9. Noche caótica.

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Narra Valentina

Me emociona mucho las fiestas. Amo ir a fiestas, no importa si es boda, quince años, noche mexicana o incluso una fiesta infantil.

Hoy es 15 de septiembre y he convencido a Sebastián para que tengamos una fiesta con sus amigos y algunos futbolistas.

Al principio no quería pero de alguna manera y sin esfuerzo, logré convencerlo. Algo que me gusta de él es que me consciente, y no es que yo lo obligue a hacer algo que no quiere, él simplemente lo medita por pocos segundos y finalmente acepta. Supongo que definitivamente soy como esa hermana menor a la que debe cuidar y mimar.

—Podemos poner esto por aquí —sugiero con entusiasmo mientras tengo mi música a un volumen considerado.

—Claro.

—O, ¿Crees que se vería mejor ahí? —señalo la pared en dónde se encuentra empotrada la tele.

—Como quieras.

—¡Vamos, Sebastián, ayúdame!

—Eso hago, pero no soy bueno decorando.

Mi teléfono suena, indicando un mensaje. Saco el teléfono de mi pantalón y reviso mis notificaciones.

Estoy arriba de una pequeña escalera para poder colocar bien los adornos. De reojo noto que Sebastián tiene la mirada fija en mi, supongo que está cuidando cada ligero movimiento que hago por si llegara a caerme.

—Valentina, cuidado —pide.

—Sí.

El mensaje es de Mauricio, confirmando su asistencia a nuestra reunión/fiesta. Esbozo una sonrisa cuando leo un mensaje de Julián, deseando ver a Mauricio.

—¿Acaso Mauricio ya te trae tan sonriente? —inquiere Sebastián en un tono despectivo.

—Era Julián.

—Él me agrada, aunque haya sido irresponsable el tomar contigo y no cuidarte.

—No empecemos de nuevo con ese tema por favor.

—Está bien, no diré más.

Me acomodo un poco y sin querer resbala mi pie pero me logro agarrar. Sebastián corre inmediatamente y sostiene mi brazo.

—Te dije que tengas cuidado.

—Y lo estoy teniendo.

—No parece.

—Relajate un poco, Sebas —pido—. Parece que siempre estás alerta cuando estás conmigo. Es como si quisieras cuidarme de todo mi entorno, como si cada cosa o persona que me rodea pudiera hacerme daño.

Él me observa por unos segundos sin decir nada. Finamente dice:

—Eso hago —suelta un suspiro—. A veces sueles ser tan confiada de las personas y demasiado amable que se pueden aprovechar. Después de lo que sucedió hace años no me fío de nadie ni nada que esté cerca de ti.

—Sabes perfectamente que puedo cuidarme.

—Lo sé —él se encoge de hombros—. Pero aún así quiero cuidarte... Y porque Edson también me lo pidió.

—Claro.

Termino de ajustar el adorno en la pared y bajo con cuidado de la pequeña escalera.

Chasing the Rainbow || Sebastián CórdovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora