13. Él está volviendo a sonreír.

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Narra Valentina

Lavo mis manos con mucho jabón, restregando cada parte de mis dedos. Enjuago y vuelvo a comenzar el lavado de manos. Vuelvo a enjuagar y estoy a punto de tomar jabón por tercera vez pero Sebastián me detiene.

—Ya, Vale, es suficiente —dice él, sosteniendo mis manos—. Están limpias —alza mis manos a la altura de mis ojos— ¿Ves? Están muy limpias.

Asiento con la cabeza. Y él sonríe.

Sebastián toma una jerga limpia para secar mis manos con cuidado.

—Has dejado rojas tus manos.

—Lo siento, yo... Es una manía que se me quedó. No siempre la hago.

—Lo sé.

Después de lo que me sucedió cuando entré a la universidad, el trauma me hacía sentir sucia. Podía recordar sentir las manos de mi abusador sobre mi cuerpo, que cada vez que me bañaba, me restregaba tan fuerte al punto de dejar roja mi piel. Después de tomar terapias, comencé a mejorar. Pero la manía en lavar mis manos no se fue del todo. Supongo que es parte de sanar, no lo haces completamente dentro de tan poco tiempo.

Sebastián me observa y toco su hombro.

—Estoy bien, no tienes porque preocuparte.

—¿Cómo sabes que estoy preocupado?

—Tu mirada lo dice —me encojo de hombros—. Y te conozco.

Lleva puesto ropa cómoda por lo que supongo va a entrenar, como siempre, como cada mañana.

—¿Qué harás hoy? —cuestiona.

—Pensaba ir a visitar a Linda y la bebé.

—Mmm —me ve no tan convencido—. ¿Quieres ir conmigo al entrenamiento? Saliendo de ahí podemos ir a verla, quiero llevarle algo para Alexia y Camilo.

Sonrío con entusiasmo y asiento energéticamente.

—Okay, entonces espera, iré a cambiarme rápidamente.

Él asiente y ríe y yo salgo corriendo en dirección a mi habitación.

Busco algo rápido, que sea bonito y cómodo. Finalmente opto por un pantalón de mezclilla azul, tenis blancos y una blusa de tirantes blanca.

Me cambio rápidamente. Es una suerte que me haya bañado al despertar. Mi cabello ya lo había desenredado previamente, así que solo me lo recojo en una coleta baja, dejando unos pocos mechones de fuera.

Salgo de la habitación casi corriendo y Sebastián me espera casi cerca de la puerta.

—¿Lista? —inquiere.

—Sip —asiento con una sonrisa.

Él me observa por pocos segundos con una expresión que no puedo descifrar.

—¡Anda, vamos! Se te hará tarde.

—Sí, tienes razón —dice, saliendo de su trance.

Ambos salimos del edificio y nos adentramos al elevador. Antes de que las puertas puedan cerrarse, nuestra querida vecina, Berenice, entra al elevador.

Ella le da un vista rápida a Sebastián y luego a mí.

—Buenos días —saluda.

—Buen día —decimos Sebas y yo al mismo tiempo.

Berenice se acomoda cerca de Sebastián y él, de manera disimulada, se aleja un poco y se pega a mí, provocando que una pequeña electricidad recorra mi cuerpo. La vecina mira por ratos a mi acompañante de una manera intensa, como si lo desvistiera con la mirada.

Chasing the Rainbow || Sebastián CórdovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora