Capítulo 36: varitas

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Hermione giró el mechón de cabello negro entre su pulgar e índice, y lo logró girar como un tornado en miniatura.

Después de despertar 10 minutos atrás y tomar su poción, se había deslizado fuera de los brazos de Draco y había puesto una prueba de sus piernas. Aún adormecida de la cintura para arriba, había semicojeado y se había semi arrastrado hacia la cómoda donde Tonks le había dicho que podría hallar su bolso. Comenzó a remover su contenido; principalmente sus pociones y libros; controlando que nada se había dañado durante su encuentro con los Carroñeros y durante los incidentes que habían seguido en la Mansión Malfoy, y cuando encontró su ropa manchada de sangre, se estremeció ante el ataque y los recuerdos que la agitaron.

Y entonces halló la hebra de cabello, atascada entre los hilos de su suéter, definitivamente no era suyo y casi cierto, que era de Bellatrix.

Ella giró de nuevo, enfocándose en el negro mechón enrollado y fue analizándolo atentamente, sus ojos comenzaron a sentirse secos y adoloridos.

—Granger, ¿qué diablos estás haciendo?

Su voz la sobresaltó y giró la cabeza de golpe para encontrarse con su inquisitiva mirada, escondiendo rápidamente el cabello en el bolsillo de su bolso. —Nada —dijo ella. —Sólo me aseguró que los Carroñeros no hubieran tomado nada, o roto algo.

— ¿Estabas siquiera prestando atención cuando Tonks que tenías que tomarlo con calma?, o solo estás intentando lastimarte más de…

—Draco, tengo un poco de daño temporal en los nervios —frunció el ceño ella. —No estoy hecha de cristal.

—Bueno, perdóname por tratar de ser sensato —dijo él, arrastrando las palabras lentamente. —Pero creo que sería una idea más sabia para ti que esperaras hasta que despierte antes de intentar caminar alrededor…

—Sí, porque hay tantos objetos peligrosos en nuestra habitación.

—Garantizo que te las arreglarías para encontrar uno.

Ella se mofó pero no respondió, sonriendo en cambio con admiración cuando él levantó los brazos por encima de su cabeza para estirarse, observando los músculos en sus brazos distendidos, flexionados y tensionados contra las mangas cortas de su camiseta. Ella pensó que él era más hermoso en la mañana; su cabello ligeramente rizado, sus gestos relajados, su aroma almizclado abrumando todo en la habitación. Pensó que podría deberse a que sus defensas estaban bajas, o quizás a que ella era la única que realmente tenía la oportunidad de observarlo de esa manera; pero de cualquier manera, era un estado temporal lo que hacía que todo fuera más cautivante para ella.

—¿Qué hora es? — él preguntó. —Aún se ve oscuro afuera.

—Bastante temprano—. Replicó ella. —Cerca de las ocho, creo.

—Regresa a la cama —murmuró sobre un bostezo. —Te daría una mano; pero sé que la rechazarías.

Ella asintió tercamente. —Puedo hacerlo por mi cuenta.

Arrastrándose hasta llegar cerca de la cama, se aferró a la mesita de noche, gruñendo por el esfuerzo. Se las arregló para estabilizarse en pie por unos pocos segundos; pero cuando iba a dar un paso, se tambaleó y cayó sobre la cama hecha un ovillo sin gracia.

Aislamiento [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora