo, y con alguien ideal a su lado, donde teniéndose el uno al otro era más que suficientes para ser felices.

Y, cuando se levantó del suelo, se acomodó la camisa, sonriendo tras suspirar, comenzando a caminar de camino de vuelta a su patrulla, dejando atrás el ramo de flores encima de la tumba perteneciente a la hermosa mujer que había sido su esposa; Julia.

































































"Horacio, no voy a casarme contigo… porque ya estamos casados."

"Al menos adoptemos a un niño."

"Vales por dos, Horacio. Ya eres el niño y el otro hombre de la relación."

Dulce Hogar | Gustacio. [Ver. Original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora